Los buzos de las familias de los marinos planean bajar el viernes a 30 metros

e. v. pita VIGO / LA VOZ

CANGAS

El mal estado de la mar disuadió ayer a dos buceadores que se iban a descolgar desde un helicóptero

03 feb 2016 . Actualizado a las 10:29 h.

El expatrón mayor de la cofradía de San Francisco de Vigo, Julio Alonso, aguardaba ayer a pie de muelle en Bouzas a que atracasen los tres barcos que sus allegados han fletado para buscar en el mar a su hijo Borja y al pescador portugués Filipe Carvalho, desaparecidos el viernes. En una nave almacenan los restos recuperados del naufragio de la planeadora Látigo al sur de las Cíes, como el costado del Látigo y ropas.

A media tarde desembarcó Manuel Carvalho, el padre de Filipe, su único hijo. En su cuarto día de rastreos no encontró nada. Julio Alonso apoya su mano en el hombro para consolarlo.

El Karolo, en el que viajan el padre de Filipe y dos tíos de Borja, el Alba María Alonso y el Bucéfalo tuvieron ayer un día duro. Un barco se adentró en mar abierto a 5 o 6 millas de Cabo Silleiro y las Cíes sin resultado. Al volver, recogieron a unos compañeros que exploraron a pie la isla Sur. Prefieren que los voluntarios que les apoyan sean percebeiros o gente de mar para evitar accidentes. «Estos días salieron un montón de barcos de Cangas, de Canido y los percebeiros, que nos echaron un cable arriesgando más de lo que debían el domingo, un día malo en el que estuvieron al pie del cañón», dice el excuñado del expatrón mayor, Juan Antonio Presa. «Hoy, nada», lamenta. Planean dar una batida por las calas de la isla Norte donde se vacía la basura y los maderos que arrastra la corriente.

Saben por experiencia que el plazo se agota. Pasados 8 o 9 días del naufragio, los cuerpos salen a flote y luego se hunden para siempre. «Son como troncos rodantes que van por el fondo de aquí para allá», dice un experto.

La única inmersión en las rompientes del islote Boeiro-Agoeira fue el lunes. Unos amigos que son hombres rana bajaron al fondo del punto del naufragio, a 13 metros de profundidad. Hallaron la chapa del costado de la planeadora Látigo, un hierro y cuerdas.

Dos buceadores amigos de la familia intentaron bajar ayer al islote descolgados del cable de un helicóptero pero abortaron la misión porque el mar no se lo permitió. Querían inspeccionar los entrantes de las rocas del islote porque sospechan que los cuerpos están atrapados en las grietas. El día clave será el viernes porque habrá buen tiempo. Su plan es que atraquen cuatro planeadoras en el punto del naufragio y bajen bastantes buzos a sondear un barranco de 30 metros de profundidad y sus grietas.

«Nos toca esperar a que el mar nos dé una tregua», dice Presa, marinero del Alba María Alonso. Él recorrió a pie con vecinos y amigos la costa que va de Cabo Estai a Monteferro y Patos. «Si una barca vuelca, es normal que floten los remos o las tapas de los tambuchos, ¿a dónde se los llevó el mar?», se pregunta.

El viernes se cumple una semana de la desaparición y al octavo día, los ahogados saldrán a flote. «Este proceso tiene un período y lo demás son cuentos chinos. El ahogado puede salir a flote, no sabemos si aquí o en las islas Azores, y si luego se va abajo, ya es para siempre. En otros naufragios, hubo gente que siguió angustiada preguntando '¿dónde están?', lo viví en mis carnes, pero más allá del noveno día no tengo esperanzas de buscar. La próxima semana se cumplen los tiempos, tres días más y desistiremos de la búsqueda», lamenta Alonso.

«Cuando el mar es duro es cuando más pescas y cuando eres joven arriesgas más», dice Alonso

Julio Alonso habló con su hijo por última vez a las 18.00 horas del viernes. Borja le dijo por teléfono que él y Filipe querían pescar algo más de robaliza (que frecuenta las rompientes) pero Alonso les previno de que se les iba la luz. Lanzaron la última con fuertes corrientes y mar bravo. Todo apunta a que un golpe de mar volcó la lancha. Alonso, que a tantos sacó del mar, tuvo que ir a por su hijo en la oscuridad rumbo al islote Boeiro. «Fui el primero en salir al mar a buscar a mi hijo, era de noche y había un mar con olas de metro y medio, quizás con ayuda de 20 hombres rana los hubiésemos encontrado si aún estaban allí», reflexiona.

«El motor estaba perfecto, ellos desde las ocho estaban pescando. Fue un accidente y punto. En nuestro trabajo hay que arriesgar, nos metemos allí, es como si vas en un coche y te la pegas, no hay que buscar más explicaciones, arriesgamos porque así es nuestro trabajo, cuando el mar es duro es cuando más se pesca, un pescador bueno arriesga más que yo o que tú, si eres joven y tienes 30 años, arriesgas más que con 50», explica.

La familia también hizo estos días rastreos a pie por el faro de las Cíes para tener campo de visión pero «nada». Les apoya el patrón mayor de Cangas que movilizó a los suyos, marineros de confianza como Luciano, del Karolo, o Manolo, de Cangas, y otros fieles compañeros como Ángel o Jose, e incluso un amigo de la infancia de Filipe con el que siempre iba a pescar.

La inmersión de los GEAS será cuando el mar lo permita

En el quinto día de rastreos, Salvamento Marítimo puso en el aire tres helicópteros. El Pesca I hizo rastreos por la tarde entre Santa María de Oia, Cabo Silleiro y Cabo Estai. Las embarcaciones exploraron hasta la Costa da Vela, en Cangas. Pero el mar de fondo puso en dificultades a una embarcación auxiliar de la lancha «María Pita» , que renunció a acercarse al punto señalado ese día. Fuentes de salvamento confirmaron ayer que la jornada acabó sin resultados. Todo apunta a que a partir de hoy el tiempo va a mejorar y que, en función del estado de la mar, los submarinistas del GEAS de la Guardia Civil podrán realizar sus primeras inmersiones, no se sabe si hoy o mañana, en una operación combinada con Salvamento Marítimo de Fene.