Del césped a las redes o la cantina

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Exjugador y actual directivo, Víctor Manuel Iglesias ha arrimado el hombro ejerciendo funciones de todo tipo

15 may 2023 . Actualizado a las 00:03 h.

Víctor Manuel Iglesias Díaz (Tomiño, 1980) es un hombre de club. En el Tomiño F. C., equipo de fútbol de su localidad natal, empezó a jugar siendo niño y allí sigue ejerciendo hoy las funciones de directivo tras haber hecho prácticamente de todo con el paso de los años. Con un paréntesis obligado un traslado laboral —es militar—, pero sin perder nunca de vista una entidad de cuya directiva ya había formado parte también su padre antaño.

Admite que su progenitor fue el que le metió el gusanillo en el cuerpo. Pero fue en el 2013 cuando se introdujo de lleno en las tareas directivas. Primero, ejerció de segundo entrenador de un amigo suyo y también de delegado. Ahí pudo comprobar de primera mano que la situación del Tomiño F. C. estaba lejos de ser idílica y optó por dar un paso al frente. «El club estaba socialmente y económicamente fatal, así que decidimos hacernos cargo para que no desapareciera», recuerda.

Eran un grupo de chavales, algunos de ellos, todavía futbolistas del equipo, aunque para entonces, Iglesias ya lo había dejado. «Montamos una directiva nueva. La situación era difícil porque ahí aún no sabíamos todo lo que había. No es que estuviera todo a cero, sino que había una deuda importante», revela. Además, el Concello no estaba por la labor de ayudarles debido a las malas experiencias con sus antecesores. «Cogimos el toro por los cuernos, movilizamos a la gente y conseguimos empezar la temporada», detalla.

Él comenzó aquella etapa como tesorero y de presidente ejercía un jugador que había tenido que dejarlo por una lesión de rodilla y con el que quisieron tener ese gesto para que siguiera vinculado. «Luego, ya me puse yo de presidente, hasta el 2016, que fue cuando me tuve que ir fuera de Galicia por motivos laborales», señala. Pero, antes, hizo los deberes, encargándose de buscar una junta de garantías a la que se volvería a sumar tres años más tarde.

Durante su ausencia, nunca rompió ese cordón umbilical que le ha unido a su club desde la infancia. «Siempre estaba al tanto de cómo iban las cosas. A la mayoría de entrenadores y jugadores los había traído yo y el vínculo nunca dejó de ser muy estrecho», cuenta. Además, le llamaban «para cualquier cosa». Así que, a su regreso, asumió el rol de secretario como si no hubiera pasado el tiempo.

De todas maneras, deja claro que en la directiva del Tomiño, los cargos son un formalismo que no tiene una correspondencia en la práctica como tal. «Realmente, eso es para el papel, pero luego, todos hacemos de todo», apunta. En su caso, lo mismo se encarga de la gestión de las redes sociales que de la cantina del club, la cartelería, los fichajes o lo que se tercie, relata. «Somos una directiva pequeña, de cinco personas, así que nos ayudamos entre todos», recalca.

Los banquillos tampoco le han sido ajenos y, además de segundo entrenador, ejerció de técnico de los juveniles, aunque no pertenecieran a su club como tal, pues la base se había desvinculado en la época tormentosa de la entidad. «Las categorías inferiores tuvieron que separarse porque, tal y como las llevaban los anteriores directivos, no eran capaces de subsistir», lamenta.

Lo que hace a Iglesias seguir adelante a pesar de las dificultades y del paso de los años es «ver cómo el equipo va hacia adelante, sobrevive y los chavales crecen como deportistas y como personas». Después de tanto tiempo de dedicación, es habitual que se encuentre con antiguos futbolistas que le muestran su cariño. «Alguno me llama presidente, que también lo fui durante un par de temporadas antes de tener que irme fuera. Siempre es gratificante», agradece.

La parte más complicada es la búsqueda de apoyos para seguir adelante. Es habitual darse de bruces con el desconocimiento de gente que no se hace una idea del trabajo que hay detrás de la gestión de un club humilde como este, expone. «Hasta que la gente no está dentro, no sabe lo que cuesta mantenerlo, el trabajo y las horas que requiere. Y es difícil que se animen a ayudar», señala. No oculta que es complicado «buscarte las castañas para conseguir los 30.000 o 40.000 euros que se necesitan por temporada», y de los cuales las subvenciones cubren una parte ínfima.

Iglesias siempre tuvo claro que no se puede asumir unas tareas de estas características esperando el reconocimiento de nadie. «El que venga para esto, mejor que no venga, porque se va a desanimar enseguida. Es un trabajo altruista, quitas horas a la familia y a tu tiempo libre para intentar que funcione», analiza. La recompensa, para él, es «conseguir el objetivo, que era que el club no desapareciera». Ahora, celebra que el Tomiño está saneado, que va más gente al campo y que de una treintena de socios han pasado al centenar. «Hasta tenemos gente joven animando con bombos», ejemplifica.

Avanza que se avecina una época de cambios y que su continuidad dependerá de que la nueva junta acepte su proyecto. «En el 2024, el club cumple 90 años. Quiero dar un paso adelante y hacer cosas necesarias para que el Tomiño F. C. continúe». Por ahora, no puede adelantar más.