Ella, ahora que ha recuperado la sonrisa, quiere ser en la vida igual de combativa que era en el campo a través o en la pista, y en los servicios sociales de Tomiño ha encontrado una puerta abierta que la escucha. «Lo que quería era estar tranquila y en paz. Estoy intentando buscar un trabajo, pero si no tengo estabilidad económica y emocional no puedo. Tengo 48 años y debo empezar desde cero», porque dedicarse en cuerpo y alma al deporte la obligó a renunciar a todo. «El deporte te quita los mejores años de tu vida. No te deja crecer y todavía tengo mucho por aprender, pero creo que ya sé por dónde dirigir el camino después de haber tropezado 40.000 veces». La anorexia, la bulimia y la presión forman parte de su historia pero ya no son su mochila.
Liberada de esa pesada carga, el primer paso considera que sería contar con una vivienda, el punto de arranque para a continuación adentrarse en el mundo laboral. «Me siento bien, pero necesito estabilidad y para eso preciso una vivienda para poder compartir todos los conocimientos que tengo adquiridos como deportista de alto nivel y licenciada en INEF». Y de paso para reconciliarse con el deporte y tener la vida que le ha faltado durante casi medio siglo. «Ahora quiero compartir y disfrutar de mis amigos, de mi hija y de los amigos de mi hija. Yo me considero una persona sencilla, muy humana y muy cercana». Algo esencial cuando se trata de recuperar el tiempo perdido.