Ocho días tirado en un apeadero

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

CRECENTE

Xoan Carlos Gil

José Irala da la vuelta a España en silla de ruedas para visibilizar los problemas de los discapacitados

13 abr 2017 . Actualizado a las 16:49 h.

Un hombre de 50 años que da la vuelta a España para visibilizar los problemas cotidianos a los que se enfrentan las personas con movilidad reducida estuvo ocho días tirado en el apeadero de la estación de tren de Pousada Crecente porque se le estropeó la silla de ruedas.

José Irala ha podido sobrevivir a la intemperie durante todos estos días gracias a la solidaridad vecinal. Personas del entorno le han suministrado alimentos y le han hecho compañía. Incluso un vecino le llevó un colchón para que no durmiera a ras de suelo y una mujer del pueblo le realizó varias curas de las heridas que tiene en la zona del sacro después de tantas horas rodando con su silla por carreteras y cunetas de toda la geografía nacional.

José sabe cuál será el mejor recuerdo de su paso por Galicia. La generosidad de las gentes que se ha ido encontrando por el camino y que le han favorecido para que pueda continuar con su particular lucha en favor de las personas con movilidad reducida.

Su aventura terminará precisamente hoy, dado que un vecino del pueblo le ha comprado un billete para que pueda volver a Huelva, de donde es oriundo. Un técnico llegó ayer para repararle los problemas de su silla, que se mueve con baterías de litio, dado que todavía se encontraba en garantía.

La máquina es nueva porque, según afirma, en Barcelona le quitaron la que tenía. «Me robaron y me pegaron porque llevaba la bandera española. Tuve que estar ingresado por los golpes que recibí y lo denuncié», manifestaba ayer, con ganas de volver a su casa en la localidad de Arroche. Entonces le lastimaron dos costillas y la cadera. Solía llevar un ordenador portátil y una tableta, donde iba escribiendo todas sus aventuras y anécdotas, pero también se lo robaron.

«Me quedé tirado en la carretera sin poder ir a ningún sitio». Así empieza a recordar su aventura al llegar a la provincia de Pontevedra. «Me cogieron unos chavales que me vieron mal y me llevaron a una residencia de ancianos cargando con la silla de ruedas, pero allí no me dejaron estar, ni fuera ni dentro del recinto», asegura.

Poco dinero

Este peculiar viajero subsiste con una pensión de 350 euros y, sin apenas dinero, no sabía a donde ir una vez que dejó de poder desplazarse. Así que sentado en el apeadero de la estación de tren ha esperado durante más de una semana a que soplaran vientos mejores. Reconoce que se lleva muy buenos recuerdos. «He conocido a unas personas maravillosas, hay alguien aquí que es una bellísima persona, me lava, me asea y me pone los parches porque tengo heridas de estar tanto tiempo en la silla», asegura.

En poco tiempo se ha ganado el cariño de los vecinos del entorno de la estación de tren.

Siempre viaja con muy poco dinero y cuando se le acaba no tiene más remedio que pedir ayuda a las personas que se encuentra.

Afirma que lleva más de 40.000 kilómetros a sus espaldas desde que hace más de 25 años comenzó a realizar viajes. «He pasado también por el resto de Europa y por América Latina llevando mi mensaje por un mundo sin barreras», afirma. Hasta ahora ha visitado Francia, Italia, Suiza, Alemania y recorrido desde México hasta la pampa Argentina. Uno de los proyectos que tiene en mente es visitar también Asia, no más allá de los 25 kilómetros de autonomía que le permite su silla de ruedas en cada una de las cargas e intentando salvar las barreras que se va encontrando a su paso y que asegura que no son pocas.

Ha recorrido más de 40.000 kilómetros a lo largo de toda Europa y América

Cobra 350 euros mensuales y si no fuera por la ayuda que recibe no podría subsistir

Un hombre que se quedó en silla de ruedas a los tres años por una meningitis

Una meningitis causó una distrofia muscular a José Irala a los tres años de edad. No siente la mitad de su cuerpo de cintura para abajo y también sufre una parálisis en el lado izquierdo. La vida desde una silla de ruedas está llena de barreras, de lugares a los que no puede ir porque a tradicionalmente no se ha pensado en el colectivo de personas con movilidad reducida. La situación ha cambiado en los últimos años porque las nuevas normativas obligan que a la hora de construir se piense también en estas personas. Pero aún hay mucho por hacer.

«Muchas no, muchísimas barreras arquitectónicas, por todos los lados, en bares, colegios y en toda clase de edificios públicos tenemos el acceso muy limitado», asegura este hombre de 50 años de edad. «Aquí hay mucho por hacer aún, basta con viajar a otros países de Europa para darse cuenta de que existe una mayor conciencia para facilitar la vida a las personas que como yo se encuentran en una silla de ruedas», dice.

Esa situación de discriminación que él vivió en primera persona fue lo que le motivó a lanzarse a la aventura y a reclamar un cambio de mentalidad viajando por el mundo para que su voz se escuche en todas partes. Lleva 25 años recorriendo medio mundo con su particular campaña.

«Yo creo que de algo ha servido todo esto», confesaba ayer antes de emprender su última etapa de vuelta a casa. Sin embargo, no será un punto final. Será el tiempo justo para descansar, retomar fuerzas y otra vez volver a salir para lanzar su mensaje. «Dentro de 15 días empezaré otra ruta, si consigo el dinero necesario pienso recorrer las Islas Canarias y allí tirar para África», asegura.