Pablo Varela: el fiscal antidroga en Pontevedra que deja el cargo con pleno de sentencias condenatorias

VIGO

Pablo Varela, en la Fiscalía Provincial de Pontevedra, en una imagen de archivo tomada en el 2020.
Pablo Varela, en la Fiscalía Provincial de Pontevedra, en una imagen de archivo tomada en el 2020. CAPOTILLO

Sustituye a su actual jefe, Juan Carlos Aladro, que apostó por él en el 2017 para liderar en la Fiscalía la lucha contra el narcotráfico en las Rías Baixas

09 jun 2023 . Actualizado a las 00:49 h.

Pablo Varela (Oviedo, 1977) relevará en la jefatura de la Fiscalía Provincial de Pontevedra de Pontevedra a quien precisamente apostó por él en el 2017, Juan Carlos Aladro, para liderar la Fiscalía Antidroga desde las Rías Baixas; cuna del narcotráfico en España y, en consecuencia, con una idiosincrasia particular en la gestión de las unidades policiales que protagonizan a pie de calle la denominada lucha contra el narcotráfico. Aquel nombramiento fue una apuesta personal de Aladro, frente a otros candidatos con más años en la Carrera Fiscal. A mayores, el condicionante de coger el testigo del anterior fiscal delegado antidroga, Luis Uriarte, que dejó el listón muy alto en forma de alijos incautados y sentencias firmes.

Pero Aladro apostó por Varela —en ejercicio desde el 2006 y entonces en la Fiscalía de Menores—, pese a los recelos y algunas críticas surgidas en el ambiente policial y judicial que achacaban al candidato poca experiencia. Uno de los motivos para decantarse por Varela fue la ortodoxia que ya entonces evidenciaba, y que tras seis años en el cargo supone una reconocida seña de su identidad personal y profesional. Elude cualquier protagonismo, aplica de forma escrupulosa no valorar públicamente ningún procedimiento sin juzgar o le escaman las filtraciones en prensa. Lograr su aval para aplicar ciertas técnicas policiales que implican la colocación de balizas, intervenciones de teléfonos o las denominadas entregas controladas de alijos suponen todo un encaje de bolillos para las unidades policiales que las solicitan. A mayores, y que resulta muy descriptivo, con las mismas unidades policiales todo se habla y concreta en dependencias oficiales, no al calor de la hostelería.

Quizá por eso, por la cimentada base de las investigaciones que autorizó y tuteló en los últimos seis años, ha logrado sentencias condenatorias en todas las causas enjuiciadas con él representando a la Fiscalía Antidroga. También de otras que heredó de Uriarte y defendió en sala con éxito hasta hacerse firme el fallo. La última se está juzgando y corresponde al primer gran alijo de cocaína incautado en España durante la pandemia. Varela, al replicar las cuestiones previas de las defensas en la primera vista, los dejó sin argumentos. A mayores, ante ciertas pullas de algún letrado, mostró ese sarcasmo que también lo caracteriza. Fue tal la contundencia de su exposición, que al acabar, coincidiendo con un receso, tres de los acusados salían a fumar resignados y murmurando: «Menudo repaso nos ha dado».

Pero esa ortodoxia procesal no siempre es bien vista entre las unidades policiales, necesitadas muchas veces de diligencia en las autorizaciones de técnicas policiales para coger con las manos en la masa a los traficantes. De ahí que en algunas ocasiones, investigaciones que no acaban de arrancar en la provincia, sí lo hagan en la Fiscalía Antidroga de la Audiencia Nacional.

«Bofetada de realidad»

El balance de sentencias condenatorias obtenidas por Pablo Varela desde el 2017 aflora la realidad del narcotráfico de cocaína en su cuna nacional. Veleros cargados de polvo blanco llegando a las costas gallegas, contenedores contaminados descargados en los puertos de Marín, Vigo, Algeciras u Oporto con gallegos implicados, dos narcosubmarinos en las rías de Arousa y Aldán en cuatro años [los únicos interceptados en Europa y que le permitieron acuñar la expresión «bofetada de realidad»], o el desmantelamiento en cuatro investigaciones durante el 2022 de sendas tramas dedicadas en cuerpo y alma a la fabricación de narcolanchas a los pies de las rías de Arousa y Vigo y Portugal.

A mayores, un zulo subterráneo del tamaño de un garaje bajo una nave industrial en Vilanova para esconder narcolanchas, la caída del último exponente de la cantera del narcotráfico arousano, Carlos Silla, la desarticulación del cartel colombiano de los Boyacos operando en Galicia por su cuenta y riesgo y que implicó una sentencia histórica por el aval que supone para la técnica policial utilizada entonces de cara al futuro. La investigación que implicó decomisar el alijo del Titán III y la identificación del posiblemente narco más poderoso que ha trabajo en Galicia, Sergio Roberto de Carvalho, que fingió su muerte para escapar de España por una causa iniciada a caballo entre Vigo y Pontevedra. La caída del narco Hicham Oussasi, un pez gordo en Europa, o el alijo atribuido a Juan Carlos Santórum y su banda, sin juzgar todavía, pero que al menos policialmente se vendió como todo un éxito.