Seis horas de los Stones en Vigo y seis meses hablando de esa noche

Begoña Rodríguez Sotelino
b. r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

La banda de Mick Jagger tocó el 18 de julio de 1998 en Balaídos, que no se llenó

19 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo en que recibir en Galicia a estrellas internacionales de la música sonaba a milagro poco creíble. Cuando se confirmó oficialmente a principios de marzo de 1998 que los mismísimos Rolling Stones pisarían suelo vigués el 18 de julio de ese año y se subirían al escenario del estadio de Balaídos, parecía la versión rockera del cuento de la lechera. Durante casi medio año, no hubo tema más recurrente ni de tan vital importancia como que Sus Satánicas Majestades sacasen la lengua a pasear en un recóndito lugar de una esquina de España que todavía no era un lugar turísticamente atractivo.

«El Concello de Vigo ha confirmado que ya se han cerrado las negociaciones con la productora Gamerco, que tiene los derechos para España de la gira mundial Bridges to Babylon. A mediados del presente mes se pondrán a la venta 45.000 entradas al precio único de 7.000 pesetas. El caché de la mítica banda se cifra en un millón y medio de dólares, y el Ayuntamiento ya ha abonado la mitad del coste del concierto, al que hay que sumar más de 120 millones en concepto de promoción y producción». Así empezaba la cosa y los ríos de tinta hacían carreras con los del Babylon de la gira stoniana cuyo coste se cifraba en 400 millones de pesetas y al final se acercó a 450. Según las cábalas, de llenarse el estadio, con un aforo para 45.000 personas, el gobierno local recuperaría más de 300 millones de pesetas, el 75% de la inversión que debía realizar. «La concejala de Cultura, Maite Fernández, pidió la colaboración ciudadana para que Vigo se vuelque con el recital». También hubo apoyo de «empresas que confirmaron su apoyo desde el principio, como la entonces Caixavigo, El Corte Inglés y el Real Club Celta», recogía La Voz.

Y Vigo, y mucho más allá de sus fronteras, se volcó con la visita de los Stones a 7.000 pesetas la entrada (42 euros de hoy). Pero el estadio, con capacidad para 45.000 espectadores, no se llenó. Quedaron cerca de nueve mil tiques sin vender. Jagger y compañía ofrecieron un espectáculo a lo grande, con los medios técnicos más avanzados de su época. Hicieron un set semiacústico que fue apoteósico.

Además, la presencia de The Rolling Stones en Vigo provocó que todos los hoteles y restaurantes de la ciudad estuvieran llenos durante esos días del verano. Durante toda la tarde de aquel día genial, los alrededores del estadio de Balaídos se convirtieron en un gran zoco en el que se vendía de todo, «desde churros a obleas de Francia, helados, parisiens y patatillas. El negocio de los Stones no estaba solo dentro, sino también fuera, en dos enormes tenderetes de la empresa que controla todo el merchandising. En los puestos se vendía de todo, gorras de lana a 4.000, cazadoras por 17.500, llaveros a 2.000, camisetas a 4.000 o las de la gira del año pasado «rebajadas» a 3.000 pesetas. Otros empresarios a menor escala trataban de colocar sus productos, pero con dificultad», recogía La Voz sobre los prolegómenos.

Después de meses y meses de desmenuzar cada noticia sobre los Stones, del concierto se habló más bien poco. Pero se dijo, y se vivió, un gran espectáculo a ritmo de sus nuevas y viejas canciones. Del paso de la banda por Vigo quedó bien poco. Estuvieron solo seis horas. Llegaron desde Málaga, actuaron sin probar sonido ellos mismos y se fueron al terminar. Quedaron para las crónicas anécdotas de esas que tanto gustan, como que comieron lenguado meuniére (llegado de la plaza de O Progreso y de la lonja de O Berbés) acompañado de calabaza y salsa de moras, frutas tropicales que tomaron en abundancia, y las aguas —que los Stones exigían Perrier y Evian— se convirtieron en españolas por obra y gracia del encargado de ese apartado y de un hipermercado paradójicamente francés. Los Stones no rechistaron ante ninguno de estos cambios patrióticos. La carta incluso sustituyó con pan artesano gallego los muffins que Jagger reclamaba. «Como ese tipo de bollo solo lo había congelado y ellos lo querían del día, optamos por servirles de lo nuestro», contaba el hostelero local.

«Los Rolling, sus familias y los músicos acompañantes dieron cuenta de 6 botellas de vodka, 12 de vino tinto (Faustino I del 82, que les volvió locos y les hizo olvidar que habían pedido Burdeos), 12 de blanco (Terras Gauda etiqueta negra, que les gustó algo menos) y seis cajas de Guinness. Los Stones dedicaron las seis horas largas que pasaron en Vigo, además de a la música, al buen yantar y al mejor beber».