«Hay pozas en las que si llenas un camión de agua ya no se recupera; seca, queda un hilo»

J. R.

BAIONA

Oscar Vázquez

09 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Paqui Romero es hija de agente forestal y, desde hace seis años, patea los montes de Baiona a diario. Es la agente forestal destinada en el municipio tras pasar dos años en Ourense y diez en O Carballiño. «Estudiamos [con Manuel Ogando] en la escuela de capataces de Lourizán y trabajamos de peones en los incendios, venimos rodados. Mi padre, ya jubilado, fue agente forestal, esto se vive, es muy vocacional. A veces incluso me preguntan las amigas si paso miedo por el monte... Yo siempre les digo lo mismo: dónde estoy mejor que en el medio del monte. Es un trabajo chulo, con momentos complicados, pero muy gratificante». Baiona, en lo referido al medio rural, «funciona bastante bien, solo por ser una zona con tanto turismo ya hay mucha presencia. Las franjas de seguridad de las viviendas también funciona bien. El Ayuntamiento envía los requerimientos por carta a los propietarios. Sobre todo desde los grandes incendios del 2017, ahí sí se pusieron las pilas. De no encontrar al propietario se envía a la brigada para que desbroce de forma subsidiaria. Y eso que es una medida bastante impopular, políticamente hablando, pero no les queda otra».

Baiona y Fornelos suponen dos claros ejemplos de municipios con montes y modelos de gestión contrarios. El segundo apenas tiene población, el primero sí y en verano se triplica. Pero de qué manera afecta a sus montes: «Tenemos un índice de población muy alto todo el año, y ahora más. Eso implica muchísima gente en el monte, ya sea en bicicleta, caminando o en quads. Nosotros estamos desbordados, más en verano. Siempre hay gente y a veces se conduce de forma temeraria». El patrón incendiario suele repetirse, por eso se tiene constancia de cada giro inesperado de las llamas, laderas por las que se deslizan mejor y otros detalles. Pero el fantasma de la sequía en estos oasis, algunos selváticos, no tiene solución ni en Baiona, Fornelo o Cervantes, ya en la montaña lucense. «Baiona, por ejemplo, tiene buenas zonas con regatos y agua. En el monte de A Groba también, y ya está todo seco. Hay pozas en San Cosme, si subes por Chan da Lagoa y Cortelliño llegas, que se aprovechan si hay incendios. Pues hay una que no tiene nada, un hilo. Sacas un camión y no recupera, seca. Está todo igual y aún queda agosto y a ver septiembre».

La pandemia y su confinamiento tampoco ayudaron. El testimonio de Paqui Romero es válido en cualquier municipio de Galicia: «En el covid estuvimos trabajando todos los días para vigilar. No se podía estar en el monte, pero claro, tampoco se pudo estar en las tierras y hacer los trabajos. Se hacen ahora, por eso están desbordados. No hay tractores para todos, el trabajo de buena parte del año se concentra en tres meses. A eso añada el calor, el monte está que cruje, como a finales de agosto». Paqui y Manuel concluyen que al final cada ayuntamiento acaba teniendo su propio plan, siempre atendiendo al movimiento que, dicen, se puede prever atendiendo a grandes frentes extinguidos en el pasado. «Es la técnica de trabajo que seguimos, pero no quiere decir que sea infalible. Los agentes de cada zona lo van realizando, aunque no siempre se logra. Hay muchos factores que pueden impedirlo. Son cosas que aparentan ser sencillas, pero son muchas y hay que casarlas todas para buscar ese orden».

Lo único seguro es que el panorama se va complicando a medida que avanzan los meses de calor. El escenario invita a pensar que, de llegar, llegarán a finales del verano. «Incluso octubre, si todo está seco les será más fácil que prenda y avance. Ahí sí ya dependemos de muchos factores. El fuego, impredecible, lo primero. Pero bueno, al final todos sabemos cómo empieza la gran mayoría a los que acudimos. Contra eso poco se puede hacer, o lo sorprendes con el mechero en la mano, o resulta casi imposible probar la autoría».