El Cunqueiro congela los nervios de adolescentes para operarles el pecho

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO

cedida

Aplica una nueva técnica para tratar el hundimiento de la pared torácica

28 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de cada 500 niños nace con una malformación que se llama pectus excavatum: su pecho parece ahuecado y esto, además de una cuestión estética, puede tener consecuencias clínicas, porque comprime los pulmones y el corazón. Los casos más graves ya se operaban, pero ahora un equipo de anestesiología y cirugía pediátrica del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo ha empezado a utilizar una nueva técnica. Se basa en aplicar una anestesia de larga duración mediante la congelación de los nervios. Es algo que hasta ahora no se hacía en Galicia. Un anestesista inyecta un gas en los nervios que están entre las costillas para anularlos. El efecto dura tres meses. Esto permite operar al menor y que pase un posoperatorio sin los dolores habituales.

No todos los casos de esta dolencia deben pasar por quirófano. «Vemos alrededor de 60 casos de pectus excavatum al año, de los que son severos entre diez y quince», dice el cirujano pediátrico Marcos Prada. De esos, se operan entre seis y diez cada año y llevan más de medio centenar ya intervenidos en los últimos años. Son aquellos en los que la dolencia repercute en su vida. Pueden ser problemas para respirar, sobre todo cuando se hace ejercicio, o una afección cardíaca. A veces se trata de una repercusión estética nada desdeñable, pues suele darse en adolescentes. Hay casos que no se operan porque no ha manifestado ninguna clínica.

Esta técnica tiene dos partes, la anestesia y la operación en sí. Para la anestesia se emplea frío para provocar ausencia de dolor (por eso se llama crioanalgesia). Esto puede hacerse días antes de la intervención por vía percutánea (a través de una aguja guiada por ecografía) o bien durante la operación, aprovechando el corte que hacen los cirujanos. El efecto analgésico dura tres meses y los nervios anulados acaban recuperando la sensibilidad. Este efecto de larga duración permite al joven incorporarse pronto a su vida cotidiana.

La segunda parte es la propia operación. A través de unas incisiones (toracoscopia), se introducen en el pecho dos barras de titanio, que lo empujan hacia afuera, para corregir el hundimiento. Van fijadas con un puente que impide que se muevan. Hasta ahora, se venían utilizando unas barras de acero que, en algunos casos, podían desplazarse. Pero «el mayor problema de esta cirugía es que el posoperatorio era doloroso», dice Prada. A pesar de que se mantenía una anestesia epidural durante días, el dolor nunca se controlaba del todo.

El resultado era que, hasta la introducción de esta doble técnica, el adolescente tenía que estar una semana en la uci después de la operación, luego un mes en casa, sin ir al instituto y con medidas muy restrictivas, y luego dos meses más sin ninguna actividad física. Ahora, en unos días el paciente se va del hospital y puede incorporarse a su vida de forma casi instantánea. Solo se le pide que en las primeras semanas no haga una actividad física excesiva.

Desde el verano, la nueva técnica se ha empleado ya en cuatro chicos y una chica, de entre 13 y 15 años, con éxito. Normalmente las operaciones se hacían en el período estival para evitar que el chaval perdiese clase. Pero ahora los cirujanos pediátricos estiman que se ampliarán al resto de meses. De hecho, tienen ya programados tres casos más para lo que queda del 2022. Además, es posible que, al suavizarse el posoperatorio, haya más chicos que se animen a operarse.