Los vigueses podían comprar en el puerto alimentos a precio de coste

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

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cedida

La norma inmemorial tenía establecido un horario concreto

30 may 2022 . Actualizado a las 10:08 h.

Antes de la invasión napoleónica, en Vigo todavía existía la costumbre de que cualquier cargamento de comestibles que llegase a la ría debía ser ofrecido durante tres días a la población local a precio de coste, y cuando no se cumplía esta norma consuetudinaria, la justicia corregía la situación.

En enero de 1802 fondeó frente al Areal una fragata «griega o turca» con un gran cargamento de trigo, que sus propietarios pusieron a la venta al por mayor y por menor en un almacén situado en el Arenal de las Monjas que tenía Francisco Manuel Menéndez.

Se puso a la venta solo una pequeña parte, pero a un precio muy ventajoso para los vigueses. Ese año, el ferrado de trigo tenía en Vigo un precio oficial, marcado por el Ayuntamiento, de 26 reales, mientras que el trigo traído por aquella fragata se vendió a 17 reales.

Pero no duró mucho la situación porque Juan Alonso Cairo, conocido traficante local, compró todo el cargamento. Al parecer, gran parte del trigo fue llevado a otras localidades, en un año de escasez de este cereal. «Y no ygnorando el señor dicho Cayro y sus aliados de que todos los géneros de comestibles que llegan a este puerto y por mayor se veneficien están obligados a ponerlos al público a coste y costas tres días consecutibos para que se surten del que necesiten para su gasto, parece que con las remesas de embarque y carretas ejecutadas y las más que se hará dejarán burlado al común del beneficio público con grave perjuicio», se explica en un documento fechado el 19 de enero de 1802, firmado por el procurador síndico general.

Manuel Jacinto Gómez y González, a través del escrito, pedía al juez-alcalde que obligase a Juan Alonso Cairo a aportar toda la información relacionada con la operación y que, posteriormente, pusiera la mercancía a disposición de los vigueses durante tres días y a un precio de coste. «A cuio despacho de fruto deverán asistir un rexidor con los diputados de abastos para que a los concurrentes se les dé lo que necesiten para el consumo de sus casas», añadía en la demanda.

El juez-alcalde Joseph Antonio Sánchez tomó declaración al comerciante, quien reconoció que había comprado todo el cargamento a 14 reales el ferrado de trigo. El alcalde decide que durante los días 27, 28 y 29 de enero, todos los vigueses que lo deseen acudan al almacén del Arenal a comprar el trigo «con la pureza y entereza que es devida» al precio de 15 reales el ferrado. Ordena anunciar la venta mediante la colocación de carteles.

Ese mismo año encontramos en el Archivo Municipal de Vigo otro ejemplo de la costumbre de facilitarle a los vigueses la compra de productor alimenticios llegados por mar. Y nuevamente es a través de un documento en el que el procurador síndico denuncia el incumplimiento de la tradición. En este caso, el comerciante catalán Josep Lluque (otras veces Lluch) y sus socios compran un cargamento de bacalao a un navío inglés. En este caso, el bacalao se guarda en un almacén que Pedro Abeleira tiene en el «Arenal de la Camboa extramuros», es decir, en algún punto próximo al actual edificio de Correos.

También los corsarios

En la denuncia del procurador Manuel Jacinto Gómez se alude a la «inmemorial observancia» de poner todos los géneros de comestibles ultramarinos a la venta de los vigueses durante tres días al precio de coste. A través de este documento conocemos que el horario de venta era de 8.00 a 12.00 horas y de 14.00 hasta la puesta de sol, momento en el que se cerraban las puertas de las murallas que rodeaban la villa. En este caso, el juez-alcalde obliga a los comerciantes a cumplir con la norma no escrita que favorecía a los vigueses.

Esta misma tradición se aplicaba a los barcos corsarios. Cuando regresaban a puerto con sus presas, se abría el ya sabido período de tres días para el abastecimiento de los vigueses. El 4 de diciembre de 1806, el comerciante Lapeire, de ascendencia francesa, vendió un cargamento de quesos, obtenidos al asalto de un buque inglés, a comerciantes locales. Como ocurrió en los casos anteriores, estos comerciante se olvidaron de ponerlos a la venta a buen precio a sus vecinos, por lo que el alcalde tuvo que recordarles la buena costumbre.