Los vecinos de Chandebrito: «La solidaridad fue nuestro salvavidas»

J.R. CHANDEBRITO / LA VOZ

NIGRÁN

Manuel Ángel Rodríguez, vecino de Chandebrito, recuerda los sucesos de hace un año
Manuel Ángel Rodríguez, vecino de Chandebrito, recuerda los sucesos de hace un año DONIZ

Los 10.000 árboles donados para reforestar los montes son el ejemplo más visible de la marea de ayuda recibida

22 oct 2018 . Actualizado a las 13:30 h.

Sofía, sin saberlo aún, conoció de cerca el infierno. Frente a su casa, en el 22 de la rúa O Regueiro de Chandebrito (Nigrán), una placa recuerda la peor factura del gran incendio que arrasó buena parte del sur de la provincia el 15 de octubre del 2017 y que tuvo en esta aldea una de sus particulares zonas cero. La placa, metalizada, serigrafía los rostros de Maximina Iglesias y Ángela Otero, las dos mujeres que murieron al quedar atrapadas por el fuego en su intento desesperado por huir de aquel bosque de llamas que cercaba su casas y a los suyos. «Sofía tenía un año y la sacamos lo antes posible por la carretera que entendimos más segura», recuerda su padre, Manuel Ángel Rodríguez, mirando el monte rocoso que se levanta sobre la aldea y que corría riesgo de derrumbe.

El presidente de los comuneros, Víctor Manuel Vidal, junto a padre e hija pone en valor la instalación de una vaya metálica de 100 metros de largo y 3 de altura para frenar posibles caídas. «Es solo una parte de todas las obras que se hicieron, como canalizaciones, tres traídas de agua para tener una mejor captación, la tala de numerosas hectáreas para evitar plagas y que se devalué más el precio, plantaciones... fueron muchas cosas materiales, por decirlo de alguna manera, pero también están las inmateriales, las ayudas directas a los más necesitados».

Víctor se refiere al fenómeno de solidaridad que vivió y vive Chandebrito una vez extinguidos los incendios. «Un vecino de San Pedro da Ramallosa acogió siete meses a una familia con su vivienda casi derretida por dentro, se recaudaron con varios conciertos unos 9.000 euros que fueron repartidos entre cinco familias según sus necesidades, además de otras iniciativas para realizar plantaciones de especies autóctonas», expone el dirigente de los comuneros, que cifra en 10.000 los árboles recibidos mediante diferentes donaciones para recuperar el monte lo antes posible. «Sobreiras, alcornoques, robles, castaños», detalla Víctor a la vez que señala con el dedo, en el horizonte, las zonas recuperadas para acabar confesando: «La solidaridad, tras superar algo tanto poder destructivo, fue nuestro salvavidas».