El cadáver hallado en Mos tiene el cráneo incompleto por un fuerte golpe

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO MOS / LA VOZ

MOS

El perro del fallecido, entre los agentes que buscaban indicios por la zona
El perro del fallecido, entre los agentes que buscaban indicios por la zona M.Moralejo

La víctima tiene antecedentes por vender heroína; se investiga como crimen

06 abr 2021 . Actualizado a las 01:30 h.

José Luis Vila Mariño murió de forma violenta en la misma casa donde nació hace 55 años. Número 66 de Estrada Real, lugar de Piñeiro, Sanguiñeda, Mos. Él y sus siete hermanos, todos, llegaron al mundo en este inmueble de planta baja inacabada, primera altura y buhardilla habilitada para residir. Dos de ellos, el viernes por la tarde, hallaron el cadáver en la cocina en avanzado estado de descomposición. Llevaban demasiados días sin tener noticias de José Luis, y sus padres fallecieron hace años. Se toparon con la puerta principal cerrada con llave, sin forzar, y se colaron por una ventana. Lo siguiente fue sentir el hedor y toparse con el cadáver, delgado y muy alto, tirado en el suelo sobre sangre. La cabeza, calva, presentaba un fuerte golpe, y las partes del cráneo incompleto seguían sobre el piso de la cocina.

Ambos hermanos alertaron a la Guardia Civil de la macabra escena. Lo primero en aflorar fueron los antecedentes del fallecido por trapicheo, principalmente heroína. También de un hermano suyo que ingresó en prisión, igualmente por trapichero, hace menos de un año y permanece aún. Vivían juntos y está por ver si guarda relación. Los vecinos consultados lo reconocen abiertamente: «Vendían y consumían. La presencia de coches era constante, 24 horas. Y eso que yo le quiero bien; vino a nuestra boda, y siempre ha sido buen vecino», confiesa una mujer que cohabita puerta con puerta. La investigación la instruirá el Juzgado número 3 de O Porriño y la dirigirá el grupo de delitos contra las personas de la Policía Judicial de la Comandancia de Pontevedra.

Tesis

La suma de pruebas e indicios acumulados hace pensar en una muerte violenta. El fuerte golpe en la cabeza es determinante, junto a su pasado, relaciones y adicciones, para encarar una investigación por crimen. El único testigo de lo ocurrido es el perro del fallecido, Paul, que ayer seguía pululando entre los agentes que buscaban huellas, restos biológicos y más pruebas en esta vivienda visiblemente deteriorada. La pintura blanca mutó gris hace décadas, el garaje sin paredes asemeja un bosque de helechos y las persianas bajadas, ennegrecidas y rotas afean la fachada. En lo más alto, la buhardilla, con balcón y abundantes enseres y algún mueble apilado. En ese desván reformado concentró su morada José Luis, dejando en desuso la primera planta.

El sábado, desde la mañana hasta la tarde, agentes de criminalística peinaban el inmueble y el solar, ambos de fácil acceso. Ya sea por delante, con una cancilla sencilla de sortear, o por la parte trasera. La finca tiene forma rectangular y más de 400 metros de largo. En el extremo opuesto no hay ni cierre, solo maleza y restos de viñas abandonadas, igualmente sencillas de superar, a modo de valla natural. El vecindario tampoco recuerda nada sospechoso recientemente, solo ahora que José Luis murió algunos dicen haber escuchado un ruido, fuerte, que procedería de la cancilla del difunto, como si hubiese caído, pese a ser corredera. Está por ver si significa algo, al menos para ubicar el día de autos.

El bochorno de los últimos días aceleró su deterioro y solo el forense dirá cuándo falleció

Vigo y su área lleva días superando los 20 grados de temperatura, con picos de hasta 25 y una humedad bochornosa. El cadáver de José Luis Vila no fue ajeno al fenómeno, impropio en abril. Aceleró el proceso de descomposición sin que sea posible, hasta que se pronuncie el forense, saber qué día murió. El mal estado del cadáver, en estos casos, no resulta estimativo, por lo que solo la necropsia aporta el dato, la causa concreta del fallecimiento o el análisis toxicológico. Los mismos hermanos y vecinos del difunto revelan que no llevaba tiempo ausente, se percibía su presencia en la casa, su finca o por los caminos cercanos.

«Tiña problemas e ultimamente non estaba moi alá. A veces gritaba, ou viña polo camiño abaixo cantando, pero non se metía con ninguén. Podo dicilo eu, que xogou na miña casa dende neno. Non se metía con ninguén, e sobre si vendía, nós sabemos que o que vendía moito era o irmán, que está preso. Dende que prenderon o irmán xa non tivemos máis coches aquí, non chega o ano», relata otra vecina, tres números cuesta abajo, para aportar luz al caso y recordar la tragedia vivida por esta familia hace 21 años.

La madre del fallecido, con otros siete hijos, murió atropellada por el tren en el paso elevado de O Porriño. Era septiembre del 2000, tiempo después de que falleciera también el padre. Nada volvió a ser lo mismo, sobre todo para algunos hermanos, entre ellos José Luis.