Antolín Fernández Pajuelo: una vida entre el tráfico de coca y hachís, tiros con un camarero y un secuestro

A GUARDA

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El supuesto cabecilla del último gran alijo en Galicia es uno de los detenidos y acumula un amplio historial en Galicia

31 mar 2020 . Actualizado a las 09:52 h.

Hace dos mil años largos, Publio Terencio Africano consignó un proverbio que, con las oportunas modificaciones, bien puede serle de aplicación al hipotético cabecilla de la red que acaba de caer entre A Guarda y Arousa. Si nada de lo humano le resultaba ajeno al clásico latino, lo cierto es que pocos palos del submundo criminal le restan por tocar a Antolín Fernández Pajuelo, cuya diversificada trayectoria delictiva se extiende a lo largo de tres décadas.

 Una de las primeras referencias que pueden rastrearse sobre el guardés se remontan a 1989, cuando participó en las aventuras del Terral, un pesquero que navegó al Caribe dos veces en busca de cocaína y, años después, le granjeó un procesamiento que esquivó por encontrarse en rebeldía. Ya entonces sobresalían sus excelentes contactos en Portugal. En 1997, vuelta a las andadas al hilo de la operación Júnior, que concluyó con medio centenar de detenciones y la incautación de 17.000 kilos de hachís, 687 de cocaína y 14.000 litros de whisky, a los que los compinchados tampoco hicieron ascos.

En 1998, antes de ser juzgado por aquello, Pajuelo tuvo tiempo de urdir el secuestro de José Luis Gómez Cores, hijo de un constructor de Cambados al que introdujeron en el maletero de un automóvil sin tomar una precaución tan elemental como privarle de su teléfono móvil, desde el que el chaval pudo enviar varios mensajes y precipitar, así, su liberación y la detención de la banda en el chalé de Caminha (Portugal) que había alquilado. En familia, puesto que en el ajo estaba también su propio padre. El objetivo era, por lo visto, obtener fondos para organizar un nuevo alijo.

Pero probablemente el episodio que mejor dé cuenta de su carácter fue un altercado en una discoteca de A Guarda en 1995. Corrían las seis de la mañana y, descontento con la limpieza de la barra en la que se servían las consumiciones, Pajuelo se encaró con un camarero y lo encañonó con un revólver que acabó disparando sobre el hostelero. Mientras abandonaba el lugar a la carrera, no perdió la ocasión de abrirle la cabeza de un culatazo a otro cliente. Le cayeron unos cuantos años por homicidio en grado de tentativa.