—¿Qué significa eso?
—Yo defino la uci como las cinco SP. La primera es la seguridad del paciente: como médicos, es importante que no añadamos problemas a los que ya trae el paciente, y por eso tenemos los proyectos zero, para reducir infecciones o la sobresedación. La segunda SP es la uci sin puertas. Es el plan de humanización: la uci abierta para que las familias puedan entrar, pero también la reducción del ruido, la televisión gratuita, la musicoterapia, que las familias tengan una sala de estar y no una sala de espera. La tercera SP es sin paredes. La uci no es un lugar cerrado y, por eso, tenemos un dispositivo de médico y enfermera mañana y tarde al servicio del hospital que funciona de forma reactiva, como equipo de respuesta rápida (por ejemplo si hay una parada cardíaca en urgencias), y proactiva, vigilando dónde se generan pacientes críticos y semicríticos en el hospital y también haciendo un seguimiento de los pacientes que salen de críticos.
—De ahí sin paredes territorial.
—Sí. Ese concepto, cuando hablamos de coordinarnos con otros hospitales y con el sistema de emergencias médicas.
—¿Y las otras dos SP?
—La cuarta es sin papeles. Antes apuntábamos todo en papel, pero tenía una trazabilidad complicada; ahora hemos digitalizado toda la información. La quinta es el síndrome posuci. Ya no solo buscamos la supervivencia, que es alta (superior al 80 %), sino la calidad de vida. Pasar por la uci puede tener un coste vital importante, psicológico, de debilidad muscular o de fatiga respiratoria. Tratamos de prevenirlo.