Postal de Vigo

La Voz

VIGO CIUDAD

CÉSAR CASAL GONZÁLEZ

12 oct 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

UN verso de Borges, sólo tú eres, mi desventura y mi ventura, inagotable y pura. Lo leo a la hoguera del sol, bajo el fuego lento de otoño. El monte de A Guía señala el cielo del horizonte. Alguien ha tirado casas aquí y allá en las laderas de Vigo. El motor del Josefa reposa en los boxes del Náutico. Hay prunos, junto a la estatua de Montero Ríos. El día se pone a llorar. Va a salir la pintura del arco iris, sus brochazos de color. Casi se le pueden dar tijeretazos al aire. Una pareja camina bajo el hongo, la seta, de un paraguas. Un barco corta el mar de la ría hacia Cangas. Está empapado el muelle de madera, su pasarela. Unos adolescentes dejan pasar el tiempo maldito de no ser ya niños y de no ser todavía hombres. Una chica y un chico pasean de la mano, se paran y se dan la comunión de un beso. Ella habla cantando como todos en Vigo. Un anciano pesca las horas detenidas con su caña. El reloj, para él, es un caracol que se arrastra gustoso. Vuelvo al ruido del atasco, a la digestión pesada de los coches. Pienso en lo bien que le quedan las coletas a mi hija. Un ejecutivo pasea de riguroso negro, de luto, y da órdenes, desesperado. Me quedo con las coletas de mi hija, el anciano que pesca y la comunión de un beso. Me gusta Vigo, me gustas tú.