De espaldas. Así es como quedan retratados para la historia de la DGT la legión de conductores que bajan desde Mos a O Porriño por la A-55 tratando de dominar los vehículos que unos metros antes zurraban para que subiesen Puxeiros sin afogar. Las dos cámaras escondidas detrás de los paneles luminosos que recuerdan que se atraviesa un tramo controlado por radar tienen más trabajo que ningún otro cinemómetro de toda la provincia. Se chivan del que supere en ocho kilómetros por hora los 60 autorizados. Emiten una sanción automática a los dueños de los vehículos cuyas matrículas identifiquen que no ha pasado la ITV. Activan también multas a los conductores con más prisa que no guarden la distancia de seguridad... Un auténtico no parar. Y mientras caen como moscas ahí o en cualquiera de los otros radares de la carretera Vigo-O Porriño (llamarla autovía es una categoría que ha perdido por la fuerza de los hechos) a usted no le coincidirá nunca ver un dispositivo similar en el tramo paralelo de la autopista que se divisa justo cuando llega a las cámaras que mayor número de fotos de coches hace de toda Pontevedra. Es más, ni radares ni casi usuarios se encontrará en el tramo con menos circulación de toda la AP-9.
Por ello, cuando se incide desde la Administración en que ese radar cumple una función obligatoria y necesaria para reforzar la seguridad vial, no se puede estar más en desacuerdo, pues nada haría más seguro el viaje hacia el sur que hacerlo por la autopista. Ahora que entramos en campaña pongo encima de la mesa una propuesta: que todo el dinero que recaudan los radares de la A-55 sea destinado a rebajar y pagar el peaje de la autopista del Atlántico entre Vigo y Tui. Esa sí que sería una medida de seguridad, y no las miles de fotos que cada año hace por detrás el radar de Mos a todo el que a estas alturas del siglo se le ocurra en una autovía circular en cuarta.
@carlospunzon