Las madres que cambian el mundo con un café: «Trabajando, nuestros hijos con Down se hacen adultos»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO

Rita Blanco y María José Giganto tienen tres hijos cada una. Detrás se ve a Andrea, hija de María José
Rita Blanco y María José Giganto tienen tres hijos cada una. Detrás se ve a Andrea, hija de María José Oscar Vázquez

Una médica y una economista han abierto Diversum, un local para dar una oportunidad laboral a sus hijos con síndrome de Down; hoy emplean a nueve personas con diversidad

17 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Diversum lo gestionan las nueve personas que trabajan aquí, nosotras solo pasamos de vez en cuando. A la gente le sorprende, pero es así». María José Giganto (León, 1965) habla como jefa más que como madre de Andrea, una chica de 24 años que está feliz con su primer empleo. Con Andrea trabaja Martín, un chaval de 25 años que también se estrena en el mundo laboral. Andrea y Martín tienen síndrome de Down, pero aspiran a que esta condición no sea un condicionante. Van cada día a su puesto de trabajo en la cafetería y se ganan su salario con el orgullo de saberse ciudadanos de pleno derecho, con obligaciones e IRPF, como cualquier trabajador y como el resto de compañeros con diversidad funcional que ponen café en Diversum Concept Café, que abrió sus puertas en julio en Venezuela, 35, en Vigo.

Ni María José, economista de profesión, ni Rita Blanco (Foz, 1964), médica, se imaginaban que en el tramo final de sus vidas laborales iban a poner en marcha un negocio de hostelería. Ni sabían de restauración ni se habían planteado nunca emprender, pero el amor de madre las sumergió en una maraña administrativa primero, para conseguir la licencia, y entre facturas, proveedores y fogones, después, para estrenarse en un sector que solo conocían desde el otro lado de la barra. «Teníamos muy claro que tenía que ser una cafetería, por la visibilidad», explica María José.

Tras años comprobando que sus hijos no tenían cabida en el mercado laboral, estudiaron los pros y los contras y acabaron pariendo «un lugar de oportunidades», según palabras de Rita, madre de Martín. «En esta cafetería no solo demuestran sus capacidades los trabajadores, sino que es también una oportunidad para los clientes que pueden descubrir aquí cosas que probablemente desconozcan». En estos cinco meses todavía no salen las cuentas, «pero saldrán», aclara la economista, aunque los resultados más importantes no son los monetarios sino los personales. «Trabajando, mi hijo Martín ha aterrizado de golpe en la vida adulta, se siente orgulloso y está aprendiendo lo que es tener un sueldo y cotizar. Hay cosas que le están resultando más complicadas, como ser puntual, pero cuando se lo he reprochado se pone muy serio y tiene muy claro que quiere seguir».

Diversum es un local adaptado, con mucho espacio entre las mesas, donde no hay bandejas sino carritos. Sus señas de identidad son el café Blend de Róber (el primer barista son síndrome de Down de España), los desayunos, las meriendas y el trato de unos trabajadores que saben que tienen ahí una gran oportunidad. «A mi hija Andrea al principio le costaba acercarse a los clientes, ha ganado en seguridad y ha mejorado su autoestima», explica María José. Que el trabajo dignifica es algo que se sabe desde Marx, pero a los trabajadores de Diversum les permite ser autónomos por primera vez en sus vidas. «La sociedad se fija más en los fallos de las personas con discapacidad. Focalizan más cuando cometen un error, piensan que es por su discapacidad, pero no se plantean que todos nos equivocamos a diario», reivindica María José.

María José y Rita, de niñas
María José y Rita, de niñas

Diversum empezó a gestarse hace veinte años, cuando estas mujeres se conocieron en una consulta de atención temprana para sus hijos. Martín y Andrea fueron creciendo y dando sus primeros pasos en el mundo laboral. «Hicieron prácticas en varios trabajos gracias a Down Vigo, pero son experiencias de dos semanas, no les da tiempo a adaptarse», explica María José. Al ver que ni las empresas ni la Administración planteaban opciones de empleabilidad para sus Martín y Andrea, y ante la perspectiva de verlos crecer sin horizonte, decidieron levantar la verja. Hoy los acompañan en la aventura otras personas con diversidad: Alejandro, Carlos, Samuel, Altagracia, Begoña, Merche y Jael.

No todas las familias están preparadas para soltar en el mundo a sus hijos con diversidad. Ellas empezaron haciendo que sus niños hiciesen trayectos solos a pie, luego las subidas al Vitrasa y, al final, las salidas independientes con hora de llegada. Se sufre, pero se gana, explican. «Cuando Andrea empezó a ir sola en el Vitrasa, un día me llamó la policía, otro día el conductor porque se perdía... Aventuras todas, pero es una satisfacción», zanja María José. «Faltan medios y tienes que ir tú poniendo los parches», explica Rita.

«Los equipos de Recursos Humanos deberían tener una asignatura de integración para que sepan hacer equipos con personas con diversidad. El final de esta historia será que nuestros hijos se independicen», asegura Rita. Es una tarea que, en casos como el de Martín y Andrea no solo depende de ellos, sino también de la sociedad. En este caso, cambiar el mundo es tan sencillo como tomarse un café.

Su canción

«Libre», de Nino Bravo. «Esta canción es una declaración de intenciones. Tenemos que sentirnos en la libertad de hacer locuras, como Diversum, que fue una locura», asegura María José. Rita añade: «Cuando empezamos nos preguntamos qué sería lo peor que nos podría pasar, y nos dijimos: ‘‘No intentarlo’’».