¿Qué pasó en la huelga de 1972? El pulso de Vigo a la dictadura

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Una comisión de sindicalistas que vivieron la huelga de 1972 reclaman que un espacio público de Vigo recuerde aquellos acontecimientos
Una comisión de sindicalistas que vivieron la huelga de 1972 reclaman que un espacio público de Vigo recuerde aquellos acontecimientos M.MORALEJO

En septiembre de 1972 un conflicto laboral en el seno de Citroën se transformó en una huelga general de cariz político que movilizó a más de 20.000 trabajadores de distintos sectores en la ciudad

13 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«En la nave F de la empresa Citroën Hispania, situada en la Zona Franca, se produjo ayer un paro parcial. Al parecer, la actitud adoptada por los trabajadores es debida a su solicitud de que sea cancelada la jornada laboral de los sábados por la tarde», publicaba La Voz de Galicia el 10 de septiembre de 1972. Esta acción que se podría encuadrar dentro de los límites de cualquier conflicto laboral, se fue extendiendo a otras empresas importantes de Vigo hasta desembocar en una huelga general que afectó a más de 20.000 trabajadores y que pasó a tener un cariz político. No hay que olvidar que todos estos hechos se producían durante la dictadura de Francisco Franco, con todo lo que eso supuso.

Aquel conflicto interno de Citroën provocó el inmediato despido de cinco sindicalistas, Isidro Gómez, Juan Bacariza, Francisco Vázquez, Ezequiel Costas y Estanislao Fernández. Tras aquel primer sábado de movilizaciones, el lunes 11 de septiembre la plantilla de Citroën, en una gran mayoría, decide no entrar a trabajar. En las páginas de La Voz, los trabajadores señalaban que trabajaban doscientas horas más al año que sus compañeros de otras fábricas del sector de la automoción en España.

Como después se hizo costumbre, los trabajadores se dirigieron a otras empresas importantes de la ciudad para demandar la solidaridad de sus trabajadores. Estuvieron en Reyman y Barreras antes de desplazarse a la sede del único sindicato que permitía el régimen franquista, con el objetivo de negociar con la empresa. Desde la dirección de Citroën se negaron, una y otra vez, a negociar si estaba presente uno de los sindicalistas despedidos, Isidro Gómez.

De esta forma, el conflicto se extendió a Vulcano, Barreras, Álvarez, Santo Domingo y Asticar. Junto a otras empresas más pequeñas, incluso de sectores tan alejados de la industria como fue la banca, la huelga ya afectaba a más de veinte mil trabajadores. El transporte público sí mantenía su servicio, pero bajo la escolta policial.

Los grises

El Gobierno envió a numerosos efectivos de la Policía Armada desde León y Valladolid, los temidos grises, que no se anduvieron con paños tibios cada vez que se producía una concentración de obreros en algún punto de la ciudad. Las detenciones comienzan a sucederse. Curiosamente, el gobernador civil de la provincia afirmaba en un comunicado público que las detenciones eran debidas a causas extralaborales. «Lo que se pretende actualmente en Vigo, por algunos, no es resolver un conflicto laboral, sino conducir al desorden, a través de procedimientos al servicio de intereses políticos concretos. Este es el objetivo de las invitaciones clandestinas a manifestaciones públicas, coacción y obstáculos a los servicios fundamentales de la vida ciudadana», decía el poncio. Y no andaba desencaminado, porque la huelga laboral mutó en un intento de expandir la huelga a otros puntos de España, aunque nunca se logró.

Hace tan solo unos días, reconocían este carácter algunos de los sindicalistas de aquel septiembre de 1972. «Foi unha folga política», dijeron en rueda de prensa miembros de la comisión de antiguos sindicalistas que ahora reclaman al Concello de Vigo un mención en el callejero a aquellos acontecimientos.

Durante su presencia ante los periodistas, los miembros de aquella comisión recordaban las dificultades que habían tenido para reunirse y planificar las manifestaciones de cada día, siempre con la brigada político-social encima. Pero también destacaron la solidaridad de la ciudad con los trabajadores. «Houbo moita solidariedade entón, moita xente abríanos a súas casas cando fuxiamos da policía; ías pola rúa e chegaban eles e arrasaban con todo, non respectaban a ninguén», señalaron sobre la actitud de la Policía Armada.

Los enfrentamientos, siempre desiguales, entre trabajadores y policías fueron continuos, porque la táctica obrera era realizar cortes de tráficos en distintos puntos de la ciudad.

El 21 de septiembre fueron despedidos 5.000 trabajadores de distintas empresas de la ciudad. Se les permitía, en un plazo de tres días, pedir la readmisión siempre que abandonasen la huelga. Solo lo hizo un 10 %. Los trabajadores del naval ferrolano se manifestaron en su ciudad en solidaridad con sus compañeros vigueses.

Cada día que pasaba desgastaba un poco más a los huelguistas por lo que el conflicto, que no había logrado extender a otras ciudades de España, estaba abocado a extinguirse. El 25 de septiembre tan solo quedaba en huelga Vulcano y dos días después la normalidad se fue recuperando aparentemente. Cerca de 300 trabajadores y trabajadoras no recuperaron sus puestos de trabajo, y los miles que secundaron la huelga tuvieron graves pérdidas económicas, pero durante unos días no fueron pocos los que vieron que a la dictadura franquista le quedaba ya poco tiempo.