En Cangas se cumplen los mayores sueños: «Toralla es tan bonita como la imaginé»

Monica Torres
mónica torres VIGO / LA VOZ

CANGAS

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Un centro de día hace realidad aspiraciones personales para las que no existen límites de edad

07 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen que para el amor no hay edad, y tampoco para perseguir sueños. Con esa premisa arranca el nuevo centro de día de Cangas, donde los usuarios son partícipes de la organización. «Es un espacio abierto en el que las personas han de sentirse como en casa o en familia, cultivando cuerpo y mente», explican sus responsables, Pedro López y Ángeles Álvarez. «Nunca es tarde para perseguir sueños», defiende la directora. Hace veinte años que ella cumplió uno de los suyos al asumir el timón del centro de día Parque de Castrelos de Vigo, donde el edadismo no entra. Desde hace un año impulsa el programa Cumpliendo sueños, que trata de satisfacer el deseo que eligen cada uno de los mayores que forman parte de esta comunidad.

El resultado evidencia que la edad quizás solo sea un número. Los tres primeros de vecinos de Cangas que se han unido a la familia de los soñadores sin límite de edad arrancaron este verano y ya se están gestando otros nuevos. «Toralla es tan bonita como la soñé hace treinta años, pero lo mejor fue ir con mis compañeros, que tampoco la conocían», explica Loli. Es María Dolores Martínez Pérez, de 67 años. Una mujer muy conocida en su pueblo porque estuvo al frente del surtidor de combustible del muelle, en la avenida Montero Ríos, hasta que se jubiló. Está en el centro con su hermana Josefina y ambas son hijas de Gabriel Martínez Búa, «al que le dieron la concesión por resultar mutilado en la guerra». En el centro de día, ambas disfrutan de esa convivencia y actividad que las ilusiona.

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Loli sufrió hace treinta años un accidente de tráfico. En el hospital se hizo amiga de la mujer del guarda de seguridad de Toralla, que le prometió una visita a este lujoso espacio privado cuando le dieran el alta. «Cuando fui entonces no pude entrar porque solo se podía ir andando y yo tenía que ir en coche porque estaba convaleciente», recuerda. Luego perdió el teléfono de su amiga, pero nunca la ilusión por pisar la isla. Y lo hizo hace unas semanas. «Fue un día emocionante, sin duda», asegura.

El sueño de Teresa Domínguez era hacer una empanada de xoubas de maíz. «Había tanto tempo que non cociñaba que me facía moitísima ilusión. O máis difícil é montala porque ten que ser pouco a pouco, pero creo que saiu ben», dice esta mujer de 95 años que puso a prueba sus habilidades culinarias ante sus compañeros y ya están esperando a que le vuelva a entrar el gusanillo. Porque de la empanada de esta veterana bateeira dieron buena cuenta el día de la salida a Toralla. «Hicimos un pícnic en la playa de O Vao y nos la comimos con unas cervezas sin alcohol. Estaba riquísima», confirma Loli. «Deixei o lombo na batea. Agora é moito máis doado porque non hai que facer tanta forza», defiende la maestra cocinera del centro.

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Para el de Josefa, a la que todos llaman Fini, hubo que tirar mano de un vecino y no solo lo disfrutaron también sus compañeros. «Amo a los animales desde pequeña porque nací rodeada de animales. Mi madre tenía cerdos, gallinas, ovejas...», explica. Tras la visita a la granja de un conocido, en la que recuperó el contacto con perros, bueyes, cerdo y cabrita incluida, desborda tal entusiasmo que parece con ganas de montar su propia arca de Noé.

«Cumplir sueños es fantástico, pero estar aquí también porque conocemos gente, hacemos manualidades y viajamos», sostienen mientras planean con Casandra, que es una de las trabajadoras, su próxima salida: el lunes, a las Festas de Darbo. La directora dice que «son deseos muy terrenales» aunque, a juzgar por el relato de sus protagonistas, acarician un pedacito de cielo. «La mayoría tienen que ver con recuperar actividades que hacían cuando eran independientes. Son sueños muy simples que por diversas circunstancias se vuelven casi inalcanzables», señala. Se han volcado con este proyecto ya que apuestan por «experiencias con alma» y eso incluye también su espacio del día a día. «Cumplir sueños nos da tantas alegrías y satisfacciones a cuantos nos volcamos en su preparación como a los que los piensan, es un feedback muy sano», insiste.

Su centro está hecho de pedacitos de todos, porque además de estar ambientado en el entorno, con cortinas hechas con red y vistas al mar, los usuarios aportan fotos, trabajos o cualquier tipo de complemento que ayude a conformar esa vida propia e identitaria del grupo.