El «panteón» conjunto para honrar en Cangas a las 21 víctimas del Villa de Pitanxo

CANGAS

Una placa con los nombres de todos los fallecidos en el naufragio fue descubierta en presencia de viudas, huérfanos y otros familiares que perdieron a sus seres queridos en Terranova

04 mar 2023 . Actualizado a las 16:59 h.

La señora Hilda recorrió medio mundo para dar sepultura a un hijo, Daniel More, y a un nieto, Diego Andrés. Era febrero del 2022. Ambos iban a bordo del Villa de Pitanxo y ambos fallecieron en el naufragio ocurrido en Terranova. El mes pasado viajó nuevamente desde su Perú natal para el cabo de ano del hundimiento; también para, ayer, presenciar, de luto, el homenaje a las 21 víctimas fallecidas organizado en Cangas. Una placa, sobre un monolito de piedra, recoge los nombres de las 21 difuntos.

«Yo tengo 75 años, nunca pensé que tendría que venir a España para esto, solo para visitarles, que ya es duro por el hecho de tener a mis seres más queridos tan lejos de nuestra casa. Nadie pensó que esto ocurría nunca, tengo más de diez nietos», explica la señora Hilda, cuya familia lleva años afincada en la capital de O Morrazo.

Otro hijo suyo, padre de Diego Andrés y hermano de Daniel, también habló en el acto de ayer. Se llama José, se expresó con claridad, aunque nervioso y conteniendo el dolor y la rabia por las consecuencias de una tragedia que, según la investigación de la Guardia Civil judicializada en la Audiencia Nacional, pudo evitarse: «Es muy duro... y solo reiteramos el agradecimiento a la sociedad y pedimos justicia y verdad. El dolor no desaparecerá. Aunque no nos vean con lágrimas, las familias están rotas por una insensatez».

José, su madre, la señora Hilda, y sus otros familiares tienen el consuelo de haber enterrado a los seres queridos muertos. No a Edwin Andrés Córdoba, un sobrino político que vivía en Cangas y falleció igualmente en las heladas aguas de Terranova. No todas las familias del resto de tripulantes tuvieron las misma suerte. Ayer, en el acto celebrado en Cangas, estaban presentes casi todas. La mayoría, mujeres viudas que nunca más verán a sus maridos, ni tienen una tumba a la que llevarles flores. También acudieron los niños que perdieron a sus padres, la mayoría siendo tan pequeños que no conservarán recuerdos de los progenitores.

San Juan de Terranova, el último

El homenaje celebrado en Cangas es el enésimo de otros organizados previamente en Marín, Pontevedra o Cambados, y que dará paso a otros que tendrán lugar en Vigo y Bueu: «La intención fue siempre que los ayuntamientos en los que residían las víctimas de esta tragedia organicen un acto y dejen constancia de lo ocurrido», explicó María José de Pazo [hija de un tripulante fallecido y portavoz de las familias damnificadas] en su intervención. También anunció que habrá un último acto, con placa, para recordar a los 21 muertos en San Juan de Terranova, Canadá; el puerto más próximo al lugar del naufragio. Allí se hundieron, sin recuperarse, doce cadáveres que serán recordados para siempre en tierras canadienses.

Pero el homenaje de ayer en Cangas no era uno más. En Cangas vivían los benjamines de la malograda tripulación: Raúl González Santiago y Diego Andrés, además de otros fallecidos. En Cangas tiene también su puerto base el Playa Menduíña Dos, el pesquero que rescató a los tres supervivientes del Villa de Pitanxo, recuperó cadáveres y su tripulación, mucha residente en el ayuntamiento y en la comarca, está siendo crucial en la investigación judicializada en la Audiencia Nacional. Pero en Cangas residen también el patrón del Villa de Pitanxo, Juan Enrique Padín, y su sobrino, Eduardo rial, marinero del pesquero hundido.

Ambos sobrevivieron al naufragio en unas condiciones que se investigan por lo sospechosas que resultan, y que en el caso de Padín implican que esté investigado oficialmente como presunto autor de 21 homicidios por imprudencia. A mayores, la actitud de ambos está lejos de ser empática con los familiares de las víctimas, incluso se dejaron ver de fiesta durante el entroido del año pasado y el del mes pasado. Quizá por eso, ayer, De Pazó dijo en su intervención que «para algunos la vida es un carnaval, pero allá ellos, no vamos a dejar que la mentira prospere: la memoria de los 21 muertos no lo permitirá».

La parte final del acto de ayer, frente al puerto de Cangas, fue especialmente emotiva. Los familiares, al descubrirse la placa, depositaron rosas blancas a los pies del monolito, y todos, sin excepción, entre abrazos y lágrimas, iban uno a uno tocando el nombre forjado en relieve de cada ser querido que nunca volverá.