Polifacética en el piragüismo desde los 43

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Rosa Barros se inició en la piragua pasada la cuarentena y cultiva todas las facetas posibles de su deporte

05 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La de Rosa Barros (Vigo, 1971) con el piragüismo es una historia particular. Si se habla de alguien que practica una disciplina, que es entrenadora de la misma y que también ejerce el arbitraje, esos datos invitan a pensar que se trata de su deporte de toda la vida. Pero nada más lejos de la realidad. Antes había practicado otros, como el atletismo, y fue a los 43 años cuando probó con la piragua.

La vocación con la que comenzó no hacía presagiar lo que iba a venir luego. «Empecé buscando una actividad de ocio en familia. Mi hija era pequeña y queríamos hacer algo todos juntos los fines de semana», recuerda. Habían practicado alguna vez rafting y el agua les atraía. De ahí que se sumaran en el 2011 al Club Náutico Cobres, del que, como pasa tantas veces, ella y su marido acabaron siendo directivos. «Nos enganchó lo bonito que es este deporte, que puede practicar cualquier tipo de persona», ahonda Barros.

El siguiente paso, que no entraba en su hoja de ruta pero surgió, fue la competición. «Para mí era un mundo desconocido. Creía que era carísimo, como la vela, que no todo el mundo podía», detalla. Le prestaron un barco «destartalado» porque como era veterana, explica, no había recursos para ella. «No tenía ni entrenador. Probaba sola, cayendo y volviendo a subir. Como soy perseverante, me dije: ‘Me buscaré la vida para conseguirlo y a por todas’».

Con 43 años participó en su primera regata de kayak de mar y, a partir de entonces, no ha parado. «Voy a todo lo que puedo: autonómico, nacional, internacional... Compito en pista, en ríos y travesías, en maratón y kayak de mar. Tres o cuatro modalidades diferentes», precisa. Tampoco se ha quedado con las ganas de probar el barco dragón, la más novedosa y que va ganando terreno.

Barros destaca que todo lo que ha conseguido, incluidas un sinfín de medallas, ha sido gracias a «trabajo, constancia, dedicación y apoyo» por parte de los suyos. «Muchas veces dan ganas de tirar la toalla porque al ser máster, parece que eres menos. Pero los kilómetros los remamos todos y nosotros, sumando el trabajo y la familia», reivindica.

Después de buscarse sus propios entrenadores personales que le guiaran hacia los objetivos, decidió formarse ella misma como entrenadora. Y fue parte de la primera promoción de FP de técnico de piragua en aguas tranquilas. «Cuando me involucro, me gusta prepararme y saber para sacar mejor rendimiento. Hice el curso para mí, para aprender y mejorar», recalca.

Su idea no era entrenar a otras personas, aunque ha acabado haciéndolo. Actualmente, es la preparadora del club de reciente creación Bouzas Caiac tras aceptar el «reto» que le propusieron. «En mi club anterior, entrenaba a niños pequeños, pero era iniciación. No tenía la formación específica que adquirí luego», detalla. Cuando le llegó este desafío, sí la tenía: «Pensé: ‘¿Por qué no?’. Sé lo que pasa cada persona: cuando se desmotiva, cuando hay que darle ese impulso...».

Así que asumió la tarea de preparar a piragüistas desde cadetes a veteranos que, al no ser muchos por ahora al tratarse de un club nuevo, trabajan de manera conjunta. «Cada uno va a su ritmo, no avanzan todos igual, pero con empeño, todo se consigue», señala poniéndose como ejemplo por haber logrado llegar a regatas internacionales pese a su inicio tardío. Disfruta igual con los logros de los demás: «Me produce una gran satisfacción ver que la gente mejora», dice.

No cobra nada por esta labor, como tampoco por la de directiva del club. «Invierto mucho tiempo, le dedico muchas horas tanto dentro como fuera del agua», asegura. Entrenar a otros le ha quitado tiempo para su propia faceta de deportista, que además compagina con su trabajo —actualmente, de monitora de transporte— y con labores de directiva. «Busco mis momentos e intento exprimir al máximo el tiempo del que dispongo», dice. Tanto, que incluso tiene formación de auxiliar de árbitro de piragüismo de aguas tranquilas y ejerce, asimismo, cuando la convocan.

Como vocal de la directiva, ahora está inmersa en el proyecto de la próxima temporada. Cuenta que van despacio, que quieren hacer las cosas bien y afianzarse como club partiendo de que la financiación es una limitación importante. «Los niños quieren venir, pero no tenemos barcos de iniciación y es costoso trabajar con ellos en piraguas demasiado grandes. Veremos las posibilidades de subvenciones, porque nos falta pasta», admite.

A Barros le gustaría que su disciplina llegara a ser «más popular» y pone como ejemplo la fulgurante expansión que ha tenido el pádel. «El nuestro es un deporte que asusta, se ve como inalcanzable y todo el mundo puede practicarlo, aunque es cierto que requiere tiempo y esfuerzo para evolucionar», sostiene. Recuerda que también está la vertiente puramente de ocio, la que marcó sus propios inicios. «Me gustaría que la gente pensara: ‘Me voy a hacer una hora paleando, disfrutando del buen tiempo, del mar, del entorno...’. Ojalá se abriera a mucha más gente». Ella, desde el Bouzas Caiac, seguirá poniendo de su parte para contribuir a que sea así.