Hidrógeno no tan verde

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

JULIO VERNE

Esta nueva energía que contemplan en sendos proyectos la Zona Franca y el Puerto corre el riesgo de ser una burbuja

12 dic 2022 . Actualizado a las 13:10 h.

Con el reciente anuncio del Puerto y anteriormente de Zona Franca de sendos proyectos para instalar surtidores de hidrógeno verde en la ciudad se hace oficial que Vigo se suma a la apuesta por esta fuente de energía. Aunque en realidad el hidrógeno es un vector energético, por lo que parece pertinente analizar que viene siendo la presunta maravilla.

 El hidrógeno es un elemento muy abundante en la Tierra, pero casi siempre en compañía, por ejemplo, de oxígeno formando el agua (es la H del H2O). En solitario es muy combustible, por lo que siempre fue candidato a complementar a los combustibles fósiles tradicionales. La triple crisis actual: energética, económica y climática, ha propiciado que se retomen e intensifiquen viejas iniciativas para su producción. El primer paso consiste en separar al hidrógeno de sus acompañantes y esto nos ofrece un variado código de colores, entre ellos el negro (extraído del petróleo) y el gris (extraído del gas), ambos con un enorme gasto energético incrementando los gases de invernadero (haciendo peor el remedio que la enfermedad). A este código de colores acabamos de añadirle el rosa, que sería el resultado de utilizar la energía nuclear para la obtención del hidrógeno, producto de la incomprensible decisión de considerar «verdes» las nucleares (el uranio no es un recurso renovable, y no hablemos del coste de enriquecerlo y la longevidad de sus residuos). Finalmente, estaría el hidrógeno verde, que se extrae del agua por electrolisis utilizando electricidad procedente de energías renovables.

 El problema radica en que el proceso es poco eficiente, aprovechando al final entre un 20 y un 50 % de la energía necesaria para su producción, lo que implica que, una vez asumido ese sumidero eléctrico, podría ser un parche para cubrir apenas una parte del uso de combustible fósil en barcos, aviones y grandes camiones. La molécula de hidrógeno es muy pequeñita, tanto que resulta difícil de contener en depósitos convencionales, e incluso en los de alta densidad sus fugas rondan el 1 % diario (mucha mayor pérdida en gasoductos a menos que se mezcle con gas, reduciendo su eficiencia) por lo que su utilización debe ser inmediata y su producción cercana para evitar pérdidas. Otro inconveniente es que ya tenemos estudios que muestran como el hidrógeno liberado interactúa con el resto de gases aumentando el efecto invernadero que se pretendía reducir. Hasta ahora este efecto no se había tenido en cuenta por la poca cantidad emitida, pero esto cambiará si incrementamos exponencialmente su producción.

La tecnología del hidrógeno todavía no parece estar suficientemente avanzada para su uso generalizado. Sus consumos energéticos en toda la fase de producción son muy elevados, reduciendo la eficiencia final e incrementando los costes que se pretenden cubrir con base a multimillonarios fondos del programa Next Generation de la UE, una burbuja que no será sostenible a medio plazo.

 En cualquier caso, estos no serían los principales problemas. Lo preocupante es que este «tecnooptimismo» por elevación hace que se quede por debajo del radar el problema fundamental: el petróleo barato, abundante y fácil de extraer y refinar se acaba y el agujero que dejará no lo podrán cubrir el resto de energías, porque ni podemos electrificarlo todo ni tenemos minerales estratégicos suficientes para hacerlo. Tenemos que reducir drásticamente el consumo de energía y solo ese decrecimiento (palabra tabú para la economía y los gobiernos) podrá permitirnos evitar la otra opción, el colapso. Es tan simple como asumir una ley inexorable: los límites biofísicos del planeta.