Su testimonio camina hacia esa accesibilidad universal. En la ruta lusa, advierte, no hay un solo cambiador inclusivo. «Tengo que cambiar el pañal de mi hija en una toalla en el suelo, y tampoco hay baños en los que quepa», apunta con la intención de que los ayuntamientos tomen medidas. Pide también que se señalice mejor dónde están los accesos más fáciles o los albergues en los que realmente puede entrar una camilla. Pero ante todo, habla de libertad y de vivir. «No podemos hacer planes a largo plazo, pero sí disfrutar cada día a tope. Que te muera un hijo es lo peor y por eso cuantas más experiencias compartas más podrás soportar el duelo», defiende.