El acusado de matar a su hermana y a una sobrina en Soutomaior confiesa en el juicio: «Cargué y "pum", no me lo pensé dos veces»

E. V. Pita VIGO

SOUTOMAIOR

Xoán Carlos Gil

Miguel Gil, un vecino de la localidad pontevedresa, admite ante el jurado haber matado en agosto del 2020 con una pistola a sus dos familiares, que fueron a su casa a reclamarle una escalera

11 may 2022 . Actualizado a las 01:14 h.

Ni una gota de arrepentimiento. Incluso llamó «sinvergüenzas» a las dos víctimas, su hermana, de 62 años, y su sobrina, de 26. Un vecino de Soutomaior, Miguel Gil, confesó ayer ante un jurado de la Audiencia de Pontevedra en Vigo haber disparado mortalmente al corazón a sus dos familiares. La explicación: «Estaba harto de ellas». El doble crimen fue el 21 de agosto del 2020 cuando madre e hija lo visitaron a su asilada chabola para reclamarle una escalera. La Fiscalía pide 44 años de cárcel por un doble asesinato y tenencia ilícita de armas. Los familiares de las víctimas, hasta 52.

El acusado incluso quiso leer una carta al jurado, pero el tribunal se lo impidió. Lo que sí explicó es que ambas mujeres irrumpieron en su galpón, derribaron la puerta del portal y lo retaron con un sacho y un machete. Por ello, según su versión, se vio atacado y se defendió a tiros con su pistola al verse acorralado. Sentía que le habían robado, años atrás, su parte de la herencia.

Su relato conmocionó al jurado, compuesto por ocho mujeres y un hombre. «Salí y me las encontré con un machete y un sacho. Vinieron a matarme y les dije: ‘Mira lo que tengo. Si das un paso más, te pego un tiro en el corazón’. Levantaron el sacho y no me lo pensé dos veces, cargué y pum. Estaba harto de ellas», confesó el acusado en la vista celebrada en la sede viguesa de la Audiencia de Pontevedra.

«Vinieron a buscar la muerte a mi casa, pensaron que tenían más cojones que yo y se equivocaron, me cansé de ellas», añadió. Un jurado le preguntó por qué no disparó al aire para ahuyentarlas. «Mala suerte», justificó.

Los familiares de las víctimas contaron que ellas siempre ayudaron a su hermano y tío, y le llevaban comida o enseres, pero él actuó como un desagradecido. Ese día ambas mujeres salieron a primera hora de la mañana a hacer compras y luego a buscar la escalera. El novio de la madre contó que le había recomendado que solo fuese la hija a buscar esa herramienta, pero acudieron ambas. El hijo contó que se comentaba en el barrio que Miguel Gil decía que tenía una pistola y que iba a matar a la familia porque le robaron la herencia.

Los abogados de la familia también le acusaron de haber movido los cadáveres antes de confesar todo a un vecino para fingir que ellas le habían agredido previamente y así ganarse la eximente de legítima defensa. Los cuerpos aparecieron cubiertos con una lona y con una hoz y una azada debajo, y los casquillos en otra parte de su galpón.

La familia niega que la hermana, Georgina, fuese capaz de levantar un azadón porque tenía operada la rodilla de una osteoporosis, por lo que no suponía una amenaza para él.

Otro detalle que llamó la atención a la acusación particular es que la asesinada más joven —«una niña pequeña», calificaron— tenía quemaduras en la cara provocadas por el cañón de la pistola, por lo que creen que los disparos a bocajarro fueron «meditados» y actuó con intención de matar, es decir, con alevosía.

La defensa explicó al jurado que deben ver a Miguel Gil como a un «discapacitado permanente» con varias patologías porque tiene problemas de corazón, un déficit visual, una afaxia, lumbalgia y una hernia. Añadió que él vivía en un galpón aislado donde solo tenía un televisor y «cuatro cosas», de ahí su reacción porque allanaron su morada. Por tal motivo, su letrada pidió que sea absuelto de los crímenes, al aplicarle la eximente de legítima defensa, y solo le condenen a un año de cárcel por la tenencia ilícita de armas. La pistola semiautomática, explicaron en la vista, la compró en torno al año 2018. Tras el crimen, la escondió, aunque luego confesó el lugar a la Guardia Civil.

Por contra, los abogados que representan a su excuñado, su sobrino y el novio de su hermana, le acusan de actuar «sin remordimientos» y matar a «sangre fría». Por si acaso, proponen una condena por homicidio como alternativa al asesinato.

La Fiscalía, en su discurso al jurado, explicó que le beneficia con la atenuante de confesión porque le contó todo a un vecino que llegó en coche al lugar. Y le aplica la agravante de parentesco porque una víctima es hermana.