Tina, pastora y contrabandista del Miño

Monica Torres
m.torres TUI / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

La mujer que cuida el rebaño de la fortaleza de Valença es toda una superviviente

09 ene 2023 . Actualizado a las 23:03 h.

La brigada de jardinería ecológica de Tina es uno de los atractivos que suma la fortaleza de Valença do Minho. Niños y mayores disfrutan a diario con las más de 32 ovejas de su rebaño, que ya forma parte de la estampa del Miño.

«No creo que nadie sepa que mi verdadero nombre es Ernestina, nunca nadie me llamó así, pero si preguntas por Tina, en cualquier sitio de Valença saben dónde estoy», explica.

Vive a los pies de la fortaleza, donde nació hace 69 años, con la única compañía de sus animales en una vivienda sin luz ni agua caliente, pero con el cariño de sus vecinos. Ella fue la primera en advertir hace una semana el desplome de la muralla, uno de los mayores sustos que ha enfrentado en los últimos tiempos. Pero Tina es, además, una de las mujeres que desde niña y, en el mismo escenario, se jugaron la vida en el río para sobrevivir tras la Guerra Civil.

«Trabajé toda mi vida en el contrabando, desde niña. Éramos contrabandistas para sobrevivir, nada que ver con las drogas», recuerda mientras vigila el rebaño. «Comenzamos a trabajar como empleadas de la policía, aún de niñas. Nos mandaban a diario a buscar pan a España y aprovechábamos para traer todo lo que podíamos», explica.

Difícil borrar los episodios de miedo jugándose la vida, «porque si te cogían te quitaban todo lo que tenías ya que tampoco se podía hacer frente a las multas», recuerda esta mujer que, curiosamente, no tuvo pasaporte hasta después de la Revolución de los Claveles. Asegura que «nunca lo había necesitado antes».

Durante el estraperlo, cuando el tráfico de alimentos y otros productos básicos era una práctica habitual en el Miño, la única ley era la supervivencia. Fueron tiempos de hambre, de represaliados escondidos en el monte que querían huir y de barcas cruzando el río con personas y productos de contrabando. «De España traíamos calzado, uvas pasas, caramelos o chocolate, y luego cruzábamos café y ropa. Trabajábamos con algunos carabineros y, cuando cambiaban los turnos, tenías muchos problemas», dice callando más que habla.

Ahora continúa trabajando porque cría y vende animales, aunque ya busca relevo. «Quisiera poder vender mi rebaño, pero no encuentro quien me ofrezca un precio justo. Antes vendías el estiércol, la lana y las crías, pero ahora nadie quiere invertir», lamenta Tina.

Volvía con sus ovejas el domingo a casa cuando sintió que la tierra se abría bajo sus pies. «Escuché un gran ruido en el suelo y, cuando alcé la mirada, ya vi las piedras volando y la tierra cayendo hacia abajo. Llevé un susto tan grande que no sabía si ir para casa o huir», recuerda. Fue directamente a avisar a un vecina, que telefoneó a los bomberos y se activó el protocolo de emergencia. Nada se pudo hacer para que un gran paño de A Coroada se desplomara. Esa misma noche la tierra volvió a temblar con otro desprendimiento. «Da miedo pensar en más lluvias», dice.