El último pandillero latino sin juzgar afronta un año de prisión por pertenencia a grupo criminal
09 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La banda latina de Los Betas acaparó titulares en el 2018 cuando un gran despliegue de la Guardia Civil lanzó una redada en varios pisos de Vigo para capturar a sus cabecillas. Los agentes querían cortar la serpiente de raíz y evitar que los pandilleros se convirtiesen en los futuros Latin Kings de la ría de Vigo. Si les dejaban medrar, podían volverse peligrosos. Desesperada por el asedio policial, la novia del líder se colgó de una ventana de un quinto piso hasta que perdió el equilibrio y se cayó sobre el capó de un coche patrulla y rebotó. Quedó discapacitada de por vida y la Fiscalía ha renunciado a procesarla. Los tres principales pandilleros aceptaron en mayo una condena de un año de cárcel (sin ingreso) por pertenencia a banda criminal y esquivaron así su regreso a la penitenciaría. «Lo hago por ti, brother», dijo el único de los tres que seguía entre rejas por otros delitos. Para liquidar definitivamente la banda juvenil, solo falta por juzgar a un pandillero que vive en Málaga.
Los Betas soñaban con emular a los Latin Kings y en el verano del 2018 sembraron el terror entre los adolescentes que salían de fiesta por Baiona, Cangas y Vigo, a los que, mediante trucos para distraerles, les sustraían al descuido sus teléfonos móviles y dinero. Sus tropelías acabaron en nada porque apenas les han penalizado con unas multas por hurto o leves temporadas en la cárcel.
El último pandillero que falta por juzgar se mudó a Málaga y comparecerá el día 19 ante el Juzgado de lo Penal número 2 de Vigo acusado de integración en grupo criminal. Otros tres cómplices se declararon culpables en una vista por conformidad celebrada en mayo a cambio de librarse de la cárcel. Solo les cayó un año por integrar un grupo criminal. El juicio al cuarto integrante se aplazó porque, aquel día, había huelga de funcionarios en Málaga y nadie se hacía cargo de contactar por videoconferencia con él para tomarle declaración y grabar su audio. Ahora ha llegado su turno y, con esto, se dará carpetazo a una banda que atemorizó a los clientes de las discotecas y pubs de la ría de Vigo.
Habían montado una banda que se dedicaba a planificar robos de pequeñas cuantía a adolescentes a los que abordaban en la calle. Provocaban peleas teatralizadas para distraer a sus víctimas y, en el descuido, quitarles el teléfono, que luego revendían.
Pero esos pequeños robos no fueron lo que los llevó al banquillo sino el hecho de haber montado una banda al estilo de los Latin Kings, Ñetas, Trinitarios o Dominican don't play. La Fiscalía vio muchas similitudes con estas organizaciones criminales latinas.
Por ejemplo, Los Betas tenían su propio «territorio», que bautizaron como Bloque 30. Lo situaron en unas escaleras próximas al barrio de Fátima y la calle Navarra, en lo que ahora es el párking trasero del centro comercial Vialia y el inicio de la Senda Verde. Marcaron su territorio con graffitis y tags (etiquetas) alusivas a la zona que controlaban.
Estética latina
Otro detalle que los delató fue que vestían con la estética de la banda latina. Lucían ropa deportiva holgada, gorros y pañuelos. Eran activos en las redes sociales donde publicaban imágenes y vídeos con sus rostros cubiertos y donde portaban armas. Hacían ostentación de drogas y dinero, peleaban con guantes de boxeo y saludaban al estilo de los rituales hand sign, en los que el pandillero muestra tres dedos en forma de pistola o tres dedos a modo de puntas de una corona (otro símbolo de las bandas latinas).
La Fiscalía también se dio cuenta de que estos pandilleros se identificaban a sí mismos como miembros de los Betas en los chats de WhatsApp e Instagram. En sus mensajes, hablaban del significado de pertenecer a una «familia», el respeto de los «rangos» y proponían «castigar» a otros jóvenes en agresiones bien planificadas. Cuando chateaban sobre sus robos a menores, usaban la clave D1.
Los investigadores cortaron de raíz a los Betas cuando tenían aún una estructura jerárquica «incipiente». Aunque había unos cabecillas estos carecían de poder para imponer un régimen disciplinario a sus reclutas o cuando alguien quería abandonar sus filas. Carecían de ritos iniciáticos o de un ideario supremacista. A su favor hay que decir que los de Vigo eran inclusivos y admitían a miembros de otras nacionalidades y no les cobraban cuotas.
Los cinco delitos de robo en Vigo, Baiona y Cangas que les atribuyeron se remontan a julio y agosto del 2018. Desvalijaron al descuido a varios adolescentes y les quitaron sus móviles, que valían entre 50 y 125 euros, razón por la que la Fiscalía pidió pequeñas multas.
Sin embargo, la preocupación era que los Betas diesen un paso más en su escalada de agresividad. Tras la redada del 2018, los cuatro cabecillas pasaron un año en prisión preventiva. A su salida, en el 2019, uno de ellos fue condenado por ponerle un cuchillo en la barriga a un joven para quitarle el móvil, y otros por robar teléfonos o carteras, a veces en grupo y con intimidación.
El juicio en mayo cerró una etapa para tres de los pandilleros más activos, de los que solo uno quedaba en la cárcel. Les pedían multas de 450 euros por cada robo y un año de prisión por la pertenencia al grupo, que aceptaron. Otro, por reincidencia, aceptó dos años. Algunos pagaron 90 euros de sanción y el que más, 300 euros.
El cuarto miembro que no pudo ser juzgado por el parón de la huelga tendrá que dar dentro de dos semanas su conformidad. No está claro si comparecerá por videoconferencia o en persona. Pero su aceptación de la condena supondrá el mazazo final para esta banda juvenil cuyas andanzas se cercenaron a tiempo y se evitó que en Vigo germinase un grupo latino profesional.
Hay que recordar que, en la misma época, actuaba otra pandilla viguesa, los Chuckis, igual o más violenta todavía, porque se dedicaba a dar palizas a los adolescentes de O Val Miñor y que también fue desmantelada.