El gurú que formó un club de referencia

Xosé Ramón Castro
x. r. castro VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Jacobo Ríos comenzó con cinco niños y en una década hizo del Hebe una entidad puntera y con 300 licencias

23 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera vez que ejerció de entrenador, en clases extraescolares, no le gustó y cuando tuvo claro que era lo suyo, los propietarios cerraron el gimnasio en donde ejercía. Parecía que la vida conducía a Jacobo Ríos (Marín, 1980) hacia otros destinos. Pero a la tercera fue la vencida y este campeón de Europa de categoría máster en la modalidad de freestyle terminó por convertir al Hebe de Moaña en un club de referencia en el mundo del taekuondo en Galicia. Por licencias y por éxitos. Tan solo le falta contar con un olímpico y Tania Castiñeira está camino de París.

Todo comenzó a los 13 años. «Mi tío, que ahora tiene un gimnasio en Pontevedra, practicaba este deporte y nos enroló a mi hermano mediano y a mí. Comenzamos en un club en Marín», comenta Jacobo a modo de introducción. A los 17 tuvo su primera experiencia docente. «Di clases extraescolares, pero no me había gustado nada. Igual me faltaba madurez», recuerda. Dos años después, y en su faceta como deportista, se hizo con el bronce en el campeonato de España, pero la vida, «que entonces era más complicada», le llevó residir a Canarias durante dos años y medio, un tiempo en el que solo hizo deporte por afición, no por competición.

De regreso a Galicia, surgió la oportunidad de comenzar como entrenador en un gimnasio de Moaña. «Ahí me di cuenta de la diferencia entre dar clases en un colegio a entrenar en un club y descubrí que era lo que me gustaba», dice. Comenzó con cinco niños, luego contó con 10 licencias y después de cuatro años y cuando alcanzaron el centenar de alumnos, llegó un nuevo contratiempo. «La gente que tenía el gimnasio decidió cerrar».

En ese momento comenzó un año de peregrinaje. «Estábamos buscando en dónde meternos y el Concello de Moaña nos dejó un local social para dar clase mientras hacíamos la transición», comenta Jacobo, que empezó este camino con Noelia Pérez, otra de las referencias del taekuondo gallego y también entrenadora del club.

Fue el momento en el que surgió el Hebe, nombre que en la mitología griega significaba la personificación de la juventud. Para entonces, contaban con algo más de medio centenar de alumnos y una década después supera los 300 y un aluvión de buenos resultados en el panorama estatal e internacional. «Hemos sido tres veces consecutivas el mejor club de España en la modalidad de freestyle, hemos estado en campeonatos de Europa y del Mundo y ahora nos falta tocar los Juegos Olímpicos, pero tenemos a Tania Castiñeira en el centro de Sant Cugat y esperamos poder clasificarla para la cita de París», dice Jacobo Ríos.

Preguntado por la pócima del éxito, el entrenador lo resume en una frase corta y lapidaria: «Darle caña». Los competidores del Hebe entrenan una media de dos horas diarias de lunes a viernes a mayores del fin de semana, en donde pueden tener un par de competiciones por mes.

El proceso

Llegar a la competición tampoco fue un proceso sencillo, sino que Jacobo lo fue madurando con el tiempo hasta encontrar el camino. «Comenzamos con aquellos a los que les gustaba más entrenar. Había niños a los que les gustaba ir al gimnasio para practicar deporte, pasarlo bien y que apuntaban maneras», matiza. Eso no significa excluir a quienes ven la práctica deportiva de otra manera y que también tienen cabida en el Hebe. «El que quiera competir, muy bien, y el que viene para echarse unas risas y a hacer deporte, también. Nosotros queremos que todo el mundo tenga cabida».

Todo, en un proceso que comienza con los recién llegados practicando todas las modalidades (combate, técnica, freestyle y exhibición) y que tiene un momento clave en la adolescencia. «Al principio todo va muy bien, pero llega un momento en el que cambian las prioridades», lo que provoca que los más enganchados a la disciplina continúen y otros terminen dejándolo.

En este proceso, Jacobo Ríos también actúa como guía. «Como entrenador, veo lo que quiere cada uno y les voy orientando. Hablo con cada persona que entra en el gimnasio, veo cómo se mueven y les animo a que prueben siempre un poco más en la competición. Ahí vemos si quieren avanzar y les apoyamos en el camino y si no quieren seguir, vienen a clases y se ponen en forma». Una manera de ver un deporte que ha cambiado un mundo desde que Jacobo, con 13 años tuvo su primer contacto con una disciplina que se ha convertido en el hilo conductor de su vida.