Ocho años de pelea con el Sergas por una reducción de jornada para cuidar a su hijo

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

El juez da la razón por tercera vez a una empleada del Chuvi con un niño dependiente

19 feb 2023 . Actualizado a las 21:06 h.

Un juzgado de Vigo acaba de condenar por tercera vez al Servizo Galego de Saúde a conceder una reducción de jornada a una trabajadora para que pueda cuidar de su hijo, que tiene una enfermedad genética sin cura que le provoca una gran dependencia (grado 3, el más alto). En esta ocasión, el Sergas le había recortado la reducción de jornada a su empleada, al pasarla del 75 % al 50 %. Ella recurrió y el Juzgado Contencioso Administrativo número 2 le da la razón y obliga al Sergas a mantener el 75 % de reducción de jornada y un salario del 100 %.

La mujer se llama Elena Estévez, es auxiliar administrativa en el Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi) y tiene un hijo de doce años que se llama Martín. Nació con un síndrome polimalformativo, una rara enfermedad neurológica de base genética que le provoca crisis recurrentes y constantes visitas al médico. Ella lleva desde el 2015 peleando en los tribunales con el Sergas para que le concediesen un derecho que existe en España desde el 2011: en el caso de menores con enfermedades graves que requieren un cuidado definido como «directo, continuo y permanente», el trabajador (público o privado) puede tener una reducción de jornada y percibir el total de su salario. «Llevo muchas horas de sufrimiento, horas insomnio y preocupaciones», dice Elena, «y esto me ha afectado en la salud, sufro trastornos digestivos y estoy diagnosticada de vértigo por el estrés».

Su batalla había comenzado en el 2011, cuando se aprobó esa regulación y ella la pidió. Pero entonces lo hizo de forma verbal y asegura que la dirección de recursos humanos del Chuvi se lo negó. Hasta el 2015 no lo planteó formalmente, por escrito, porque había tenido otra hija y eso le había permitido pedir permisos que en realidad eran para ocuparse de ambos. Pero el Sergas denegó esa primera petición formal y no le dio ninguna alternativa. Simplemente, le trasladó que no tenía derecho a la prestación, que va destinada, según el texto legal, a «cuidado de menores afectados por cáncer u otra enfermedad grave», entre un listado con más de un centenar de patologías que se ha ido ampliando.

Ahí acudió a la Justicia por primera vez y ganó la primera sentencia. El juzgado ordenó al Sergas en el 2016 que le redujese la jornada un 75 % (ella pedía un 99 %) y le mantuviese el salario íntegro.

Unos años después, ella escolarizó al niño en el centro de Aspanaex. Con esa circunstancia, el Sergas aprovechó para recortar la reducción de jornada al 50 %. «Me cambiaron de turno, que yo tenía de tarde, para la mañana y me hicieron una conciliación que no pedí», asegura. Ella demandó. Ganó por segunda vez. Era el 2021.

Pero aquella sentencia abría la puerta a que si el niño seguía escolarizado de 9.30 a 15.00 horas, de lunes a viernes, el Sergas adecuase el horario a esas circunstancias. Y lo hizo. Le recortaron la reducción de jornada otra vez. Ella presentó un recurso y, como el Sergas no lo contestó en plazo, volvió a juicio por tercera vez. El magistrado era el mismo que había dictado la sentencia que abría la puerta a ese recorte. En la vista, el juez ofreció a Elena hablar, algo inusual en un proceso contencioso. «Solo quiero ocuparme adecuadamente de mi hijo», expresó ella, como recoge la sentencia.

El juez ha vuelto a condenar al Sergas a mantener la reducción de jornada del 75 % basándose en que la situación neurológica de Martín ha empeorado, como demuestran los informes médicos (emitidos por la propia Xunta), y en que el Tribunal Supremo ha sentenciado que la reducción de jornada retribuida es un derecho «aunque el menor se encuentre escolarizado».

«Elena ha tenido que aprender lenguaje de signos, a colocar una sonda gástrica, a aspirar mocos con una máquina... necesita formarse», dice su abogado, Luis Pena, «y hay que pensar que lamentablemente Martín sube de grado cada año, y va a tener más necesidades en el futuro». La dependencia se mide en una escala de cien puntos y Martín tiene 88.

Elena Estévez acaba de reincorporarse a trabajar. Ha cambiado su puesto en el Álvaro Cunqueiro por el Meixoeiro. Asegura que le dolió demandar a su empresa, que es el Sergas. «Es una pena que precisamente el Sergas, que tendría que velar por el bienestar de la comunidad, resulte tan frío e impasible con los problemas de los trabajadores».

Sanidade dice que el juzgado instó a revisar el caso

El Servizo Galego de Saúde ofrece, a través de una portavoz, una secuencia de los hechos muy similar a la de Elena Estévez. El organismo justifica que inicialmente no se concedió la reducción de jornada retribuida porque interpretaba que la legislación estaba pensada para los niños con cáncer que debían ser ingresados. Después, recortó el permiso basándose en que el niño acude a una escuela toda la mañana. Perdió, pero el Sergas recuerda que el juez instaba a revisar el caso si el niño seguía escolarizado, y por eso lo revisó. Ahora acata la sentencia.

En el juicio, el Sergas argumentó que Elena podía tener un 50 % de reducción de jornada y ausentarse cada vez que lo necesitase. El juez reflexiona sobre el asunto. «Objetivamente, no descubrimos la ventaja» para el Sergas de «proveer con frecuencia la suplencia de la actora». «En la práctica, se alcanzaría similar resultado, pero con mayores complicaciones».