22 años de cárcel para el vigués de 84 años que asesinó en Tenerife a su mujer

e. v. pita VIGO / LA VOZ

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Ángel Martínez, durante un momento del juicio en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife
Ángel Martínez, durante un momento del juicio en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife Miguel Barreto | EFE

El tribunal reprocha la «falta del más mínimo arrepentimiento» de Ángel Santorio Martínez y su «desprecio» hacia la víctima, Tilde. Deberá indemnizar con 100.000 euros a cada hija

26 may 2023 . Actualizado a las 20:21 h.

La quinta sección de la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife ha condenado a 22 años de cárcel a Ángel Santorio Martínez, pescador jubilado vigués de 84 años, que asesinó en un apartamento alquilado de Los Playeros de Los Cristianos el 11 de mayo del 2022 a su esposa, la pescantina de O Berbés jubilada, Clotilde Rodríguez, Tilde, de 82 años.

La sentencia da la razón a la Fiscalía y obliga al condenado a indemnizar con 100.000 euros a cada una de las dos hijas del matrimonio que, aunque no dependían económicamente de su madre, mantenían lazos afectivos con ella. Ambas comparecieron en el juicio como acusación particular contra su padre, al que calificaron de «monstruo» y maltratador habitual. Estuvieron representadas por el abogado gallego Francisco Javier Piñón Cendán.

La sala condena a Ángel Santorio Martínez por un delito de asesinato con las agravantes de parentesco y género, según vio probado el tribunal de jurado cuando leyó el veredicto de culpabilidad hace dos semanas.

El tribunal también le impone libertad vigilada durante 10 años a cumplir con posterioridad a su salida de prisión.

La sala destaca que el ataque se produjo de «forma sorpresiva» cuando Clotilde Rodríguez estaba echada en el sofá y en un estado de relajación, pues, como dijo una de sus hijas, tenía la costumbre de ver una novela en la televisión después de comer. De ahí que sus posibilidades de defensa quedaran eliminadas, pues estaba en un plano inferior respecto de su atacante. Ángel Santorio dirigió su primer ataque al cuello, zona vital del cuerpo, por lo que tanto este dato como el arma empleada «evidencian su intención de provocar la muerte» de Clotilde.

El tribunal resalta que las heridas se sitúan en la zona anterior del cuello, «siendo ello indicativo de lo poco que se movió la víctima», quien, pese a todo, consiguió huir de su atacante hacia el patio de luces. Ángel Martínez, al ver que no había conseguido dar muerte a Clotilde, tuvo la «capacidad de raciocinio y frialdad suficientes» para coger de una de las gavetas de la cocina un arma más eficaz, un cuchillo de grandes dimensiones, y perseguir a la víctima hasta el patio de luces, lugar donde le dio muerte con diversas puñaladas que alcanzaron el corazón y el pulmón.

La sentencia recalca que Ángel Santorio no solo no ha mostrado en ningún momento «el más mínimo arrepentimiento», sino que «sus manifestaciones en el plenario respecto a la fallecida y a sus hijas fueron despectivas, rozando incluso el desprecio».

El relato de sus hijas en el juicio

La hija menor del acusado relató en el juicio que hace años que no tiene relación, porque «siempre nos dio mala vida, siempre nos maltrató», dijo, aunque seguía manteniendo contacto con la madre a la que siempre intentaba convencer para que se separara. Aseguró que le pegaba a Tilde con objetos contundentes por cualquier motivo y también que la encerraba en el baño o cerraba la cocina para que no pudiera comer.

«Con nosotras estaba siempre con el puño en alto, las agresiones físicas eran constantes, a mi madre le pegaba si no le gustaba la comida o la ropa y ella agachaba la cabeza porque le tenía pánico. Le dijimos mil veces que lo denunciara pero nunca lo hizo», ha afirmado.

Al contrario, fue él quien en una ocasión acudió a una comisaría para decir que su mujer no le daba de comer y lo maltrataba y la respuesta del policía fue instarle a salir de las dependencias.

El matrimonio, que duró en total 56 años, estuvo separado durante tres años después de que el hombre abandonase la vivienda dejándoles sin dinero tras marcharse a las cinco de la mañana, no sin antes destrozar su cuarto y defecar y orinar en el mismo. Dejó además la puerta de la calle abierta «para que entrara a la casa cualquier persona a hacer lo que quisiera», añadió la hija. Luego les escribió una carta de varios folios en los que acusaba e insultaba a su mujer hasta el punto de que un vecino la llevó a un abogado para ver si su contenido podía ser delictivo.

El sueldo que ganaba como pescador de atún en Galicia se lo gastaba, según la hija, «en alcohol y en mujeres», por lo que era su esposa la que tenía que mantener a su familia entre otros trabajos limpiando casas.

El peor episodio que recuerda es ver a su madre «embarazada de ocho meses encogida como un ovillo mientras él le pegaba patadas y la arrastraba escalera abajo». Cuando se reencontró con ella la vio subyugada, anulada y les dijo que tenían razón cuando le advirtieron que no volviera con él porque nunca iba a cambiar.

Ha recordado que era «maravillosa, superalegre a pesar de la vida tan desgraciada que llevó. Todavía me pregunto cómo sonreía. Estaba segura de que la iba a acabar matando».

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