«La vida me ha hecho ver que no somos tan fuertes como creemos»

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO

Gerard Forns y Estela Carrera, jugadores de balonmano en primera división
Gerard Forns y Estela Carrera, jugadores de balonmano en primera división XOAN CARLOS GIL

Dos deportistas atrapados por las redes de la ansiedad. Gerard Forns y Estela Carrera, jugadores de balonmano en primera división nacional, porteros, jóvenes y amigos, han pasado por procesos parecidos. Padecieron ansiedad, fruto de la presión y las exigencias (y autoexigencias) del trabajo en el que llevan media vida. Lo hicieron público y recogieron un montón de casos de deportistas que pasan por lo mismo.

12 feb 2023 . Actualizado a las 21:00 h.

Un día, Gerard Forns (Sant Boi, Barcelona, 28 años) se dio cuenta de que estaba actuando. Interpretaba un papel en el que él hacía de un tipo animado y sonriente, ese al que todo el mundo quiere en su pandilla. Un tipo con energía, que se apunta a todo. Gerard Forns hacía de Gerard Forns. El auténtico siempre había sido ese tipo sonriente y cercano. Pero el nuevo tenía que forzar la sonrisa, impostar las bromas y disfrazar las ganas.

El verano pasado, atravesaba una situación de gran estrés. Trabajaba en un campus de porteros de balonmano. Su pasión. Tres días antes de volver a Cangas para empezar la pretemporada con su club, recibió una mala noticia. Forns juega en Asobal (primera división), ha militado en el Granollers y en el Barcelona. La exigencia, la presión, la disciplina, forman parte de su equipaje vital. Pero ese día rompió. Sufrió dos ataques de pánico. Uno lo llevó al hospital. «El doctor me dijo: ‘‘Tu cabeza ha llegado al límite. O vas con ayuda o no sales del pozo, y de la ansiedad pasas a la depresión’’», recuerda.

En realidad, ya lo intuía. Su representación del papel de Gerard era su manera de ir apartando la llamada al psicólogo, que sabía que tenía pendiente. «Vivimos con una gran presión, por ganar, por ser mejor que aquellos con quien compartes vestuario, por mejorar...», explica.

Su terapia empezó con una llamada, aún en Barcelona. Contactó con su entrenador y ambos decidieron que volvería a Cangas, empezaría con terapia y se tomaría las cosas con calma. Al llegar, lo contó en el vestuario. «No es ningún tabú. Los deportistas estamos vistos como inmortales, pero nos ponemos enfermos, cogemos la gripe y también la enfermedad mental. No soy el único», reflexiona, «la vida me ha hecho ver que no somos tan fuertes como creemos».

Hace unos meses dio un paso más. Desde agosto había estado escribiendo un diario, con lo que sentía. En diciembre publicó en sus redes sociales que estaba tratándose la ansiedad. «Lo hice por mí, porque era dar un paso de gigante, avanzar; pero también porque creo que al ser una imagen pública podía ayudar a mucha gente», detalla. Le escribieron otros deportistas, profesionales y aficionados, con problemas de ansiedad similares al suyo.

Gerard sigue al tope con el balonmano, no hay pensado en dejarlo. Entrena a diario y es preparador de los chavales de la cantera el Cangas. «No creo que pueda llegar a estar curado al 100 %», dice, «intento convivir con la ansiedad, tengo picos, pero si sabes cuándo puedes controlarla».

«He cambiado mucho, antes no había nada bueno en lo que hacía»

Empezó a sentirse pequeña, poco a poco más y más minúscula. «Se me acabó la suerte», pensaba. Llevaba veinte años en el balonmano, estaba en un equipo de división de honor (primera) y había jugado con la selección española. Pero todo eso había sido producto de la suerte. Y la suerte se había acabado. Estela Carrera (Elda, Alicante, 31 años) se sorprendió a sí misma variando su técnica de forma repentina, saltando más, levantando la pierna de manera diferente. A ver si así conjuraba esa suerte que la había dejado plantada. «Le cogí miedo a jugar, me planteé dejarlo, pensaba que no era para mí», reconoce.

Fue durante una temporada de cambios, que incrementaron la presión y la autoexigencia. Era el 2019 y decidió dejar el Guardés por el Málaga. Llegó diciendo que sentía miedo de jugar y que necesitaba ayuda. El club se la brindó y ella lo reconoce con enorme agradecimiento. Estuvo trabajando con un psicólogo esa temporada. Pero fue una temporada rara. Ella se lesionó del hombro y luego llegó la pandemia de covid-19, así que estuvo muchos meses sin jugar.

En ese tiempo le estuvo dando vueltas a su situación. Se había ido a Málaga por probar un cambio y ya allí estaba pensando otra vez en salir, en irse de España. «Era una forma de huir, como no me gustaba cómo me iba, era una forma de tirar hacia adelante», asegura. «Yo necesitaba un club más familiar, que fuese un bloque, que era lo que yo había vivido».

Por eso recaló en el Porriño y regresó a la pista. Ha seguido con la terapia psicológica. «He cambiado mucho, no siento ni la mitad de miedos que sentía. Antes no había nada bueno en lo que hacía, ahora me encuentro bien», dice. Tanto, que fue una de las personas que más ayudó a su amigo Gerard Forns, cuando él empezó a padecer ansiedad.

También a otros. Hace unos meses, en una entrevista en La Voz, Estela reconoció que había sentido miedo de salir a la pista. «Nunca le doy importancia a esto. Se me preguntó y lo dije, pero no pretendía darle visibilidad», admite. Eso sí, en ese momento recibió una avalancha de mensajes de jugadoras de varios equipos... «¡y me di cuenta de lo que había hecho!». El problema es común. «Llega un punto en que en el deporte la exigencia va más allá de los resultados», admite.

A Estela Carrera le picó la curiosidad de la psicología y hace dos años se matriculó en esa carrera, aunque a distancia. Llevaba más de diez años sin estudiar, viviendo solo para el balonmano, y no pudo con las rutinas. Lo dice sin acritud. Este año se ha matriculado en un FP de técnica de radiología. Pero se plantea volver a la psicología en el futuro. Ya sin miedo.