La factoría de más de 3.000 conciertos

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

XOÁN CARLOS GIL

Quique Rodríguez, conocido como «el alcalde de Churruca», recuerda la trayectoria de La Fábrica de Chocolate, que cumple 20 años y es uno de los templos de la música en directo que quedan en Vigo

07 jun 2025 . Actualizado a las 00:55 h.

Un 26 de junio del 2005 empezaba en Vigo la historia de uno de los pocos bares de Churruca con escenario y una programación fija de conciertos. En su día hubo más, pero actualmente, a la popular zona de ocio de la ciudad, apenas le quedan templos del directo.

La Fábrica de Chocolate cumple 20 años de vida y adelantó la celebración durante el mes de mayo con un montón de actuaciones por razones prácticas. «En junio ya están las bandas en modo verano y es muy difícil pillarlas», cuenta Quique Rodríguez González (Vigo, 1975), cofundador y actualmente socio del local junto a Kin Martínez, de la productora Esmerarte, y Marcos Vázquez, teclista de Eladio y los Seres Queridos cuyo cantante, Eladio Santos, es el técnico de sonido de la sala viguesa junto a Sergio DJ.

De aquellos inicios recuerda que «había dos locales con conciertos y mucha demanda de salas. Con La Fábrica surgió la oportunidad, nos juntamos Jose, de La Casa de Arriba, la gente de Esmerarte y yo, y ahí estamos, 20 años después de una crisis económica, una pandemia y tres papás muertos», resume.

Pensando en cómo era entonces, Quique (al que todo el mundo llama «el alcalde de Churruca» y puede presumir de que le gana en dos al regidor oficial en el puesto) reflexiona sobre el cambio que se produjo en el negocio musical. «Cuando empezábamos aún se vendían discos y no había venta de entradas online. Son cosas que parece que existen desde siempre, pero fue antes de ayer», comenta.

Otro punto de inflexión importante para ellos, como sector y como trabajadores, fue cuando se prohibió fumar en los bares. «Cuando veo fotos de entonces fumando en la barra me da hasta asco. ¿Cómo podíamos hacer eso? Salíamos de allí con aquel olor que se te pegaba a la ropa, al pelo...».

El hostelero piensa que era mucho más fácil acceder a los grupos a los que contrataban. «Movíamos a bandas de Australia, de Canadá... Entonces era mucho más fácil hacer giras y había ayudas para tocar fuera. Nosotros seguimos trayendo muchos grupos de fuera, pero es diferente, es más complicado. Antes era: ‘Este grupo está de gira. ¿Lo quieres? Sí, venga, pues vale'. Ahora tienes que regatear los precios y verlo todo muy bien. Además, hay mucha autoproducción. La mayor parte de los grupos se mueven ellos y han desaparecido aquellos circuitos. Y otra cosa a valorar es que al final, con tantos años de experiencia, aprendes a cómo no tirar el dinero», justifica.

El escenario de La Fábrica lo inauguró el batería norteamericano Slim Jim Phantom, que formó parte de los Stray Cats. «Se nos olvidó instalar el aire acondicionado y fue un caos, era un concierto de rockabilly y a la gente se le caía el flequillo», recuerda con humor ahora».

A partir de ahí han sido tantos los bolos que han pasado por allí, que le resulta tarea imposible dar una cifra aproximada. «Yo creo que entre 3.000 y 4.000 puede andar la cosa», calcula grosso modo. Los nombres son también infinitos, pero el alcalde menciona entre los memorables a Heavy Lungs, Kid Congo Powers, Micah P. Hinson, Tha Black Lips, o War on Drugs, «que pasaron de vender en La Fábrica 40 o 50 entradas a en dos meses, pegar el campanazo en el Primavera Sound y petarlo». Últimamente, en la sala de conciertos viguesa impulsan a las jóvenes bandas locales. Tenemos varios festis con, por ejemplo, la Escuela Audiovisual de Vigo, con la que iniciamos una colaboración. Nosotros planteamos nuestra idea de que ningún grupo toca por primera vez en un estadio de fútbol. Si se mueren locales como el nuestro, que es lo que está pasando en Vigo, no hay esa progresión», opina.

La Fábrica no fue el primer bar de Quique que, como explica, empezó a trabajar en el sector con 22 años por sus inquietudes musicales y tuvo antes otros garitos más tranquilos, como el Vauxhall, en la calle López de Neira, y otro local donde se inició como DJ. Ahora es su hijo, de 18 años, el que le sigue los pasos.

La Fábrica es un local de reducidas dimensiones pero la percepción en cuanto al aforo también ha cambiado: «Hemos tenido entre 300 y 320 personas en conciertos, pero nuestra cifra ideal actual está entre 220 a 240 espectadores para estar bien, a gusto», reconoce sobre una política de más confort que también les incluye como pioneros en adelantar horarios.

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