«Desde lo de Tui vemos rechazo social»

Javier Romero Doniz
Javier Romero VIGO / LA VOZ

TUI

Oscar Vázquez

Las pirotecnias gallegas intentan pasar página de la explosión mortal cumpliendo los controles de la Guardia Civil y haciendo ver a los ciudadanos que no son temerarios

28 jul 2018 . Actualizado a las 13:23 h.

La luz y el ruido de los fuegos de artificio integran el paisanaje festivo gallego de igual forma que las vendedoras de rosquillas bañadas en anís, la pota de cobre del pulpeiro o el sonido de orquesta. Pero la pirotecnia ya no goza del respeto social de antaño por varias razones muy focalizadas. Lo reconocen los propios profesionales del sector, conscientes de que la crisis que atraviesan desde hace años se agravó tras la explosión de almacén ilegal en Tui que dejó dos muertes, 37 heridos y casi 800 afectados. Argimiro Alborés (da nombre a la empresa familiar) se llama igual que su padre y abuelo, que abrió el negocio de pirotecnia en los años treinta del siglo pasado para dejarlo en manos de su hijo y de su nieto.

«Existe desde hace tiempo una corriente de cierto populismo que pone en duda nuestro trabajo. Ya sea por el ruido que hacen los fuegos o por el hipotético riesgo. Pero desde lo de Tui vemos rechazo social», reconoce Alborés, que también habla como preside la Asociación Gallega de Industriales Pirotécnicos, a la que, en el momento de la explosión (23 de mayo), pertenecían todas las empresas del sector en Galicia menos la del responsable del bombazo. «Está bien que exista la asociación y que todos estemos dentro. Nos reunimos y nos ponemos las pilas unos a otros, aquí nos conocemos todos y todo se sabe. Piratas no hay, pero a lo mejor a alguien se le ocurre anotar una cantidad inferior de explosivos de la que realmente transporta, y para eso está la Guardia Civil».

Mal vistos

La idea de que los empresarios de la pirotecnia sobran se ha convertido en un mantra que va más allá de Galicia. Lo expone con malestar el presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Fuegos Artificiales (Afape), José Manuel Fernández, cuarta generación de su familia que trabaja en Pirotecnia Pablo, empresa fundada en Asturias por su bisabuelo. «Ahora ya no hacemos magia, no somos unos artistas del fuego: somos peligrosos y explosivos. No tengo la menor duda de que en Galicia, y concretamente en la provincia de Pontevedra, tras la tragedia de Tui, existe un rechazo aún mayor del que existe en el resto del país».

José Manuel se acelera al relatar lo que percibe a pie de calle. Alega que los controles obligatorios para la venta, compra o transporte de sus herramientas de trabajo están altamente fiscalizados: «No existe forma de engañar a nadie: las fiestas son muchas, pero aquí nos conocemos todos, los propios compañeros del sector y los encargados de las comisiones de fiestas; no es fácil engañar y sale muy caro», expone antes de añadir: «Las redes sociales tienen gran parte de culpa del populismo que se nos viene encima. Ahora ya somos prescindibles. Sí es cierto que las Administraciones nos fiscalizan un poco desde la tragedia de Tui, pero es normal». El discurso oficial en la Guardia Civil de Pontevedra sostiene que nada ha cambiado, y que los controles son los mismos de siempre, los que recoge la norma, y que los aplican con la misma intensidad ahora que antes. Argimiro Alborés pudo constatarlo el jueves pasadas las diez de la noche en una finca de Beade, parroquia de Vigo. Con la instalación mediada de su espectáculo para la celebración en honor de Santa Ana tuvo que informar a los agentes personados.

«Si la sociedad supiese hasta qué punto controlan cada transporte nuestro, se sorprendería. Si son menos de diez kilos, notificación al ayuntamiento; más de diez kilos, pero con un máximo de 50, comunicación al ayuntamiento y a la subdelegación del Gobierno, y así a medida que aumenta el peso. ¡Pero fíjate! De eso se tendrían que encargar las comisiones de fiestas, pero al final lo hacemos nosotros. Ellos, ante tanto papeleo, se echan para atrás». Argimiro añade, ya en calidad de presidente de la patronal gallega de pirotecnias, que son los primeros en reclamar su propia fiscalización: «Es la única forma de que el negocio no desaparezca. La famosa crisis económica sigue ahí para nosotros: lo que antes se hacía por 2.000 euros ahora es por la mitad o menos, las comisiones de fiestas no manejan el dinero de antes. Pero los gastos se mantienen y la inversión en el negocio es constante».

Caída de ganancias

Su colega en Afape, José Manuel Fernández, va más allá: «Cada cosa tiene su valor en la vida. Y si algo vale 4, puedo venderlo a 3,5, incluso durante una temporada a 3. Pero si me obligan a venderlo a 2, pierdo dinero y tengo que cerrar». Argimiro reconoce la rebaja escalonada de ganancias en el sector de los fogueteiros gallego, pero se muestra más conciliador: «¿Cómo no voy a disparar para una comisión que ya le compraba a mi abuelo el material? Aunque pierda algo de dinero tengo que hacerlo. Hay que aguantar, y solo lo hará el que cumpla, aunque eso es como la pescadilla que se muerde la cola, ya que sin ganancias no se puede reinvertir en la empresa».

«Siempre ofrecía un presupuesto más bajo que el resto, entre un 20 y un 30 %»

La sombra de Francisco González Lameiro ya era alargada antes de la explosión mortal de su almacén clandestino en Tui. Acabó saliéndose de la Asociación Gallega de Industriales Pirotécnicos por los reproches de sus compañeros. «No le gustaba que le dijeran cómo gestionar su negocio, no encajaba las críticas, aun sabiendo que eran ciertas», explica el presidente del colectivo, Argimiro Alborés. «Si el precio de una tirada eran 1.000 euros, él siempre ofrecía un presupuesto más bajo que el resto, entre un 20 y un 30 %, por mediación de representantes. Sabemos que se valía de la ayuda de ciertas personas que se encargaban de unas fiestas concretas a cambio de una comisión», añaden en el colectivo, que subraya el hecho de que una vez año se reúnen todos los profesionales del sector en Galicia para asistir a un curso de formación de seguridad con sus empleados.