La pirotecnia ilegal de Tui escondía decenas de kilos de explosivos

MÓNICA TORRES / Javier romero TUI / LA VOZ

TUI

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Dos personas han fallecido como consecuencia de la explosión. El propietario del material detonante está detenido por homicidio, imprudencia y estragos

24 may 2018 . Actualizado a las 13:45 h.

El tiempo se paró ayer en Tui a las 16.25. Muchos relojes dejaron de funcionar a esa hora por una explosión en el lugar de A Torre, parroquia de Paramos. Una considerable cantidad de material pirotécnico, almacenado en el galpón de un solar sin licencia para dicha actividad -explicaron el exalcalde Enrique Cabaleiro y el actual, Carlos Vázquez Padín- explotó, tal vez por el calor registrado ayer y en los últimos días, alcanzando la onda expansiva unos 800 metros a la redonda, según el delegado del Gobierno, Santiago Villanueva. Se llevó por delante la vida de una mujer, que no salió a tiempo de su vivienda. Esta mañana ha sido hallado un segundo cadáver en la misma casa. 

El balance oficial de heridos se elevó a 30, de los que siete son menores de edad. Presentan fracturas, contusiones, quemaduras o traumatismos. Nueve fueron atendidos en el punto de atención continuada de Tui, 15 en el Hospital Álvaro Cunqueiro, tres en Povisa y otros tantos en Fátima. Pasadas las once de la noche, 18 ya habían recibido el alta.

El recuento de viviendas, a falta de examinar la zona más próxima a la explosión, se eleva a al menos una docena de las que ya no queda nada: solo la base, y en algunos casos ni eso. El fuego se extendió a los tejados de otras tres viviendas y decenas de hogares han resultado dañados de forma grave, sobre todo en el interior. Villanueva confirmó también que el bombazo provocó una cráter de unos 30 metros que borró todo resto del solar que donde estaba el galpón.

Pasadas las ocho de la tarde, y con el dispositivo de emergencias estabilizado y los heridos evacuados, la Guardia Civil procedió a la detención del empresario de Tui Francisco González Lameiro, propietario del material pirotécnico almacenado en este solar de Paramos sin autorización. El arrestado está acusado de los presuntos delitos de homicidio por imprudencia, imprudencia y daños por imprudencia, según explicaron fuentes de la investigación, que añadieron que dicho almacén clandestino dependía de una pirotecnia ubicada en Baldráns, en el mismo municipio de Tui. El exalcalde Enrique Cabaleiro aseguró que él mismo había ordenado clausurarla hace años.

Apocalíptico

Tras el estruendo, brotó una bola de humo blanco seguida de varias columnas de tono más oscuro. La onda expansiva provocó la rotura de cristales en decenas de edificaciones y vehículos del entorno, además de incendios forestales, que quedaron controlados alrededor de las seis de la tarde, aunque los servicios de extinción siguieron refrescando la zona hasta la noche para evitar el rebrote de las llamas. Los técnicos especialistas en desactivación de artefactos explosivos (tédax) concluyeron las labores de revisión de la zona afectada poco antes de la medianoche para empezar lo antes posible el desescombro y el análisis de las viviendas derrumbadas a causa de este suceso. La unidad canina del instituto armado pasará la noche en el barrio de A Torre para buscar víctimas bajo los escombros.

El caos llegó a tal nivel que la Cruz Roja instaló en la zona cero un hospital de campaña con capacidad para cincuenta personas, mientras que el Concello de Tui habilitó habitaciones de hotel en la villa para realojar a las víctimas que han perdido sus casas, y que tendrán que repartirse entre los negocios hoteleros que se han solidarizado con los afectados.

200 desalojados

El otro refugio solidario estaba en el pabellón Villarei. El Concello habilitó este recinto techado para cobijar a las familias afectadas. De las 200 personas desalojadas, una parte numerosa ya buscaban poco antes de la medianoche su sitio en la pista central y las gradas para pernoctar.

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, tranquilizó a las personas que han perdido su vivienda. «No se preocupen», les dijo, por lo problemas patrimoniales, ya que recibirán cobertura, les aseguró. E insistió en que «lo más urgente es saber si hay más víctimas». El teléfono de atención habilitado por el Ayuntamiento de Tui para los afectados es el 619 102 013.

