Zaida Miranda, socorrista: «La mayoría de las cosas graves pasan en la arena de la playa o en la orilla»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

MOAÑA

M.MORALEJO

Es la única mujer socorrista en Moaña y una de las pocas en las Rías Baixas; puede presumir de haber salvado varias vidas: «Es un trabajo muy mental, más que físico»

09 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Con playas abarrotadas y a más de 32 grados de temperatura, mantener la mente fría es la principal misión de un socorrista. «La gente cree que no hacemos nada, que estamos sentados pero este es un trabajo muy mental». Zaida Miranda (Moaña, 1989) es rescatadora por vocación desde hace más de diez años, en los que ha trabajado en playas de Cangas, Moaña, Bueu, Redondela, Vigo y Cíes. «Tienes que mantener la concentración, la atención no puede decaer aunque lleves seis o siete horas al sol. Ese es el principal reto, no el físico».

En el currículo de esta licenciada en Ciencias de la Actividad Física figuran varias vidas salvadas in extremis y muchas otras que no ha tenido que llegar a rescatar porque, dice, el buen socorrista no es el que más salva si no el que previene. «La mayoría no hace caso al socorrista. A todos nos han dicho alguna vez eso de: ‘‘Llevo 40 años tirándome de esta roca y me vas a decir tú lo que tengo que hacer’’, pero un adulto tiene que saber que también está dando ejemplo a los chavales, a los que sí les puede pasar algo». Miranda trabaja este verano como patrona de la embarcación de rescate que tiene base en la playa de O Con, en Moaña, cuya misión es la de intervenir ante cualquier suceso en aguas de O Morrazo o en la ría de Vigo.

Ahora que los drones copan minutos de informativos por su papel como rescatadores en el mar, no hay que olvidar la insustituible labor de quien detecta el riesgo antes de que llegue a producirse. «A veces ves a una persona que va nadando mal, y se va fuera. ¿Qué necesidad hay? En esos casos tienes que tener un ojo en esa persona y otro en el resto de la lámina de agua». Una labor que se complica en playas muy concurridas como Samil.

«No podría vivir sin mar», dice. En la imagen, de niña, en la playa. Ha trabajado en varios puntos de la ría de Vigo
«No podría vivir sin mar», dice. En la imagen, de niña, en la playa. Ha trabajado en varios puntos de la ría de Vigo

«Cuando lo saqué estaba azul»

«Recuerdo un hombre que se desplomó en la arena por un infarto, le hice RCP (reanimación cardiopulmonar) y afortunadamente teníamos la ambulancia cerca. El peor momento de mi carrera fue el rescate de un hombre al que saqué del agua con un ataque de asma. Cuando lo alcancé estaba boca arriba y azul. Todavía respiraba, lo saqué y le pusimos oxígeno bajo control médico». A la lista se suma un joven que se tiró de una roca en Cíes y que tuvo que ser evacuado en helicóptero. «En Cíes estamos respaldados porque hay una enfermera. A veces lo pasas mal porque, por mucha formación que tengas, no somos médicos». Los infartos y las indisposiciones son muy frecuentes y ponen a prueba la sangre fría de los rescatadores. «La mayoría de las cosas graves pasan en la arena de la playa o en la orilla».

Zaida Miranda tiene 32 años pero es ya una veterana en el oficio en el que la mayoría de sus compañeros no superan la veintena. «En otros países hay socorristas que trabajan toda su vida como rescatadores. Si te mantienes en forma, ¿por qué no?». Quienes quieren dedicarse profesionalmente a salvar vidas en el mar buscan futuro en otras comunidades para combatir la temporalidad. Los que se quedan en Galicia se han convertido en un objeto de deseo para los ayuntamientos costeros que han subido salarios y ampliado contratos para poder izar las banderas azules. Hoy un socorrista cobra entre 1.000 y 1.500 euros al mes. «La Xunta profesionalizó el sector, y está bien, pero hay que tener en cuenta que tienes que superar un curso que te cuesta unos 1.300 euros para poder trabajar tres meses, no a todo el mundo le compensa. Además, yo he llegado a trabajar por 800 euros al mes, cuando éramos muchos socorristas».

Son pocas las mujeres que deciden dedicarse a esta profesión en la que ellas siguen siendo la excepción. «En Moaña solo estoy yo, en Cangas hay dos mujeres entre 25, y en Vigo, cinco o seis. No sé decir por qué somos tan pocas». Quizás la dureza de las pruebas físicas explique, en parte, esta desproporción. «Tenemos que sacar un peso de 80 kilos del agua, los tiempos son los mismos para hombres y mujeres, eso me parece bien, pero no creo que tengan que ser 80 kilos. En el agua los cuerpos flotan, y en la orilla siempre vas a tener un compañero que te va a ayudar. A mí una carga de 80 kilos me saca 20 por encima de mi peso, tengo que estar mejor físicamente que ellos para poder superar esa prueba, tengo que hacer un esfuerzo mucho mayor».

Capítulo aparte merece el uniforme. Ellas, igual que ellos, trabajan con camiseta y pantalón corto pero las socorristas tienen que sufrir la incomodidad y el calor de vestir el bañador por dentro de estas prendas. «Nos deberían dar un bikini deportivo, de dos piezas. Nosotras tenemos que llevar una capa más, cuando a veces hace muchísimo calor. Y si lo mojas, te tienes que quedar con ese bañador mojado, pegado al cuerpo, por dentro de la camiseta». Ni la temporalidad, ni las incomodidades o los riesgos, ni siquiera la falta de equidad impide que Zaida repita cada verano como rescatadora. «Podría ser el mejor trabajo del mundo, viendo el mar, descalza, al sol... Este trabajo es una gozada».

Su canción

«Have a Nice Day», de Bon Jovi. «Elijo esta canción porque mi padre siempre me despertaba con Bon Jovi por las mañana. El primer disco que me compré fue Have a Nice Day. Y creo que este tema para empezar el día está genial, da mucha energía y eso es algo que me viene muy bien en el trabajo».