La contaminación acústica en el mar: «Hay ruidos que pueden matar peces»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO

Reyes Novoa

La ingeniera Soledad Torres mide y analiza los sonidos bajo el agua, factor poco estudiado que influye en bivalvos como los mejillones. Motores de barcos y obras portuarias son los más frecuentes

02 abr 2023 . Actualizado a las 00:32 h.

La mano del hombre no solo arroja basura al mar. También contamina acústicamente, aunque nuestra especie no sea capaz de detectarlo. Por eso la labor de Soledad Torres Guijarro (Madrid, 1968) es crucial. Esta ingeniera en Telecomunicaciones, profesora de la Universidad de Vigo, estudia desde hace años qué se oye donde las personas no oyen casi nada, pero donde peces y otros animales sufren estos otros efectos del desarrollo humano. «En la ría de Vigo se oyen barcos y motores. El sonido se propaga mejor por el agua que por el aire y llega más lejos». Los cargueros y barcos de pasajeros son los emisores más presentes.

Al igual que la contaminación acústica es perjudicial para la salud de las personas, estos ruidos también causan daños a las especies marinas, según esta experta, aunque este es un extremo en el que invita a seguir profundizando. En años de investigación, Torres Guijarro ha medido en un mapa las zonas más ruidosas de la ría de Vigo, pero lo más dañino, según esta experta, son los golpes fuertes que proceden de obras portuarias, que pueden tener efectos devastadores en la fauna. «Hay técnicas de hincado de pilotes que son muy ruidosas hasta el punto de que pueden matar animales. Depende de si damos tiempo al animal a huir y si se puede mover, hay especies enterradas que no pueden escapar».

Aunque muchos ejemplares marinos no perciben el sonido a través de oídos, algo que sí hacen los cetáceos, no significa que no lo detecten. Esta investigadora explica como muchas especies acuáticas perciben la velocidad de partículas. Los estudios, de momento preliminares, de Sánchez Guijarro han podido demostrar que los bivalvos «se sienten amenazados» ante escenarios ruidosos. «Hicimos un ensayo con José Babarro, en el Instituto de investigaciones marinas del CSIC. Expusimos a los mejillones a ruido de barcos bateeiros y detectamos que, al subir el nivel, se cierran y no comen, esto pude influir negativamente en su desarrollo». 

El hidrófono de Cortegada

Para captar los sonidos debajo del agua son necesarios los hidrófonos, instrumentos oceanográficos que permiten recoger qué suena y durante cuánto tiempo en un entorno acuático. En las inmediaciones de la Isla de Cortegada, en la costa de Vilagarcía, está instalado uno de los pocos hidrófonos ubicados de forma permanente en el Atlántico. Es propiedad del Cetmar y permite saber lo que se oye en ese punto del fondo del mar, cuando aparentemente no se escucha nada. «Se oye el flujo de corriente, la lluvia golpeando sobre el mar, plásticos u objetos que chocan contra la plataforma, también granos de arena que impactan contra el hidrófono y arroaces que silban y clican para facilitar su ecolocalización», explica Torres Guijarro.

La dificultad humana para percibir esos sonidos juega en contra de los científicos que estudian la contaminación acústica debajo del agua. «Cuando sumergimos nuestra cabeza, no oímos, y ese es uno de los problemas que nos encontramos a la hora de concienciar sobre este problema». En el mundo hay muy pocos hidrófonos que recojan estos sonidos de forma permanente; explica esta científica que la dificultad técnica y el coste económico disuaden a la hora de hacer estas mediciones, que sí son más frecuentes en otras latitudes.

«Los resultados en lugares muy transitados como las rías hacen pensar que las Administraciones podrían decir algo. Los armadores podrían acatar restricciones de velocidad en determinadas áreas, por ejemplo, en las inmediaciones de los puertos». Mantener en buen estado el motor y la hélice y manejar el barco con pericia también minimizan el impacto acústico submarino. 

¿Y la eólica marina?

En pleno debate sobre la instalación de aerogeneradores, entra en juego cómo pueden influir estos aparatos en la fauna acuática. «En la fase de construcción puede haber afectaciones importantes, dependiendo de la tecnología que se use y el tipo de fondo sobre el que se sujeten los generadores. Hay que exigir informes de impacto ambiental bien hechos. En la fase de explotación, no tendría por qué haber un gran impacto a distancia».

Aunque esta ingeniera de Telecomunicaciones prefiere dejar la explicaciones de Biología a sus colegas de ese campo, su pasión por el mar la ha llevado a moverse como pez en el agua en este océano todavía desconocido. Empezó estudiando el procesado de señal y hoy es pionera en el análisis de los sonidos bajo el agua. «Se mide cómo la salinidad del agua o la temperatura puede afectar a las especies, y es factible que el ruido sea otro estresor que pueda afectar a los animales. Hay que seguir estudiando», dice.

Dispuesta a sumergirse más a fondo en este ámbito, disfruta buceando con sus hidrófonos. Le va en su faceta de investigadora, pero también en la de navegante.

Su canción favorita

«Cosas moradas», de Ginebras. «Muchas chicas no se ven capaces de ser ingenieras, no se ven ahí por ese mandato social que inculca que lo nuestro son los cuidados. Ese mandato es ahora más duro, por los nuevos canales de comunicación. Esta canción se rebela contra esa concepción de una forma divertida».