«No queda nada, todo explotó y ardió»

Los afectados relatan cómo la deflagración se llevó por delante sus casas y gran parte de sus vidas, que algunos, dicen, no recuperarán

JAVIER ROMERO/ MÓNICA TORRES

«Somos seis y cinco estaban en casa en el momento de la explosión. Mi mujer, dos hijos, otros tantos sobrinos, uno con minusvalía, y una cuñada, también minusválida. De la casa no queda nada, ni la puerta principal. Salió volando, igual que las gallinas». Lo cuenta Roberto Vázquez, vecino de la pirotecnia clandestina que explotó ayer en el lugar de A Torre, Tui: «Está a 20 metros de la que era nuestra casa. Ahora no hay nada, todo explotó o ardió». A pocos metros, pegada al cordón policial, Carmen Alén sigue llorando: «Mi casa arde aún, salí gateando porque se me cayó el techo encima. A mi marido lo sacaron primero». Al lado, su prima, Sonia Alén, que lleva media hora sin saber nada de sus hijas, ambas ingresadas en un hospital de Vigo con quemaduras de gravedad: «Mi hija tenía el pelo ardiendo y rescaté a mi hermana de entre los escombros». Su casa está a 30 segundos andando del galpón que explotó: «Está todo destruido, ni una pared se aprovecha. Fue un estruendo horrible, empezó a caernos todo encima, fue horrible. ¡Horrible!».

Ambulancias, médicos y voluntarios atendían en la carretera secundaria de Calvario a cuanta persona lo necesitaba. Vecinos de todas las edades lloran, unos buscando la soledad en las cunetas, otros abrazándose. Una mujer, también residente en la zona, con una brecha en la frente y el pulso descontrolado, cuenta: «Saímos como puidemos, pero o problema foi chegar á rúa. Non había nada, era coma se unha bomba levase todo por diante. Un pesadelo, sobre todo para os nenos: xa nunca esquecerán todo o dano causado».

Fuego y llamas

«Estaba en casa con mi marido, en la parte de abajo, cuando escuchamos la explosión. Salimos pero ya todo era fuego y llamas, había tubos de fuego por el suelo. Todas las ventanas y puertas salieron despedidas, no quedó nada», relata Antonia Martínez, que añade: «En toda mi vida pasé tanto miedo, está toda la casa deshecha. Nadie sabía que había eso en el galpón». «Esto no se puede explicar. Yo estaba con mis hijas y las niñas se pusieron a gritar al oír ya la primera explosión. No sabíamos qué pasaba, hubo un gran estruendo y la puerta blindada salió disparada. Si no la para una viga de la sala, impacta contra mi hermana, que estaba en el sofá. Esto es surrealista, no lo podemos creer», añade Marisa González.

«Estaba en el salón descansando porque trabajé de noche. La primera explosión me lanzó contra la televisión, me dejó aturdido, fui corriendo a la cocina en busca de mi hija, nos abrazamos y ya salimos de casa mientras caían los cascotes, y sentimos otras dos explosiones. Al salir ayudamos a un vecino que no podía salir solo y vimos que habían desaparecido casas», expone Marco Antonio Estévez junto a Matilde Fernández, vecina de Tomiño que no dudó en desplazarse al sentir en su casa «lo más parecido a un terremoto» que oyó nunca.

Riesgo prolongado

El cordón policial impedía el acceso a la propiedad que almacenaba fuegos artificiales y bombas de palenque. El riesgo, pasadas las ocho de la tarde, seguía siendo extremo: «Tenemos que alejar cada vez más a los vecinos ampliando el perímetro de seguridad. No sabemos qué material falta por arder o explotar, y puede haber otra gran explosión», explica un guardia civil mientras abre paso a una señora en silla de ruedas mareada por el calor, el olor a pólvora y el humo: «Pero cómo puido pasar isto? Non teño casa, quedei sen ela», repetía en bucle.

Un residente, que milagrosamente salió indemne, invita a entrar en su casa, completamente destroza en su interior. Ni tabiques ni puertas ni cristales ni muebles, nada se salvó. Solo el dueño, que estaba dentro. Ni un corte, ni una herida. Él mismo reconoce que pudo ser peor: «Fue igual que una bomba atómica y puedo contarlo. Es un milagro que no haya más muertos».

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