









La procesión congregó a menos personas que en otras ocasiones debido a la gran cantidad de fieles que realizan el recorrido el día anterior
08 ago 2023 . Actualizado a las 00:01 h.En ese reparto de poderes que deja el dicho clásico, el césar cedió el paso a Dios en Vigo, porque los asuntos mundanos quedaron en un segundo término durante la procesión del Cristo de la Victoria y se pudo ver una imagen singular: el presidente de la Xunta de Galicia y el alcalde de Vigo caminando juntos, unos metros por detrás de la imagen del Cristo. Eso sí, tanto Alfonso Rueda como Abel Caballero fueron poco dialogantes entre ellos, quizá porque no era el lugar para dirimir sus diferencias políticas y porque están más acostumbrados a tratarse a través de cartas oficiales.
Más allá de esa imagen, la procesión pareció este año algo menos multitudinaria que en otras ocasiones seguramente debido a esa peculiar moda, cada vez más extendida, de realizar el recorrido, individualmente o en pequeños grupos, ya el sábado o el domingo por la mañana. Algún religioso decía esta semana que eso se podría calificar como una peregrinación, pero no una participación en una manifestación colectiva de fe y sentimiento religioso.
A las siete y media de la tarde salía de la concatedral la imagen del Cristo de la Victoria sobre su habitual carroza, adornada con numerosas flores y el dosel procesional. Es uno de los momentos más emotivos de toda la jornada. Redoble de campanas, aplauso de los presentes, lanzamiento de cohetes y los sones del himno de España, interpretado por la banda de música de la Brilat, cuyos gastadores sudaron la gota gorda en su escolta al Cristo, conforman un cuadro muy querido por los habituales a este actos.
Por delante quedaba el difícil tramo correspondiente a la calle Real debido a la pronunciada pendiente y a las curvas estrechas que ponen a prueba la pericia de las personas que conducen el carro. El trazado continuó por O Berbés, Cánovas del Castillo, Montero Ríos, Concepción Arenal, Colón, Príncipe y final en la Porta do Sol.
El estandarte de la Cofradía del Santísimo Cristo fue portado en esta ocasión por Javier Touza, presidente de la Cooperativa de Armadores de Pesca del Puerto de Vigo, acompañado por las armadoras Pilar Estévez e Isabel Núñez. Junto a los miembros de la cofradía procesionó la fiscal jefe del área viguesa, Susana García-Baquero, encargada este año de redactar y leer el pregón de la festividad.
También figuraban en la comitiva oficial los concejales del PSOE y del PP, mientras que el BNG se desmarcó de este acto al considerar que en democracia es necesario realizar una estricta separación entre «as institucións públicas e as lexítimas confesións e credos relixiosos». El obispo Luis Quinteiro Fiuza estuvo acompañado por Jesús Rodríguez Torrente, juez auditor de la Rota de la Nunciatura Apostólica de Madrid, que realizó la predicación en los días previos al acto de ayer.
El calor acompañó a los miles de procesionantes, aunque, salvo en O Berbés, una brisa suavizó la sensación térmica. Aún así se pudieron ver a algunas personas recuperándose de pequeños mareos.
Orígenes
«Quinientos años de procesiones y no sabemos llevar una vela», gritó una señora cuando otra le quemó la ropa con un cirio. No sirvieron las excusa ni los perdones. Y eso que en aquel momento, que se estaba produciendo en O Berbés, pasaba por delante la imagen de Cristo, quien predicó aquello de «perdonad y seréis perdonados». Menos encaminada andaba la mujer en cuanto al origen de la procesión. Tiene mucho menos recorrido porque nació en 1810 como acción de gracias al Cristo por la victoria del pueblo de Vigo a las tropas francesas que habían invadido la entonces villa un año antes. Sin embargo, aquella procesión no se realizaba ni en las mismas fechas en que se celebra actualmente, ni con el mismo recorrido. Originalmente, la manifestación religiosa se celebraba el 28 de marzo. Debido a las coincidencias ocasionales con la Semana Santa y, especialmente, por las lluvias que suelen caer por estas tierras en esas fechas se fue moviendo hasta llegar a la fecha actual, el primer domingo de agosto.
Inicialmente, la procesión del Cristo de la Victoria salía dos vez, una por la mañana con dirección hacia el convento de San Francisco y, otra por la tarde, hacia el convento del Areal, hoy en día desaparecido.
Aunque el fervor vigués por esta imagen se acrecentó tras la victoria de 1809, su estancia en la ciudad es anterior, incluso con el mismo nombre de Cristo de la Victoria. Aunque la leyenda señala que la escultura fue encontrada en el mar por unos marineros durante una tormenta, en la restauración de la pieza realizada en 1998 en Madrid, los expertos no encontraron restos de sal en la madera. Por el contrario, los especialistas en arte opinan que pudo ser realizada por el maestro barroco Sebastián Ucete en su taller de Toro, en Zamora.
En todos estos años, esta manifestación religiosa fue cancelada en muy pocas ocasiones, las últimas tuvieron su motivación en las restricciones sanitarias derivadas de la pandemia de covid.
Algunos fieles, situados por delante de la comitiva oficial, se quejaron de que el servicio de orden no les dejó realizar la procesión por la calzada, como ocurre habitualmente, obligándoles a seguir por una de las aceras en la calle de Cánovas del Castillo. Y en el tramo de la calle Real, la queja era porque les obligaron a ir separados de la imagen del Cristo.
Abriendo la comitiva oficial participó un grupo de baile de la Agrupación de Centros Culturales y Deportivos de Vigo, acompañado por la banda de música Unión Musical de Coruxo. Al final del trayecto, ya en la Porta do Sol, la comitiva pudo presenciar la alfombra floral elaborada por la mañana por un grupo de personas perteneciente a la Asociación de Alfombristas do Corpus Christi. Era una alfombra de nueve metros de diámetro y unos 70 metros cuadrados que reprodujo, como motivo central, la imagen de Cristo, rodeada por volutas en blanco y rojo, colores de la bandera de Vigo. La alfombra fue diseñada por Andrea Estévez, Bruno Testi y Miguel Garcia.
«Alza Vigo la frente serena y contempla a tu Cristo en la cruz y verás como envuelve a este pueblo en torrentes de amor y luz», entonaron los fieles, ya en la Porta do Sol, al término de la procesión del Cristo de la Victoria. Antes de recogerse la talla del Cristo a la concatedral, algunas corales viguesas realizaron una pequeña actuación de despedida.
El Celta, cofrade de honor
Antes, al mediodía, la concatedral acogió la misa solemne de la festividad a la que acudieron parte de la corporación el alcalde y varios representantes de los grupos municipal del PSOE y PP. En ese acto sí estuvo presente Carlos Mouriño, presidente del Real Club Celta, entidad que este año fue nombrada cofrade de honor debido al cumplimiento del centenario de su constitución.