«Es imposible irte de vacaciones cuando tienes una farmacia rural»

Monica Torres
mónica torres TUI / LA VOZ

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Mónica Torres

Ana Isabel Escudero, de Tui, advierte que no hay suficientes profesionales

21 ago 2024 . Actualizado a las 02:14 h.

Para Ana Isabel Escudero, la farmacéutica de Caldelas de Tui, no hay vacaciones este año. «Es imposible si tienes una farmacia rural», reconoce. Su problema es un mal común en el sector y de pronóstico incierto. Las oficinas de farmacia no encuentran personal cualificado y cerrar por descanso no es una opción cuando, como ella, se está al frente de un servicio esencial para los ciudadanos. Las boticas de los pequeños municipios se han convertido en consultorios de referencia en los que los vecinos buscan consejo y resuelven sus dudas.

«La ilusión de mi vida siempre fue ser farmacéutica en el rural, y no me equivoqué», dice esta tudense de 49 años que cumple el primer cuarto de siglo de una carrera profesional en la que nunca conoció el paro. En diciembre se hizo cargo de la farmacia del pueblo.

«He encontrado mi sitio. Es aquí donde quiero estar hasta que, algún día, me llegue la jubilación porque me siento realmente feliz y agradecida por el apoyo y la acogida de la gente», afirma.

Asegura que es farmacéutica por vocación y cuantos la conocen perciben esa humanidad en su atención. «No tenemos clientes, sino pacientes para los que una sonrisa es también medicinal», dice sin perderla ella un segundo mientras atiende a cuantas personas entran por la puerta. Su inclinación y destino profesional se fraguó en casa y no porque tuviera familia en el sector. Fue frente a la televisión, viendo la serie de los noventa más recordada de España. «Descubrí mi vocación a raíz de la serie Farmacia de Guardia, porque me enganchó el papel de Concha Cuetos. Lo que más me gusta de mi profesión es poder ayudar a la gente y en el rural se crea un vínculo aún más especial con los vecinos», defiende. Sus padres temieron en un principio tras la elección: «Me decían que nunca iba a poder tener una farmacia y que iba a depender siempre de terceras personas». Acabó la carrera en 1999, cuatro años después de que Lourdes Cano echara el cierre de la botica más mediática de la historia. Una década después abrió la suya, con una amiga, en Ortigueira. Casada ya y con dos hijos, toda la familia se trasladó para apoyar su proyecto. «Nos hipotecamos para poder cumplir nuestro sueño y, como en todos los principios, el comienzo fue duro», recuerda. «Mi marido renunció a su trabajo para poder trasladarnos, fue un proyecto de familia», insiste agradecida.

Quince años después han regresado a casa. Primero se acercaron hasta Chapela, donde Ana tuvo botica propia durante seis años. La jubilación de la farmacéutica de Caldelas de Tui, tras treinta años, le abrió la puerta para volver a Tui y en diciembre asumió entusiasmada la titularidad del dispensario. «Es un trabajo súper agradecido porque haces una gran labor social y de acompañamiento. La consulta y el consejo pesan cada vez más y estableces un vínculo especial con los vecinos», defiende.

Para los vecinos, el farmacéutico se convierte en su profesional sanitario de confianza, el que siempre está allí. «No somos meros dispensadores de cajas, los pacientes nos confían sus vidas en situaciones delicadas y, cuando no hay médico, la farmacia es el primer sitio al que acuden», recuerda. La retahíla de casos que ha visto pasar ante sus ojos evidencia la importancia del establecimiento sanitario más cercano a la población. «Ser farmacéutico y más en el rural, cuando no hay médico cerca, hace que te enfrentes a diario a situaciones dispares de un pueblo del que formas parte», apunta Ana Isabel. Saber evaluar y derivar es prioritario. «Es una gran responsabilidad, porque llegan desde niños con fiebre a personas mareadas o que se han cortado y has de tomar la decisión correcta», insiste.

«Las enfermedades son las mismas que en la ciudad, pero parece que se llevan mejor en el rural porque hay menos ansiedad y una mayor calidad de vida», dice. Sorprendida por la media de edad de sus pacientes, «más baja de la que me esperaba», Ana pone en valor la calidad en la atención personalizada. «En otros sitios solo dispones de un minuto por paciente y el contacto, a veces, es solo a través de un móvil en el que te enseñan una receta. Aquí hay quienes vienen sin prisa y se establecen otros vínculos», sostiene.