Clientes y hermanas de la víctima del crimen de Chapela desmontan las coartadas del acusado

E. V. Pita VIGO

VIGO

M.Moralejo

Un antiguo amigo negó haber encargado al acusado, Manuel Matanzas, embalar unas cajas de vino con una cinta que pudo usarse para amordazar al asesinado, y solo las hermanas del fallecido tenían las copias de las llaves de la casa. «Roberto era un pedazo de tipo», dijo un cliente

22 mar 2023 . Actualizado a las 01:09 h.

La segunda jornada del juicio por jurado por el crimen de Chapela, celebrada esta mañana en la macrosala de la Cidade da Xustiza de Vigo, ha dado un nuevo giro. Un cliente de la víctima del asesinato en esa parroquia de Redondela desmontó la coartada del acusado del asesinato, Manuel Matanzas, que alegó que ese amigo le había encargado unas obras para arreglar una casa y le había dado la cinta para embalar cajas de vino con la que luego amordazó a la víctima. Este detalle es importante porque el acusado dijo que tras embalar el vino metió la cinta en su bolsillo y se le olvidó allí hasta el día del crimen. De esta forma, el implicado justificaba que no planeó el asesinato sino que llevaba casualmente la cinta tras haber hecho aquel trabajo días antes. Pero la coartada se la desmontó ese vecino, que negó tal faena. No solo rechazó eso, sino que explicó que llevaba tres años sin hablarse con el acusado tras romper su amistad. Lo mismo dijeron otros testigos que tuvieron percances con Matanzas.  

A mayores, a una pregunta del jurado, admitió que «a simple vista, se notaba que Manuel Matanzas tenía una discapacidad mental, había días que no estaba bien, que no estaba inteligente, en algunos momentos no estaba cuerdo y decía cosas sin sentido».

Otro amigo de la víctima avisó a la víctima, al ver un día a Matanzas tomarse unas rayas de cocaína en la casa, de que no dejase entrar a «este tipo de gente, que no eran de su círculo de confianza», porque le generaba desconfianza, y Roberto le contestó: «Es lo que hay». Aseguró al jurado que a Roberto «no le gustaba que fuera» Matanzas a su casa porque no se fiaba de él. 

Otra coartada del acusado es que otras personas podían tener copias de las llaves y entraron después que él en la casa. Pero ningún cliente o amigo de Roberto Chapela admitió tener copias y solo las hermanas de la víctima poseían sus respectivos juegos. 

Un cliente que compró droga a Roberto Chapela dos horas antes del crimen, cuando la víctima estaba en bata preparando la cena, declaró en el juicio: «Roberto era un pedazo de tipo, le abría la puerta a todo el mundo, tenía manías porque vivía de eso (la droga) pero era superamable y un chaval cojonudo». Este añadía que el proveedor se enfadaba con los clientes que aparecían por su casa sin avisar porque siempre había que llamarle antes para pedir cita.

Otro testigo, conocido como el Alemán, dijo que Roberto lo apodaban el «Ratilla» y que se «dedicaba a buscarse la vida». Dijo que el Matanzas «non lle facía tilín, non era tela para traxe, non era trigo limpio». Ya había tenido un encontronazo con él, según el testigo. Añadió que Roberto era muy buena persona, «cun nervio, un cacho de pan, o puñas a picar pedra e non paraba». 

Otro cliente contó que Roberto «físicamente era débil y delgado, pesaba 50 kilos» pero uno recordó que, cuando la víctima trabajaba en la descarga «las cajas volaban por el aire» por su gran capacidad de trabajo. Tenía una cicatriz en la garganta que le generaba una voz ronca. 

La mayoría coinciden en que, en sus últimas días, la víctima no se sentía amenazada por nadie. Sus clientes insisten en que «siempre dejaba la puerta abierta». Varios compradores aseguraron que Roberto siempre les había fiado mientras que el acusado asegura que a él no.

La policía derrumba la versión del implicado

El jefe de la unidad de Homicidios de la comisaría de Vigo desmontó también otros argumentos del acusado, Manuel Matanzas. Afirmó que la víctima murió antes de ser maniatada y que ya no seguía viva cuando se marchó de la casa el sospechoso. «Creemos que ya estaba muerto cuando lo maniató porque la cinta de embalar no tenía rastros de que la víctima intentase liberar las manos y no se estrechó ni formó un hilillo», señaló. «Es incongruente que dejase vivo a alguien que lo conoce, no tiene sentido ni cuadra con un robo que se llevase el móvil y las llaves de alguien que lo va a acusar», dijo el jefe de la unidad.

Una de las pruebas que tiene el jefe de Homicidios contra el acusado es que al hacer la geolocalización GPS del móvil de Roberto Chapela, este dio una señal en una antena en su casa a la hora del crimen y luego se movió a otra del centro de la villa, donde vivía el sospechoso. Además de que cuando los agentes registraron la casa del implicado en presencia de su abogado, les manifestó: «Fue una imprudencia». En el traslado al lugar donde el principal acusado enterró el teléfono, Matanzas relató que había tenido una discusión con Roberto, que forcejearon y lo dejó con vida, «pero nosotros creemos que no», afirmó.

El jefe de los investigadores también desmonta la idea de que entrasen otras personas en la casa tras marcharse Matanzas: «No había nada que nos hiciese sospechar que entraran dos personas, no podía ser porque la puerta estaba cerrada y vivía solo. Yo mismo comprobé que la llave entraba en la cerradura».

A mayores, comprobaron sus datos bancarios y descubrieron que el implicado solo tenía «un euro y 26 céntimos» en su cuenta cinco días antes del crimen. Cada mes cobraba una paga por su discapacidad psíquica del 65 %. 

En las escuchas policiales, los agentes oyeron cómo contaba a un amigo que Roberto le había gritado por la calle que le debía dinero y luego hizo una llamada a un abogado para consultar un asunto que no quería hablar por teléfono, lo que resultó «extraño» a la policía.

El historial delictivo de Manuel Matanzas incluye un intento de acuchillar al padre y el hermano, otro de intentar provocar un accidente de autobús en un incidente, así como por malos tratos.

Hay otra prueba clave en los guantes y la cinta de embalar, pues contiene ADN del acusado que lo sitúa en la escena.

Los últimos que lo vieron con vida

Otro de los testigos que vio a Roberto por última vez con vida visitó su casa poco antes del crimen, a las 9.37 horas. Dice que pasó porque la puerta estaba abierta, cogió la droga y se marchó sin notar nada raro. Al día siguiente, el jueves 28 de enero, llamó a la misma hora a Roberto pero no le cogía el teléfono. Fue a la casa y, al acercarse a la puerta, oyó la música alta y vio la luz encendida. «Creí que había alguien dentro porque me pareció ver una sombra y me fui», indicó. 

Varios testigos coinciden en que a partir del jueves, el teléfono de la víctima no daba señal y se quedaron «preocupados».

En el juicio también declararon tres hermanas del fallecido, que contaron que ellas tenían copias de la llave de la puerta pero que nunca entraban sin llamar a Roberto primero. Los allegados renunciaron a la indemnización que pudiese corresponderles por el crimen. «No quiero dinero», dijo la jefa.

La vista fue celebrada esta mañana en la quinta sección de la Audiencia de Pontevedra, con sede en Vigo, y fue presenciada por 90 alumnos de los colegios Escuelas Ramón Nieto de Vigo y los Maristas, dentro del programa Educar en Xustiza.

M.Moralejo