A Guarda se baña en vino tinto tras la subida a la cima del monte Santa Trega

e. v. pita VIGO / LA VOZ

A GUARDA

Óscar Vázquez

Miles de romeros acompañaron a las bandas marineras hasta la cumbre y juraron reunirse otra vez el próximo año

15 ago 2023 . Actualizado a las 01:47 h.

Subieron con sus camisetas y pantalones de blanco impoluto y, como es tradición, bajaron teñidos de morado. Su reto fue hacer cumbre en el monte de Santa Trega, en la villa marinera de A Guarda. La cima se sitúa a 341 metros de altitud y atesora grandes secretos porque desde su mirador se divisa una panorámica de 360 grados de la desembocadura del río Miño, la orilla del norte de Portugal y la agreste costa gallega. Para subir a pie, hay que caminar por la zizagueante carretera o, si se quiere atajar a costa de quedarse sin aliento, por una empinada cuesta con peldaños de piedra que cruza el bosque. Una vez que los caminantes atraviesan las cabañas del castro galaico más visitado de Galicia, con más de 2.000 años de antigüedad, se llega a una capilla y, más arriba, a la zona del museo y los restaurantes, donde se hace cumbre. El premio de alcanzar la acrópolis de Santa Trega es disfrutar de unas vistas espectaculares del océano mientras el fuerte viento levanta el pelo y azota la cara, más en un día templado como el de este domingo.

Miles de romeros vestidos de blanco participaron el domingo en la jornada principal de las Festas do Monte. Cumplieron un año más con el ritual y la tradicional subida a pie mientras acompañaban a las bandas mariñeiras hasta la cima. Las comitivas, que enarbolaban coloridos banderones, abarrotaron la montaña. Tras hacer cumbre por la mañana, llegó la celebración con una romería campestre en el propio monte de Santa Trega con una comida. Tras los postres, le siguió el juramento conocido como la «jura» donde los romeros y los marineros prometieron reunirse allí otra vez el próximo año. Esta ceremonia fue regada con ríos de vino tinto porque muchos jóvenes se bañaron bajo los chorros de garrafas de 25 litros que sostenían a morro con sus manos sobre sus cabezas. Quien más y quien menos, salió con su ropa morada. Una verbena en A Guarda y los fuegos artificiales despidieron una de las fiestas más populares del verano gallego.