Por qué matar a un jubilado con 21 cuchilladas no es ensañamiento

e. v. pita VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

«El acusado es una persona normal, ni Rambo ni un boina verde», dice el fiscal sobre el autor del crimen del profesor de Vigo. Tanto él como los abogados de las familias del difunto califican los hechos de homicidio

08 oct 2024 . Actualizado a las 15:32 h.

La Fiscalía de Vigo puso ayer en bandeja al jurado que el crimen del profesor de la calle Areal fue un homicidio y no un asesinato a pesar de que la víctima, el maestro jubilado Benito Torreiro, de 69 años, recibió golpes en la cabeza y fue rematado con 21 cuchilladas. Quizás, el jubilado amenazó al joven autor confeso con denunciarlo a la policía por estafa.

El Ministerio Fiscal explicó durante una hora al jurado la razón por la que, a pesar de la brutalidad del crimen, no había ensañamiento (tortura) ni alevosía (premeditación) y, por tanto, era un homicidio y no un asesinato. Recalcó que el joven «es una persona normal», sin experiencia militar, «no es ni John Rambo ni un boina verde que de un tajo te cortan el cuello». En realidad, todas las acusaciones e incluso la defensa coinciden en que el autor quiso matar pero es un homicida y no un asesino, un delito más grave con mayor pena de cárcel.

El homicidio suele producirse en el fragor de una riña o pelea y uno de los contendientes coge un arma que hay en la escena, como una piedra o un cuchillo de cocina sobre la mesa de la cena, por ejemplo. En el asesinato, el criminal planifica una emboscada para que la víctima esté a su merced en una situación de desventaja y no se pueda defender. A veces, la intención de matar va acompañada de sadismo, lo que en el argot jurídico se denomina ensañamiento.

Todo apunta a que el crimen fue perpetrado por un móvil económico porque la víctima, según las conjeturas del fiscal, descubrió que el joven David Macía, entonces de 21 años, había clonado su tarjeta de crédito y estaba haciendo compras con cargo a su cuenta sin autorización con pagos desde su teléfono móvil. Para la Fiscalía, víctima y acusado cenaron juntos el 27 de diciembre en el piso de Areal. Hicieron un pedido a Just Eat en el restaurante japonés Shibuya por 40 euros. La prueba para afirmar que estaba el acusado en el piso la víspera del crimen es una antena geolocalizó allí su móvil.

La acusación cree que ambos discutieron, el jubilado amenazó con denunciarlo en la policía por estafador y, durante la riña, el joven le golpeó con una bola de mármol en la cabeza, que lo aturdió. Luego, acuchilló a la víctima hasta que dejó de moverse.

Pero lo que realmente pasó solo lo sabe David Macía, que guardó silencio, tras consultar quince minutos con su abogado, cuando le llegó el turno a decir su última palabra. Es el momento final del juicio en el que muchos procesados aprovechan para pedir perdón o dar aclaraciones. Macía no dijo nada. Y en su interrogatorio en la sala, solo admitió que había matado a Benito Torreiro y se había gastado dinero de sus tarjetas de crédito pero sin querer aclarar qué relación había entre ellos. A la pregunta de un jurado de por qué mató a Benito Torreiro contestó: «No lo sé».

El juicio, que se ha celebrado en la Quinta Sección de la Audiencia de Pontevedra, con sede en Vigo, terminó ayer. El jurado se encerrará para deliberar y el próximo lunes, día 14, leerá los resultados de su votación respecto a las preguntas que son objeto del veredicto: si la víctima murió entre la noche del 28 de diciembre del 2021 y la tarde del 29, si el joven fue el autor (él mismo lo confesó en el juicio), si cometió un homicidio y si reparó el daño.

Las prolíficas explicaciones técnicas del fiscal al jurado sobre lo que era el ensañamiento, que equiparó a la tortura previa a ejecutar a la víctima, obligó al presidente de la sala a interrumpirle varias veces y recordarle que la acusación de asesinato había sido retirada por los abogados de la familia del difunto . Ahora todos, incluida la defensa, están de acuerdo en que fue un homicidio.

No hay que olvidar que hay un pacto entre el fiscal y el acusado, que se declaró culpable de homicidio a cambio de que solo le pidan 10 años y medio de cárcel y otro más por estafa. Le benefician con la atenuante de reparación del daño por indemnizar con alrededor de 38.000 euros a los familiares del fallecido. Respecto a la confesión, el fiscal cree que fue tardía.

El fiscal indicó que había «muchísimas pruebas» que incriminan a Macía. No basta con su confesión. Un abogado de un familiar del fallecido enumeró hasta diez pruebas de su culpabilidad. Por un lado, apareció el ADN de Macía en el mango del cuchillo de cocina y la sangre del fallecido en la hoja. Un trozo de la punta del cuchillo estaba clavada en el hueso de la bóveda craneal de la víctima. También hallaron rastros biológicos de Macía en una bola de mármol en la que encontraron sangre del fallecido. Además, coinciden las huellas de pisadas de tenis alrededor del cadáver con las suelas del acusado. Y el implicado tenía las llaves de la casa de la víctima, sus tarjetas de crédito y su móvil. Los extractos de las cuentas bancarias incriminan al acusado.