Mariscadoras de Redondela y Moaña, en la ría de Vigo, denuncian que sufren amenazas a diario
25 ago 2024 . Actualizado a las 00:35 h.En el cubo de la playa del niño, en un balón cortado a la mitad, en el bolsito del móvil, en la bragueta del bañador.... El turismo de bañador está haciendo su agosto en arenales próximos a bancos marisqueros de la ría de Vigo. Decenas de personas aprovechan el baño para rascar un poco en la arena y llevarse algo de almeja o berberecho para casa. Las mariscadoras de Moaña y Redondela advierten del repunte de una práctica peligrosa «no solo porque esquilma el producto», sino porque «lo que se coge no pasa por depuradora, con lo que no tiene control sanitario».
Ellas viven otro riesgo en carne propia cuando van a trabajar: cada vez que advierten a alguno de los turistas o vecinos que meten la mano en la arena sin tener el correspondiente permex, se abre un enfrentamiento que ya ha requerido intervención policial.
Profesionales de ambos municipios se enfrentan a diario con el problema. Bañistas que se encaran con ellas, les amenazan, gritan o aún van más allá. En Redondela, confirma la presidenta de la asociación de mariscadoras, Ana Sotelino, «ya nos han pinchado ruedas y rayado coches». La de Moaña, Dolores Álvarez, relata situaciones similares a lo largo y ancho de su costa: «Si les llamas la atención, te contestan, te obligan a llamar a guardapescas o a la policía». Ambas coinciden en que los furtivos de bañador solo paran «si ven a una autoridad uniformada y, entonces, llegan hasta a comerse el marisco crudo para que no los pillen».
«No hay efectivos suficientes y actúan con absoluta impunidad. Es imprescindible que se actúe y se impongan multas», insisten. Los enfrentamientos y situaciones de riesgo se repiten a diario en escenarios como la playa de Arealonga en Chapela, uno de los arenales en los que más se practica. «Cuando mariscamos en Chapela vamos escoltadas por la policía. Esta semana tuvimos que llamar varias veces a la autonómica, aunque nos dicen que tienen falta de efectivos y ni bajan a la orilla. La Policía Local también nos ayuda y echa un ojo para que no nos pase nada porque, como le llames la atención a algún furtivo de bañador en esta zona, se te cae el pelo», advierte Ana Sotelino.
«El daño es brutal porque, además, arramplan con todo. No distinguen ni el tamaño, así que también llevan cría sin tamaño comercial, tanto para hacerse un arroz en casa como para alguna venta», dice una de las mariscadoras. El sistema está muy arraigado en algunas zonas, como la de Chapela, «en la que ya es costumbre». En ambos pósitos insisten en que «a pequeños puñados, se están haciendo grandes destrozos, esquilmando el recurso que hay».
«Hemos visto llevarse producto en bañadores o balones, pero además cien mil excusas. Unos me dijeron que llevaban almejas porque sus hijos las querían como mascotas», apunta Dolores Álvarez. En Moaña, advierte, consiguieron evitar los casos que desembarcaban de los barcos con las boyas «porque así ya no entran los que venían desde el mar», pero aquí también dependen del apoyo de los guardapescas, «porque tenemos un gran problema y, al verlos en la playa , al menos ya es algo porque se sienten intimidados no como cuando estamos nosotras», afirma.
«En invierno sufrimos a los furtivos profesionales con neopreno y sacho y en verano, a los que actúan disfrazados con bañador. Es una situación límite y nadie actúa contra este tipo de furtivismo. ¿De verdad que no se les puede sancionar?», lamentan las profesionales visiblemente contrariadas por una práctica que pone en riesgo tanto a quienes la ejercen como a los potenciales consumidores del producto y a la viabilidad de los bancos marisqueros.
Tanto en Moaña como en Redondela, las mariscadoras suman horas a su jornada diaria para poder ejercer labores de vigilancia y que no esquilmen el producto y otras para labores de regeneración, sembrando semilla que no tocan hasta que crecen lo suficiente como para repartirlas a otras zonas. «Ir a mariscar a Chapela es como ir a la guerra. No sabes lo que te puede pasar si llamas la atención a los furtivos», dicen.
Otros puntos calientes como la zona de La Barra o el Regato. «¡Basta ya! Hacen falta sanciones y más efectivos. Es un problema de salud», insisten.