Con el hockey en las venas

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Antón Viladrich, jugador del Traviesas, ha mantenido el vínculo con su deporte en distintas facetas durante décadas

06 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Empezó con el futbito en el colegio, pero sus amigos le condujeron hacia el hockey sobre patines, al que llegó para quedarse. La prueba es que, décadas después, Antón Viladrich (Vigo, 1980) nunca ha dejado de estar ligado a la disciplina, ya fuera como jugador, como árbitro, entrenador de porteros, echando una mano como delegado o en cualquier cosa que necesite su actual club, el Traviesas Hockey Club Vigo.

Comenzó y sigue siendo guardameta, un rol que desarrolló en varios equipos de Vigo y, cuando se fue a estudiar a Cataluña, también allí. «Probé en la portería y me enganchó», señala. Mientras cursaba Fisioterapia —a lo que se dedica—, estuvo en el Vic, teniendo la oportunidad de subir en ocasiones a entrenar con el primer equipo, de División de Honor. «Al acabar la carrera, volví a Vigo y estuve cinco años en el Vigo Stick», comenta. Después, decidió colgar los patines.

Sin embargo, buscó otra vía para seguir ligado a su deporte: el arbitraje. «No me quería desvincular del mundillo y al ser fisio, por mis horarios, no me puedo plantear ser entrenador», cuenta. Aquella etapa le dio otra perspectiva y lo recuerda como una experiencia positiva y enriquecedora. «Ahora, cuando me arbitran, intento suavizarme y bajar los humos. Ves de otra manera los fallos que se cometen desde ese lado», detalla.

Porque en los últimos años, Antón ha vuelto a jugar. Primero, como integrante del equipo de veteranos que se formó en el Traviesas y, luego, en su primer equipo, del que sigue formando parte ahora, a los 42 años. Durante el covid, de hecho, compatibilizó ambos roles cuando aún estaba en el conjunto de veteranos, ya que la Federación se lo permitió al entender que no había incompatibilidad. «Cuando se retomaron las competiciones, pensando en toda la gente con la que iba a estar en contacto como árbitro y luego con los pacientes, no me iba a arriesgar y dejé el arbitraje. Jugando lo paso mejor», admite.

Siguió con el conjunto de veteranos y, cuando después de la pandemia las competiciones fueron volviendo muy poco a poco, el club se planteó formar un equipo A y otro B para tener más opciones de jugar. Ahí se juntaron veteranos, juveniles, júnior... «Ahí me veo que sigo físicamente bien, porque seguí haciendo otros deportes como kitesurf o crossfit. Y me empiezan a decir que estoy para jugar en el primer equipo», rememora.

A raíz de enfrentarse con los más jóvenes, surgieron comentarios como «cómo estás, vaya nivel o qué partidito nos diste». Así, hace dos veranos recibió la llamada de otro club de fuera, de Santiago, para ver si se animaba a jugar unos minutos con ellos. «Antes, quise hablar con el Traviesas para ver qué planes tenía y me dijeron que me querían para echar una mano, estar con los chavales y darles un punto de veteranía en la portería». En esas está por segunda temporada consecutiva.

As sus 42 años, comparte pista con chavales que no tienen ni 18 y con los que bromea con que podrían ser sus hijos o con que él vale por dos de ellos. «El ritmo es otro, pero la portería también es diferente a las demás posiciones. Y aunque tienes menos flexibilidad, lo compensas con la experiencia, aquello del perro viejo», sostiene. Además, al haberse mantenido siempre en lo físico con otras disciplinas, ahora lo agradece. «En el crossfit trabajo mucha potencia, hay cosas que son transferibles al entrenamiento del hockey», analiza.

A lo largo de su vida, además, ha sido entrenador de porteros y todavía a día de hoy echa «un cable» en esa faceta y en lo que le pidan. También influye que, aparte de jugador del club, también es padre de jugadora. «La empujé mucho a que hiciera un deporte de equipo, porque por mi experiencia sé que te da vivencias que no se olvidan y la gran mayoría, positivas», cuenta. El hecho de haberle visto a él en algún torneo, así como haber visto sus fotos y vídeos jugando, hizo que también se decantara por el stick, aunque previo paso por el baloncesto. «Se enganchó enseguida. Estar encima de los patines le flipa y, además, quiso probar la portería y ahí se quedó también», desgrana orgulloso cómo ha seguido sus pasos.

Antón habla del hockey como un deporte «diferente, muy rápido, sobre patines, en una pista de 40 metros de largo en el que puedes tener tres ocasiones de gol en cuestión de un minuto en porterías distintas». Aunque al principio hay a quien le cuesta interiorizar las normas, reconoce, y se requiere una gran concentración, pesan más otros aspectos: «Es llamativo visualmente. Están el ruido, las frenadas, un punto de emoción que atrapa».

Pero si hay algo que le resulta fundamental es «el buen rollo en el equipo y las amistades». Disfruta viendo cómo su hija tarde una hora en salir del vestuario. «Le tengo que tirar de las orejas, pero en el fondo, estoy encantado porque lo está pasando bomba y esas amistades son muy importantes». Es también su gran impulso y, aunque no sabe cuánto le quedará en activo, tiene claro por qué volvió: «Soy un animal competitivo, pero en gran medida fue por el vestuario, para disfrutar del grupo».