La lluvia incesante y el coste de la luz disparan el uso de lavanderías autoservicio

VIGO

«Hemos tenido que ampliar debido a la demanda de secadoras», dice un empresario
10 ene 2023 . Actualizado a las 13:32 h.Hacer la colada en compañía de extraños ya no es de película. Hace no mucho tiempo, las escenas en lavanderías autoservicio solo se veían en el cine. Hay miles de ellas rodadas en estos espacios públicos para hacer la colada, pero ya ha dejado de ser algo exótico. La tendencia llegó tímidamente hace cerca de 20 años y su uso está cada vez más en auge, no para de ganar adeptos. En Vigo hay cerca de una treintena de establecimientos (y subiendo) que ofrecen este servicio en el que los usuarios salen con la ropa lavada y, si así lo desean, también seca. «De hecho eso es lo más habitual», destaca Roberto Pereira, gerente de Lavatrice, que cuenta con dos locales, uno en Rosalía de Castro y otro en Marqués de Valladares. Según explica el profesional, «lo que hemos tenido que ampliar debido a la demanda ha sido el número de secadoras».
Tras dos años muy duros por la pandemia, en los que el sector tuvo que capear como pudo una larga racha de bombos parados y vacíos, la subida estratosférica del precio de la electricidad y el gas se ha convertido, en su caso, en un punto a favor. «Nos ha beneficiado un poco a la hora de fidelizar nuevos clientes, aunque nosotros también lo sufren en nuestras propias facturas», indica Loli Carballa, que es la responsable de Lavagreen, en el 69 de la calle Venezuela. En algunos casos, como el suyo propio, ni siquiera lo han repercutido en los precios para no perder usuarios. «Aún no los he subido, pero me lo estoy planteando, porque ha habido meses que he pagado tres veces más de lo que solía pagar antes», asegura.
Loli, que gestiona una lavandería autoservicio que además de petfriendly es ecofriendly, lo que la diferencia de la mayoría al utilizar productos ecológicos y maquinaria sostenible, agradece la racha, aunque matiza que «no es para tanto porque somos muchos». De todas formas, comenta que un poco de suerte tampoco le viene mal tras haber inaugurado su establecimiento unos meses antes de la llegada del covid. La responsable del local confirma también el incremento de usuarios que les ha llegado por la vía meteorológica, además de por la factura de la luz. Los casi dos meses de lluvias, prácticamente sin tregua, han intensificado la utilización de este tipo de establecimientos. «En general, en el servicio de lavandería se nota mucho cuando llueve, sobre todo, porque muchos edificios nuevos no disponen de espacio de lavandería o patios, por lo que los residentes se ven obligados a poner los tendales en una habitación o en el salón, y si hay tanta humedad, no seca», explica. Pero reconoce que quizás es el uso de las secadoras lo que más ha crecido en su sector. «La gente, aunque las tenga en casa, no las quiere poner porque el consumo energético de una secadora doméstica tiene ciclos muy largos, de dos horas o más, y eso sube mucho los recibos a fin de mes», justifica. En cambio, en esto locales, los usuarios, pueden controlar lo que gastan sin necesidad de llevarse sorpresas desagradables. «Es lo que me comenta la gente que viene, que no les compensa porque entre el agua, los detergentes y la luz, no les sale a cuenta».
Roberto Pereira corrobora las impresiones de su colega. «Estamos teniendo más clientes. Si son nuevos o no, no lo sabemos porque es un autoservicio, pero trabajamos con tarjetas de fidelización y se venden muchísimo más. Cada vez viene más gente y el porcentaje de los que no tiene lavadora es muy pequeño», afirma.
También aumentan los usuarios porque los pisos nuevos carecen de espacio para tendederos
Ilduara comenzó a acudir a las lavanderías autoservicio por otras razones. Ni por el precio de la electricidad ni por la lluvia. «En realidad fue porque en el piso de alquiler en el que vivía no tenía lavadora, pero me gustaba porque ponía la secadora también y juntaba mucha ropa», cuenta mientras dobla las prendas limpias. Pero cuando se mudó a otra vivienda que sí disponía de ese electrodoméstico, siguió haciéndolo, «aunque menos», reconoce. «Sobre todo para ropa de cama seguía yendo, porque el espacio que tengo en casa para colgar sábanas no da para nada», lamenta.
Su hermano, Abraham, es otro usuario convencido. Dispone de lavadora en su domicilio, pero ha incluido esa visita en su rutina semanal. «Voy los domingos y así hago todo de una», explica el joven transportista.
Rubén, con dos hijos pequeños, es de los nuevos clientes que se ha acercado hasta estos establecimiento dos meses casi seguidos de lluvias. «Había venido alguna que otra vez para lavar edredones porque en la lavadora de casa van muy justos y aquí, además, tienen secadora, que en este momento es indispensable», cuenta encantado.
Hasta ahora, los estudiantes y trabajadores de paso que se alojan por las zonas donde hay lavanderías eran los clientes más asiduos, pero el espectro se ha ampliado y diversificado. Hasta amas de casa que renegaban de las lavanderías se apuntado a la tendencia llevadas por el exceso de humedad. «No hay quien ponga una colada. Cuando acabó la lavadora, ya está lloviendo otra vez», se queja una mujer que se estrena en uno de estos establecimientos preguntando a otros usuarios cómo funciona.