Corrales se instala en el Olimpo

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

CANGAS

MARCOS CANOSA

El portero de Cangas inicia hoy la liga francesa con el PSG, uno de los grandes equipos del mundo

13 sep 2017 . Actualizado a las 17:09 h.

«Creo en la suerte, pero he constatado que cuanto más duro trabajo, más suerte tengo», dice Rodrigo Corrales (Cangas, 1991), parafraseando a Thomas Jefferson. Que el esfuerzo atrae resultados lleva comprobándolo desde que era un crío. Se enroló en el balonmano arrastrado por sus amigos y se quedó porque, además de engancharle, le daban todas las facilidades. «Me venían a recoger a casa para que pudiera entrenar, no me cobraban las cuotas, me regalaban las sudaderas, Muratovic me dejaba sus muñequeras... ¡Me hacía una ilusión! ¡Había tanta gente esforzándose que yo tenía que poner de mi parte!». Y lo hizo. A sus primeros pasos en el Balonmán Cangas, le siguió su fichaje por el Barcelona cuando solo era un adolescente. Defendió cedido la camiseta del Huesca y se marchó a Polonia para crecer. Ha franqueado las puertas de la selección española y se ha enrolado en uno de los equipos más potentes del mundo. Hoy se estrena en la liga francesa con el Paris Saint Germain. Corrales se ha instalado en el Olimpo.

«Es un privilegio estar en un club tan grande y con jugadores de tanto calibre. Cuando eres pequeño y ves por la tele a gente tan buena piensas que te encantaría ser como ellos algún día, pero realmente no te lo planteas, simplemente las cosas van surgiendo y tú vas luchando», dice el portero. Con sus más de dos metros de estatura, de pequeño practicaba piragüismo, fútbol y «veinte mil historias», y no fue hasta los once o doce años cuando se animó con el balonmano. Al llegar al pabellón su monitor intentó colocarlo como lateral, pero Corrales no transigió. «En el fútbol yo jugaba de portero, no porque fuera bueno, sino porque era el más alto, así que cuando me dijeron que tenía que jugar de lateral dije: ‘no, yo soy portero’». Una decisión que acabaría por marcar su vida.

En el Balonmán Cangas Corrales se enganchó a la disciplina y a lo que traía de la mano. «Imagínate, éramos unos críos y los fines de semana íbamos a jugar por media Galicia, conocíamos lugares y gente, era maravilloso». Pero lo que al principio era un pasatiempo con sus amigos, se fue convirtiendo en algo serio. La prueba: cuando el Barcelona llamó a su puerta. «Tenía quince años. Creo que fue en ese momento cuando pensé que a lo mejor lo del balonmano no era solo una diversión, que podía ir en serio si trabajaba y me sacrificaba».

Cogió el petate, cruzó el país y se integró en una vida en la que estudios, valores y deporte iban de la mano. «Cuando te vas allí siendo un chaval, ya sacrificas cosas. Te alejas de tu familia, de tus amigos y de tu hábitat. Yo pensé que si hacía ese sacrificio, tenía que ser por algo». Maduró, se formó y se adentró en un mundo profesional sin hacer mucho ruido.

Llegó la marcha a Huesca y después el salto internacional al Wisla Plock polaco. Y también la llamada de la selección española. Primero en entrenamientos, y en los últimos tiempos como uno más en el equipo. Debutó en el último Mundial en un choque en el que acabó con un reloj en la muñeca que le reconocía como MVP del partido, y vivió el dolor de caer en el Preolímpico formando parte de un combinado que está en plena renovación. 

La consagración con el PSG

La carrera de Corrales ha sido discreta, pero muy sólida. Fue hace dos estíos cuando dio un golpe sobre la mesa. El Paris Saint Germain, uno de los grandes, anunciaba su fichaje, que se sustanció este verano. «Estar en un equipo como París es el techo deportivo a nivel de clubes en Europa. En todo el continente hay tres o cuatro equipos como el PSG y para mí es un privilegio».

El día a día del cangués transcurre ahora entre figuras como el mítico portero Omeyer o los hermanos Karabatic. «Estamos hablando de que son algunos de los mejores jugadores del mundo, y tanto a nivel particular como deportivo están intentando ayudarme en todo lo que pueden. Realmente la adaptación está siendo muy buena. Tengo que ir mejorando y progresando, pero estoy realmente contento», explica desde la capital francesa.

Si algo tiene claro es que el camino para mejorar es empaparte de todo lo bueno que te rodea. «Siempre he intentado aprender de la gente que tengo cerca, en el caso de los porteros, coger lo mejor de cada uno». Así, y con un esfuerzo que jamás negocia, ha guiado su vida. «Sé que he venido a un equipo ganador, pero también sé que mientras entrenes, estés concentrado y des todo lo que tienes, nadie te va a reprochar nada. Ahora mismo mi objetivo es alcanzar el máximo nivel y ayudar a mi equipo».

En París, Corrales quiere seguir creciendo, alimentando su balonmano y sus ansias. La mayor, la de defender la portería de la selección española en una Olimpiada. «Ese es mi gran sueño». Mientras, seguirá cumpliendo otros retos con la camiseta del PSG.