Un empresario maderero hecho a sí mismo, dueño del castillo medieval de Tebra

Tomiño ha perdido a un vecino muy querido. Rogelio Piñeiro Vázquez falleció el domingo a los 90 años después de una vida muy fructífera. Aquel niño despierto que creció en un ambiente de pobreza se convirtió a base de su esfuerzo y grandes inquietudes en un empresario hecho a sí mismo que llegó a comprar el inmueble más emblemático de su parroquia natal, el castillo de Santa María de Tebra.

Fue un niño con una mente privilegiada y un gran afán por aprender. Estudiaba día y noche y ayudó a muchos vecinos de su pueblo a leer y a escribir. Frecuentaba la casa de su maestro, Avelino Franco, que le enseñó música, otra de sus grandes pasiones. Rogelio tocaba varios instrumentos y formó parte de la Banda de Música de Tomiño. En casa de su maestro, labró una gran amistad con su hijo, Xosé Luis Franco Grande, el escritor, poeta, abogado y miembro de la Real Academia Galega que falleció el 31 de marzo del año pasado. Su casa lindaba con el castillo y los dueños, los marqueses de Esteba de las Delicias, le tenían mucho cariño. Lo apadrinaron sobre todo en la época en la que tuvo que incorporarse a filas. Estuvo embarcado en el buque Juan Sebastián Elcano.

A los 19 años fundó la empresa que lleva su nombre, dedicado al sector de la madera. Fue un emprendedor pionero e innovador en la comarca dentro de esta industria. Introdujo los primeros tractores y motosierras industriales de toda la zona. También se involucró en la política local, llegando a ejercer como teniente alcalde durante la transición, etapa en la que dejó un gran recuerdo porque reunía mucho consenso, ayudó a muchos vecinos y colaboró en múltiples iniciativas. Rogelio se casó con Deolinda González y tuvo cinco hijos, que continúan con la empresa Maderas Rogelio Piñeiro.

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