El acusado de matar a su exmujer en Baiona confiesa que utilizó un hacha

J.R. VIGO / LA VOZ

BAIONA

Xoán Carlos Gil

Ángel Rodríguez está sometido a un protocolo antisuicidio en la cárcel

18 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Ángel Rodríguez Da Costa decidió romper su silencio doce días después de ser detenido. Habló por primera vez el jueves, ante su abogado, Saúl Vidal; aseguró «no acordarse de nada». 24 horas después, ayer, ya ante la titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Vigo, desapareció la amnesia. Rodríguez relató detalladamente cómo asesinó el 5 de febrero a su exmujer, Beatriz Lijó, de 47 años, en presencia de los dos hijos de ambos ante el portón de la casa de la víctima. La manifestación cambia su situación procesal; pasando de presunto asesino a autor confeso del crimen. También permite cerrar la reconstrucción de lo ocurrido a última hora de la tarde de aquel domingo.

Ángel Rodríguez ponía punto y final a un fin de semana en compañía de sus hijos, de 9 y 7 años. Pero el régimen de custodia obligaba a entregarlos en casa de su madre a las ocho de la tarde. Él cumplió, estaba a la hora prevista en el lugar indicado: calle San Roque, barrio de Percibilleira, en la parte alta de la Baiona. Se bajó del coche acompañado de los críos, pero también de un hacha de unos 35 centímetros y de un cuchillo de cocina de 10 centímetros, entre el filo y el mango. Rodríguez lo confesó detalladamente ayer en el juzgado. Y ambas armas encajan con el resultado de la autopsia practicada a la fallecida: la golpeó con el hacha en la cabeza causándole la muerte, y con el cuchillo provocó heridas punzantes a la víctima.

El arrebato de sinceridad de Da Costa implicó detallar que el hacha la tiró en un monte, sin poder concretar dónde. El cuchillo lo recuperó la Guardia Civil, y a falta de conocer los análisis de laboratorio, puede ser una prueba de cargo imposible de desmontar si contiene restos de sangre de la víctima y huellas del autor confeso del crimen.

Da Costa declaró en presencia de su abogado, de la Fiscalía, del abogado que representa a la familia ejerciendo la acusación particular, y de otro letrado que, como acusación pública, representa a la Xunta. Todas las partes solicitan que el crimen de Beatriz Lijó se califique de asesinato. Da Costa se enfrenta también a otros dos delitos contra la integridad moral de los dos hijos menores de la pareja, que presenciaron el crimen. Su abogado, a modo de atenuantes, solicitó que se reconozca el arrebato, la obcecación y la confesión.

Ángel Rodríguez ejercía hasta su arresto, haciendo una sustitución, de profesor en el instituto Pedro Floriani, en Redondela. Tras cometer el asesinato, llevó a los niños a casa de su madre, en Sabarís, Baiona, a unos cuatro kilómetros de la escena del crimen. Luego, emprendió la huida en coche. Estuvo desaparecido 12 horas, hasta entregarse en la Comisaría de la Policía Nacional de Ourense a la mañana siguiente. Se descarta que utilizara la autovía A-52 para llegar a la ciudad de As Burgas porque las cámaras de seguridad no detectaron su matrícula. Lo que implicaría que se desplazó por la carretera N-120.

Teléfono desaparecido

Pero la premeditación de Ángel Rodríguez no se evidencia únicamente en el hecho de personarse en casa de su mujer, acompañado de los hijos de ambos, armado con un hacha y un cuchillo. Su teléfono tampoco se ha localizado, ni hay esperanzas de localizarlo. Da Costa se deshizo del terminal en algún momento, pero con la precaución de apagarlo previamente para que no emitiera señales que permitan rastrear sus pasos. Al fin y al cabo, él fue siempre el único sospechoso del crimen e hizo todo lo posible para no dejar pistas.

Desde su arresto, e ingreso en la cárcel de A Lama, ha permanecido en la enfermería del penal, junto a otros 40 presos. Siempre custodiado por un interno de apoyo que lo vigila para evitar que se suicide. Da Costa cumple todos los factores de riesgo fijados por Instituciones Penitenciarias, y toda precaución es poca. Hasta ayer, que confesó el crimen en los juzgados de Vigo, mostró un perfil frío, «muy frío», explican en el penal. Pero tampoco cerrado a socializar. Habla con su interno de apoyo y otros presos de la enfermería. La preocupación, ahora que confesó la autoría del crimen, implica saber cómo lo encajará; por eso, Da Costa seguirá residiendo en la enfermería sometido al mismo protocolo antisuicidio.