Los bolsos con conciencia con los que Bárbara «reseteó» su vida

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

CANGAS

CAPOTILLO

Hechos con papel reciclado y otros materiales sostenibles, tienen historia

04 ene 2022 . Actualizado a las 19:30 h.

El año 2011 no fue el de la pandemia. Ni tampoco cayó un meteorito. Pero lo cierto es que para Bárbara Martínez (Cangas, 1981) ese año lo cambió todo. En el 2011 nació su hija Lola y, entonces, como suele ocurrirle a tantas madres, su mundo dio un giro de 180 grados. Ella, que había estudiado interiorismo y había tenido distintas ocupaciones literales, de repente sintió que la crianza debía ser su razón de vivir. Y así lo fue. Poco a poco, como también suele pasar siempre, sintió que quería volver a hacer cosas. De su parte tenía una mente siempre inquieta y creativa y unas manos tremendamente habilidosas. Así que se apoyó en ambas. Y decidió «resetearse». ¿Qué hizo? Se convirtió, poco a poco, en artesana. Y en ese punto continúa.

Todo empezó cuando comenzó a leer sobre la posibilidad de confeccionar bolsos con papel. Estuvo tiempo y tiempo encerrada investigando. Lo cuenta ella misma con una buena sonrisa: «Necesitaba saber muchas cosas antes de empezar... cómo tratar el papel, cómo hacer que fuese resistente e impermeable... Además, tenía muy claro que quería hacer bolsos con conciencia, sostenibles y responsables con el medio». De esas investigaciones encerrada en casa nació una primera colección de bolsos con papel de revista reciclado; accesorios que forman hermosos y coloridos mosaicos y que le permitieron a Bárbara comprobar que sus diseños gustaban al público.

Llegó la pandemia y, como todo, los proyectos de Bárbara también sufrieron un frenazo. Pero, haciendo de la necesidad virtud, ella aprovechó el confinamiento para investigar de nuevo. Quería encontrar más materiales sostenibles para hacer bolsos. Y, entonces, fue cuando dio con la pulpa de madera de celulosa; un material muy duro, que ella ablanda y al que le está sacando un enorme partido. Comenzó a trabajar con ese material, con unos rollos grandes de pulpa que ella se encarga de cortar y preparar y de ahí nació una segunda colección, que ahora tiene en el mercado. Descubrió que, pese su escaso peso y su apariencia frágil, se puede lavar, coser o planchar.

En medio de todo su proceso creativo, Bárbara se percató de que necesitaba un buen nombre artístico. Le gustaba la imagen de su cabeza llena de ideas y de papeles volando sobre ella, porque así es como se veía en aquel momento. Pensó en llamarle a su negocio milhojas de papel. Pero sentía que al nombre le faltaba algo. Y ahí fue cuando entró en escena el romanticismo y la familia: «Nos mudamos a una casa de alquiler muy idílica para nosotros, en la que había muchas cosas de los anteriores inquilinos que tuvimos que sacar. De todo lo que había dejamos un cuadro muy bonito en la habitación de nuestra hija. Y, un día, estando con ella me di cuenta de que en aquel cuadro estaba el nombre de mis bolsos. Porque allí aparecía una niña con su melena al viento... y de ahí salió Melena de Papel, que es como al final nos llamamos». Habla en plural porque, insiste, lo suyo es un proyecto hecho en familia.

Comenzó a vender en Internet y en alguna tienda —en Pontevedra tiene sus bolsos Amo Galicia— y de momento la llama de sus bolsos con conciencia se mantiene. Bárbara sigue llena de proyectos. Pero no quiere apurarse. Producir mucho no entraría en sus parámetros de responsabilidad. Así que va bolso a bolso.