Medallas viguesas en el banquillo de la arena

M. V. F. VIGO

VIGO

CEDIDA

Laura Rúa y Ana Alonso subieron al podio mundial como miembros de los cuerpos técnicos de las selecciones españolas

08 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ana Alonso y Laura Rúa tienen en común que son viguesas, que se formaron en el Carballal y, desde hace unos días, que son medallistas mundiales en balonmano playa, aparte de buenas amigas. La primera es segunda entrenadora de la selección absoluta femenina que se colgó la plata, mientras que la segunda fue partícipe del oro logrado por el combinado juvenil. Dos grandes éxitos de un deporte que aspira a ser olímpico y que ambas disfrutan desde los banquillos.

Lo disfrutan pese a sacrificios que incluyen no disponer de vacaciones. Las dos tienen, además, otros roles tanto en selecciones como en clubes. «Ahora trabajo a jornada completa en la Federación Galega. Llegaré a casa el 17 de julio después de mes y medio fuera y ya no me quedan días», dice Alonso, que asume su actual rol con las Guerreras de la arena desde el 2018. «Las vacaciones no entran en mi vocabulario. Pero como siempre digo, a cuánta gente le gustaría trabajar en lo que es su pasión», afirma.

Son parecidas las sensaciones de Laura, que era delegada de la sub-16 y recibió la llamada inesperada de la sub-18 para suplir a la titular, que no podía acudir por motivos académicos y no lo dudó. Tiene experiencia como entrenadora en selecciones autonómicas y en la base del club donde sigue en activo como jugador, el Ikasa madrileño. «Cuando acabe con las selecciones, tendré algún día antes de empezar la pretemporada», dice.

Como segunda entrenadora, Alonso cuenta que la parte principal de su trabajo se centra en los meses previos al verano. «Toca ver partidos, analizar jugadoras... La mayoría combinan pista y playa y, en el caso de las que no, hacemos seguimiento se su preparación física», detalla. Luego está la fase de la competición, donde tienen que analizar los rivales y preparar los partidos. «Es una labor muy ilusionante y bonita. Representar a tu país en competiciones internacionales del deporte que te gusta es una gran motivación», señala.

En el caso de Laura, su rol de delegada está más enfocado «a todo lo extradeportivo», resume ella. Esto incluye la gestión de desplazamientos, alojamiento, instalaciones para entrenar o transporte, así como acudir a las reuniones técnicas con los árbitros donde se deciden cuestiones como el color de las equipaciones de cada partido y, tras las competiciones, los trámites de las becas si hay medalla, como es el caso. «Por diferentes situaciones, tuve que hacer también scouting para ayudar lo máximo posible. Pero ya con el tema extradeportivo ya me hacían sentir igual parte del equipo y de la medalla», agradece.

La selección júnior iba con expectativas de hacer un buen papel, aunque las dos expertas coinciden en que es un deporte en gran parte imprevisible. «Este mismo grupo consiguió el oro europeo el año pasado y la aspiración era igualarlo, pero con los pies en la tierra, porque un mundial no es lo mismo», señala. Cuenta que a medida que avanzaban, pensaban: «Vamos a apretar, que igual lo conseguimos».

La absoluta tuvo que conformarse con la plata, la medalla que en el día saber peor que el bronce, pero que luego se valora en su justa medida, dice Ana Alonso. «Este es un deporte superabierto, se juegan dos tiempos y el resultado del primero no incluye en el segundo. Unos malos diez minutos le pueden pasar factura a cualquiera y nunca sabes muy bien qué va a pasar», recalca.

Las dos recalcan que el balonmano playa es «un espectáculo que engancha» y están felices por los éxitos de la otra. «Ya hablamos de que en cuanto nos veamos, tenemos que celebrarlo juntas», dice Laura. De momento, aún siguen por el mundo con más compromisos de sus respectivos equipos estivales.