20 minutos perdidos de Cariño

Daniel Portela Otero

VIGO

M.Moralejo

Las colas formadas en la segunda jornada del Vive Nigrán se disiparon con la locura desatada por Rigoberta Bandini

17 jul 2022 . Actualizado a las 18:59 h.

«Nos perdimos 20 minutos de Cariño por estar esperando por nuestra cena», explica Belén Teiga, que ya llevaba esperados otros 20 minutos en el intervalo entre los conciertos de La Bien Querida y Cariño del Vive Nigrán. Las colas para los food tracks, que se extendían hasta una hora, marcaron el ritmo de la segunda jornada del festival y hay quien hasta pasó el concierto del grupo de tontipop esperando a que les atendieran. Pero pareció que todo el mundo desistió cuando Rigoberta Bandini empezó a actuar, momento en el que todos los asistentes se aglomeraron frente al escenario para atender a un espectáculo liberador, donde la intérprete catalana recibió hasta una versión en miniatura de la teta terráquea del Benidorm Fest: la «gorrateta».

Con pequeñas pegatinas brillantes en la cara, sombras plateadas y looks acordes al tiempo estival, los asistentes al festival llegaron a cuentagotas durante las más de siete horas que se alargó la jornada. Antes de que cayese el sol, el pop-rock de Niña Polaca y los temas intimistas de La Bien Querida ambientaron el clima del recinto, con la gente repartidas entre el escenario, el quiosco de las bebidas y el terreno, incluso con toallas extendidas en el suelo.

Las Cariño, a las que La Voz entrevistó esta semana, acompañaron frente a un «paraje de ensueño» —como lo definieron— en el que fueron testigos del momento previo al anocher. Con un «ahora empieza el perreo» anunció la vocalista y teclista María Talaverano el tramo final del concierto, donde, aunque sin ser reguetón, Paola Rivero y ella se liberaron de sus posiciones para cantar Tamagotchi, mientras el público hizo lo propio. El desamor propio, el amor ajeno y otras emociones se mezclaron en sus melodías alegres con letras tristes, que culminaron con el dulce éxito de su segundo álbum, Si quieres.

El divertido concierto de Cariño fue el preámbulo a la locura que se desató con Rigoberta Bandini. Todas las asistentes se agruparon expectantes frente al escenario decorado como una exageración del concepto de discoteca, con un imponente telón trasero plateado y siete bolas atadas al techo. Poco a poco, su banda —Esteban Navarro, Belén Barenys y Juan Barenys—, a las que denominó «las cuatro folclóricas de España», entró para anunciar su particular saludo, con In Spain We Call It Soledad. Con los pies del público ya despegados del suelo, apareció su cuerpo de baile, que, a camino entre la danza contemporánea y la interpretación, expresaron su repertorio de temas, entre la catarsis de The Fuck Fuck Poem o Que Cristo Baje y la euforia de A ver qué pasa.

El concierto, como si se tratase de una de sus canciones con estructuras in crescendo, explotó con la traca final. Perra terminó con un dance break igual de singular que su espectáculo, en el que las siete personas presentes caminaron a cuatro patas de un lado a otro como si el deseo de la canción se hubiera cumplido. Paula Ribó, nombre de la vocalista, terminó la canción sin su falda, que dejaba entrever el conjunto de encaje con la marca de caldo Aneto grabada en la parte trasera, anticipo de Ay, Mamá.

«Hace mucho frío para sacarse un pecho al puro estilo Delacroix», dijo, aunque lo hizo igual tras el puente del tema que la dejó en el segundo puesto del Benidorm Fest. Con la incertidumbre sobrevolando la noche de si Bandini volverá a tocar en Galicia antes de su retirada temporal, la poca energía que restaba por liberar se desató con un final extendido de Too many drugs que convirtió a su single debut en el último instante de euforia colectiva, que se tiñó de electrónica.