Un narcovelero hundido frente A Guarda será clave para juzgar el primer gran alijo de la pandemia en España

Javier Romero Doniz
Javier Romero VIGO / LA VOZ

A GUARDA

Los 3.700 kilos de cocaína decomisadas fueron expuestos en la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra
Los 3.700 kilos de cocaína decomisadas fueron expuestos en la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra Cedida

Carlos Silla, de Vilagarcía, y Antolín Pajuelo, de A Guarda, y el resto de acusados responderán desde el lunes por los 3.700 kilos de cocaína decomisados en marzo del 2020

20 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El primer gran alijo de la pandemia en España, 3.700 kilos de cocaína; el regreso a la escena de un viejo roquero gallego, Antolín Fernández Pajuelo; el surgimiento de otro exponente de la última generación de la cantera arousana, Carlos Silla; un narcovelero atravesando el Atlántico igual que un autobús de línea; una persecución a la luz de la luna por la ría de Arousa con planeadoras asediadas por patrulleras y un helicóptero; y un final de película para esconder la segunda prueba del delito después de los fardos, el narcovelero.

El responsable de la travesía, Antolín Fernández Pajuelo, lo hundió frente a su villa natal, A Guarda, para no dejar rastro, pero sin imaginar que tras su detención una cámara descendería 110 metros para recoger las imágenes que demostrarían que ese barco, bautizado Benirras, se hundió al sur de Galicia tras viajar a Sudamérica, cargar el millonario alijo, regresar a España, descargar buena parte de la droga frente a la ría de Arousa y acabar la singladura frente A Guarda con el naufragio provocado.

Así se resume una investigación para enmarcar, a la vieja usanza, apuntalada en trabajo de calle y sin colaboración internacional. Se bautizó operación Tuneladora-Lince y la cocinaron a partes iguales el Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA) de la Guardia Civil y el grupo II de la Unidad de Droga y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional, ambos con sede en Pontevedra, se instruyó en el Juzgado 2 de Cambados y fue tutelada por la Fiscalía Antidroga en la provincia. El lunes comenzará el juicio en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Pontevedra y se prolongará toda la semana.

Carlos Silla, considerado por la Fiscalía el líder de la trama, afronta una petición de cárcel de 18 años: «Dirigió, sufragó y coordinó las labores guiadas a la disposición de las embarcaciones precisas para el desarrollo de la actividad criminal, desde luego del velero Benirras y su embarcación auxiliar, preparados desde enero de 2020 para introducir en territorio español en marzo de 2020». Pajuelo ocupa el segundo escalafón de la organización y el fiscal le reclama 13 años de prisión. Junto a Daniel del Rio Señoráns y José Oswaldo Tapia Alcalde «conformaron la tripulación del velero en su travesía transoceánica guiada, únicamente, a la introducción del cargamento de cocaína».

El origen

La operación Lince-Tuneladora empezó en diciembre del 2019, al tenerse constancia de que el velero Benirras, próximo a las Rías Baixas, podría transportar un gran alijo de coca. El Servicio de Vigilancia Aduanera lo inspeccionó, pero con resultado negativo. Sí estaban a bordo Pajuelo, propietario del barco, y Carlos Silla, en condición de patrón. La tesis policial indica que un supuesto porte de coca fue descargado antes de arribar los aduaneros. El EDOA y la UDYCO compartieron información y trabajo de campo desde entonces.

La lancha. Pajuelo y Del Río ayudaron a trasvasar los fardos a las planeadoras y, ya frente A Guarda, hundieron el velero. Luego, en la lancha auxiliar, se desplazaron al puerto de la villa con cinco mochilas negras.
La lancha. Pajuelo y Del Río ayudaron a trasvasar los fardos a las planeadoras y, ya frente A Guarda, hundieron el velero. Luego, en la lancha auxiliar, se desplazaron al puerto de la villa con cinco mochilas negras.

El Benirras, marca Trehardm, se localizó amarrado a los pocos días en el Club Náutico de Portonovo. Jesús Francisco Alonso, por orden de Silla, expone la Fiscalía, asumió el acondicionamiento del velero para la enésima travesía. Contrataron equipos electrónicos, pagados en B, y recurrieron a la grúa de la cofradía local para acometer reparaciones. Todo indicaba que el casco blanco del Benirras se adentraría en el Atlántico más pronto que tarde. No se equivocaron. El Benirras zarpó y cargó un porte millonarios de cocaína sin saber que lo esperaban a porta gayola en la bocana de la ría de Arousa para abortar una descarga de formato clásico: barco nodriza, planeadoras y lancheros avezados.