La carnicera que tritura la jubilación: «Con 69 años, sigo por mis clientas»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Pilar Cambeiro regenta una de las carnicerías más antiguas de Galicia, en Bouzas. Empezó con 13 años, subida a un banco para alcanzar el mostrador. Piensa retirarse, pero aún no sabe cuándo

26 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Yo le reñía a mi padre por no salir de la carnicería con 80 años y ahora yo estoy haciendo lo mismo». Pilar Cambeiro (Vigo, 1953) lleva 56 años tras el mostrador del negocio que fundó su abuelo en el mercado de Bouzas, en Vigo. El comercio familiar tiene más de 120 años y es una referencia, como también lo es esta mujer que fue presidenta de la Asociación de Comerciantes de Bouzas y miembro de la directiva de la Federación de Comerciantes de Vigo. En 2012 fue elegida mejor placera de Galicia, un galardón que atesora en la carnicería donde creció, maduró y se hizo madre y abuela. «Con 69 años, sigo por mis clientas. Le tengo cariño al trabajo». La melancolía empieza a asomar ante la perspectiva de retirarse. «Yo no me jubilaría pero el cuerpo...».

Su abuelo, José, fue el primer carnicero en abrir despacho en el mercado de Bouzas, un oficio que heredó su padre —también José— y después los hijos de este: Pilar y sus hermanos, José Rafael y María del Carmen. «Hay clientas que llevan conmigo 50 años. Empecé a los 13, no le llegaba ni al mostrador, era muy alto, de mármol. Mi abuelo me hizo un banquito de madera para que alcanzara para dar las bolsas, que era lo que yo hacía». Más de medio siglo después, aquella niña que iba a la carnicería con su padre en el tranvía de las 5.30 para ir por la tarde al instituto, sigue madrugando. Cambeiro se levanta a las seis de la mañana, hora y media después llega al puesto; es una de las primeras que levanta la verja en el mercado de Bouzas.

Aunque todavía no ha decidido la fecha, Pilar empieza a pensar en su retirada tras haber superado, con creces, la edad de jubilación. «Me encuentro bien de salud pero son muchas horas de pie. Me operé una rodilla y estoy pendiente de operar la otra que me está dando la lata...». A falta de relevo generacional, el negocio familiar está destinado a un traspaso. «Las clientas me piden que no me marche, pero ni mis hijos ni mis sobrinos han elegido esto».

Pilar es y ha sido toda su vida dependienta y lo ha ejercido en todas sus facetas, también como representante de los comerciantes de Bouzas, cargo que desempeñó durante 20 años. Dos décadas en las que ha alimentado una segunda familia tras el mostrador, entre filete y filete. «Me cuesta porque voy a echar de menos a mis clientas, tengo muy buenas amistades, me cuentan sus historias, yo les cuento las mías... Cuando me operé me demostraron lo que me querían, nunca esperé recibir tanta llamada». Muchas son coetáneas pero también va asomando gente joven que busca consejo para la papilla de los niños o las cenas de amigos. 

«Tengo fe en el comercio»

Las manos de Pilar acusan el trabajo de décadas y es evidente que las esclavitudes del oficio se llevaron por delante parte de un dedo, pero Pilar no repara en eso, sino en el orgullo de una estirpe que con trabajo, esfuerzo y atención al cliente han hecho de la carnicería una institución. «Yo no tengo secretos con mis clientas. Nosotros tenemos unos cortes que heredé de mi abuelo, por ejemplo la carne del pescuezo, el redondo de la aguja, nosotros lo separamos, es una carne muy buena y no es cara. Una vez lo dijo Arguiñano en la televisión y me lo pedían las clientas sin saber que ya lo llevaban. No lo descubrió Arguiñano, lo descubrió Cambeiro», dice entre risas.

Producto gallego en su totalidad que, a día de hoy, sigue procediendo de ganaderos de confianza. Atrás quedaron los años en los que la familia criaba ganado en la calle Tomás A. Alonso, eran tiempos en los que se sacrificaba en el matadero de Vigo, hoy Museo del Mar. «Seguimos con algunos de los ganaderos con los que trabajaba mi padre. Se traía la mayoría de la carne de Lugo y de casas particulares de esta provincia, y nosotros también criábamos».

A punto de empezar la época con más trabajo del año, y en plena crisis del comercio, Cambeiro es optimista. Cree en el futuro de un sector que está pasando por horas bajas, con la amenaza de Internet y las grandes superficies acechando, pero para una mujer curtida en el despiece en frías cámaras no hay lugar para el derrotismo. «Creo que es una etapa pero tengo fe en que, en poco tiempo, el comercio volverá a triunfar. La gente valora el contacto personal. A mí las clientas me preguntan qué pueden cocinar para los eventos... Eso las grandes superficies no pueden hacerlo».

Cree que estas serán las últimas Navidades, las próximas fiestas ya solo tendrá que elegir el menú para los suyos. Con las clientas tomará cafés, en vez de prepararles el pedido. Y con la familia, toca recuperar el tiempo que la carnicería robó a la vida personal. «Cuando hice la comunión, mi madre vino sola conmigo porque mi padre y mi abuelo trabajaban. Antes era aún más duro, no se cerraba ni los domingos». Carne de currantes.

Su canción favorita

«La niña y el mar», de Juan Pardo. «Me gusta mucho Juan Pardo, es de mi juventud. Conocí a mi marido con su música. Fue una época en la que disfrutábamos mucho del baile, íbamos a la Finca de la Marquesa y montábamos muchos guateques. Teníamos muchas pandillas, no nos hacían falta redes sociales».